El dilema de Milei: cómo acercarse a la casta sin alejarse de la gente

El presidente necesita a los sindicalistas para la reforma laboral y para que no le hagan huelga. Y necesita a parte de la “casta” paro poder lograr el veto al financiamiento universitario. Y necesita a China porque tiene compromisos financieros con ella. O sea, Milei necesita hacer política, que es lo que no le gusta a sus votantes. Por eso, está pensando en distintas formas para compensar a los de abajo: desde acercarse a Susana Gimenez a ver si ella le trasmite parte de su carisma popular, hasta convocar a actos sólo para atacar al periodismo a ver si puede desviar hacia otros el odio que la sociedad tiene hacia la casta política.

El dilema de Milei: cómo acercarse a la casta sin alejarse de la gente
El presidente Javier Milei en el acto de lanzamiento a nivel nacional del partido de La Libertad Avanza. (Clarín)

Por estos días hemos visto las mejores y las peores cosas de Javier Milei en tanto presidente de la Nación, pero lo paradójico es que lo mejor ha estado relacionado con ciertos acercamientos muy cautos e incluso bastante inteligentes hacia la casta que él deplora y que gracias a insultarla siendo candidato logró conectar con la bronca popular y llegar a donde hoy está. No obstante, como les pasa a casi todos los primerizos en la Casa Rosada, Milei está aprendiendo que tiene que hacer política, le guste o no. Y, nobleza obliga, en nuestra opinión la está haciendo bastante bien. Para ejemplificarlo veamos algunos casos muy significativos en los que el anarcolibertario actuó de un modo muy diferente -y hasta contrario- del que hubiera actuado cuando era candidato. Es que hay cosas que todo político por más antipolítico que sea debe hacer si se encuentra en el poder, le guste a la gente o no. Y Milei parece estar entendiéndolo. Lo cual es meritorio si se dedica a hacer políticas de Estado pero deja de lado las corruptelas de sus antecesores.

Así, sorprendió la actitud que tomó con China, cuando hasta hace muy poco juraba que jamás iba a negociar con comunistas, porque eran sus enemigos. Pues bien, ahora no sólo está negociando, sino que incluso los alaba. Cuando concurrió a la ONU y pronunció su típico discurso outsider acusando a todos en el mundo de comunistas. ni siquiera mencionó al país comunista más grande de todos. A China. Es que la gran potencia le había advertido que si se metía con ella, adiós los swaps, adiós las represas, adiós toda ayuda a la Argentina. En consecuencia, Milei no se metió con los políticos chinos, pero además, en una entrevista con Susana Gimenez los trató como a los dioses.

Muy parecido a lo que hizo con el Papa al cual hasta hace un año lo consideraba el representante del maligno en la tierra pero luego terminó abrazado con él en el Vaticano como su fuera su hijo pródigo. Que es lo que hace todo político cuando necesita a alguien. Y lo bien que hace.

Y ya que estamos hablando del Papa, otro elogio para Milei: dijimos en una nota anterior que en su discurso ante los movimientos sociales, Francisco se puso el traje de Bergoglio y la emprendió contra el gobierno de Milei de una forma implacable, durísima, hasta incluyendo sospechas de corrupción. Como no lo había hecho con ningún otro presidente, y como casi ningún Papa lo había hecho nunca antes con ningún presidente. Pero Milei, con sentido común y pese a su carácter irascible no dijo ni pío. Algún ministro deslizó alguna crítica suave al santo padre, pero nada importante. Se la bancó. Eso en teoría política se llama prudencia política. que es una virtud y no un vicio. Haberse peleado de nuevo con el Papa, a pesar de que éste lo provocó, hubiera sido un tremendo error. Y no responderle ni enojarse en público, fue un gran acierto.

Además está haciendo cosas no tan sanctas, pero que en política son necesarias, como negociar con los sindicalistas una lavada pero aceptable reforma laboral a cambio de no tocarles por ahora sus privilegios corporativos (o sea dejar para mañana o vaya a saber para cuándo, la reforma sindical por la cual los sindicalistas se eternizan en sus cargos y se hacen millonarios). Sus ministros recibieron como si fueran amigos de toda la vida a los sindicalistas “buenos”, a los buenos muchachos como Daer y Acuña, aunque no a los malos muchachos como los Moyano. A cambio de eso, aparte de haber logrado un progreso en las relaciones laborales para mejorar el empleo en blanco, espera que le hagan menos huelgas. Una negociación política tradicional. ¿Es bueno o malo eso? Según el viejo Milei, malísimo, según el actual parece que no es tan malo.

Incluso hasta con la propia casta política está menos agresivo (los sigue insultando, pero demasiado en general para que nadie se sienta aludido en particular) porque necesita conseguir la mayor cantidad posible de legisladores que le permitan vetar la ley de financiamiento universitario.

Si sigue así, haciendo política negociando con los que antes odió y que sigue odiando la gente (en particular los políticos y los sindicalistas) lo más probable es que vaya logrando un mejor gobierno pero Milei tiene temor de que sus votantes lo vean como que se está acercando demasiado a la casta y entonces ellos comiencen a alejarse de él.

Por eso, mientras se acercaba a sus anteriores enemigos y negociaba con ellos, Milei intentó hacer otras cosas para quedar bien con la gente. Eligió una en particular, con nombre y apellido: Susana Gimenez. Primero, su hermana Karina le pidió a la “Su” que suspendiera por una semana la inauguración de su nuevo ciclo televisivo para que el presidente pudiera hablar en cadena nacional en su horario a fin de presentar el presupuesto, creyendo que así podría captar la audiencia de la diva. Pero así como a la superestrella la ve todo el mundo, a Milei no lo vio ni escuchó nadie. Es como si hubiera ocurrido un apagón televisivo. Sin embargo, el presidente siguió insistiendo con Susana a ver si ella le trasmitía su carisma, por eso le dio una entrevista exclusiva y hasta salió al balcón de la Casa Rosada con ella. Pero nada que hacerle, cuando Milei quiere ser popular apoyándose en una diva popular, no le sirve de nada. Entonces, preocupado porque si se pone la banda y el bastón en el horario de Susana o se hace el bueno con Susana, eso no le interesa a nadie, comenzó a pensar en volver a sus orígenes. Es que a sus votantes más enfervorizados parece gustarle el Milei que grita e insulta a la casta, o por lo menos eso creen sus asesores. Por eso le aconsejaron que hiciera un acto público donde se diera el gusto de soltar todos sus instintos más agresivos. Y así lo hizo el presidente, poniéndose de nuevo el traje de candidato. Pero como estaba haciendo política y no le convenía por ahora malquistarse demasiado con la casta, eligió otro enemigo al cual insultar: esta vez fueron los periodistas y los encuestadores. A modo de chivos expiatorios con agresividad feroz contra ellos quiso ver si así calmaba las exigencias de la popular.

En síntesis, como todos los presidentes, él necesita conciliar y negociar en política, incluso con muchos que no quiere. Pero tiene miedo que eso la malquiste con la gente porque él se propuso como que no conciliaría ni negociaría con nadie de la casta. Entonces decidió cambiar el sujeto a odiar, creyendo que a la gente le importa más odiar, que a quien odiar. Pero las cosas no son tan simples. Los sufridos argentinos creen sinceramente, al menos desde la crisis del 2001 e incluso antes, que la clase política es la culpable de todos sus males. Por eso la odiaba y odia. Pero Milei no cree tanto en el odio a la casta, sino en el odio como herramienta de acción política, porque si se odia a algún enemigo, siempre se le puede echar la culpa a ese enemigo de lo que salga mal. Y para eso da lo mismo el enemigo, a veces será la casta política o sindical y otras veces el que esté disponible. Esta vez son los periodistas y el periodismo en general. Por ahora solo los insulta en vez de proscribirlos como intentaron de todas las formas posibles los kirchneristas. Son puras palabras, soeces pero palabras al fin, salvo la ley de información pública pero esa no lo busca para atacar al periodismo, sino para que el periodismo no se meta con él ni con su gobierno. El kirchnerismo en cambio se pasó años persiguiendo al periodismo independiente no sólo con palabras, sino con hechos concretos y con leyes y con todo lo que se tuviera a mano para que éste desapareciera. Pero en el kirchnerismo era comprensible porque Cristina y Néstor creían que la prensa era muy poderosa. En Milei, en cambio es menos entendible porque el presidente dice creer que la prensa hoy no es nada y que las redes lo son todo. Eso se contradice con el ataque desmedido que le hace a los que él dice creer que ya no son nada. Pues si en realidad creyera eso debería tratarlos con indiferencia. como si ya no existieran. Pero, no, los ataca y le trasmite su odio a la gente.

Las razones de Milei para su actual agresión son dos. Primero, es mentira que crea que la prensa ya no es nada, ni aún con la competencia de las redes. Sabe que aún con muchos problemas, el periodismo crítico sigue y seguirá existiendo, con más o con menos influencia. Y segundo, lo ataca para así mantener vivo el odio de la sociedad contra alguien, porque Milei cree que eso es lo que alimenta su poder por abajo. Pero los ciudadanos argentinos no son odiadores porque sí, odian en concreto a lo que Milei llamó casta porque los llevó a la quiebra, pero ese odio no es trasmisible a cualquiera que Milei quiera.

Además, es medio peligroso y del todo demagógico alimentar en la opinión pública, la bronca, la rabia, el enojo en general y contra cualquiera como instrumento de terapia frente a la malaria. Y más que eso lo haga el terapeuta. No se cura con esa actitud, en todo caso se gana tiempo, pero el odio por el odio mismo, si se lo fomenta, tarde o temprano se volverá contra quien lo fomentó. Hoy está de moda ser disruptivo e insultar parece ser más tolerado que antes. Hay muchas cosas que han cambiado en el mundo y hay que entenderlas, y parece que Milei las entendió mejor que nadie. Pero pararse en un escenario con gente traída en micros siguiendo el típico clientelismo que tanto criticaba para dedicarse solamente a calmar el odio a la gente con insultos lo más agraviante posibles, hoy dedicados a unos y mañana a otros, parece ser pan para hoy y hambre para mañana. Que lo principal de un discurso sea decir que hoy estos (y mañana otros) son unos soretes, no parece ser una innovación con la suficiente fuerza para cambiar el mundo, como él pretende.

Ni queriendo copiarle el carisma a Susana, ni insultando solo para fomentar el odio en abstracto de la gente, le servirán de mucho. Quizá lo mejor es que siga haciendo política como la está haciendo, que la está haciendo bien y sin por ello renunciar a sus ideas. Pero con respecto a los de abajo, al pueblo llano, en vez de fomentarles la bronca y la furia, que tenga más empatía con ellos y entonces no haga asados celebrando el veto jubilatorio ni vaya a Córdoba por los incendios sin ni siquiera acercarse a saludar a los bomberos que se jugaron la vida y que lo estuvieron esperando por horas. Porque los verdaderos héroes son esos bomberos y no los diputados que vetaron un aumento a los jubilados. Quizá, demostrándole un poco más de afecto a los ciudadanos de a pie, éstos comprendan que un presidente debe hacer lo que debe hacer. A la larga da más resultado inculcar la esperanza que el odio.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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