Los beneficios sociales de la actividad económica son, sin lugar a duda alguna, que su desarrollo permite conseguir los bienes y servicios que satisfacen las múltiples necesidades humanas: físicas, materiales, espirituales, legales, etcétera; tales como alimentos, albergues, sanidad, educación, turismo, inversiones.
Ello es así, porque la economía política es intercambios, trueques, transacciones, de bienes y servicios por otros bienes y servicios.
Y la vida en comunidad permite, facilita y favorece la división del trabajo, la especialización y los intercambios.
Vendemos servicios o bienes y compramos otros servicios y/o bienes; por lo general con sujetos, momentos y lugares distintos, por cuanto la moneda lo permite al mismo tiempo que esconde la real función económica, que es permutar bienes y servicios por otros bienes y servicios, tanto nacionales como internacionales. Una vez vendemos nuestro servicio, ganado, soja, o el auto y otra compramos otros servicios, alimento, materia prima, tecnología, un inmueble, o pagamos el hospedaje en el exteriror.
Si el ser humano no tuviera necesidades, o los recursos fueran infinitos, no existiría economía política, por cuanto no habría nada que satisfacer ni problema alguno de conseguir lo que se necesita.
La economía política es un fenómeno natural, subjetivo, que origina la necesidad humana y condiciona la escasez de recursos.
Cuando los Estados se atribuyen el derecho de comercializar las riquezas nacionales, de sujetos o empresas públicas o privadas, la transacción deja de ser económica por cuanto el objetivo es político y hegemónico; deja de ser subjetiva, lo cual tergiversa la actividad, malogra los beneficios del fenómeno y perjudica sujetos y comunidades.