Un evento histórico. El triunfo de Javier Milei para un historiador es eso. Un suceso que lo interpretamos con la significatividad que debe tener, pero no podemos comprender lo que ocurre después del mismo ni los procesos que pueda desencadenar.
Nos enfrentamos a esos momentos en los que se puede decir que un hecho puede cambiar todo nuestro sistema de creencias y modificar nuestros imaginarios políticos y culturales. Cambiarlo para bien, pero también para mal.
Eso logró Javier Milei el día de ayer. Hacer que interpretemos su aventura política como una contingencia que transformará nuestro estilo de vida.
El león herbívoro probó la sangre en las PASO y en el balotaje se erigió en el protagonista de un acontecimiento político que puede compararse con la llegada a la presidencia de la República de Hipólito Yrigoyen, en 1916; de Juan Domingo Perón, en 1945; y con el regreso a la democracia de Raúl Alfonsín, en 1983.
La magnificencia de cualquier evento no garantiza la bonanza del proceso que lo sucede.
Expectantes y atónitos, los ciudadanos que creíamos entender algo de política, nos merendamos con la noticia de que el autodenominado “león” obtuvo el 55% de los votos y el profesional de la política, “el encantador de serpientes de goma” Sergio Massa, obtuvo poco más del 44%. La temeridad primó sobre la profesión.
¿Por qué es un evento histórico el triunfo de Javier Milei? Porque el “león” es, como decimos los historiadores, espuma sobre la cresta de la ola. La vemos como un suceso que nos llega hasta los pies, puede alejarse rápido y sin dejar marcas en la arena o, por el contrario, ser la advertencia de un Tsunami.
Ideológicamente, Javier Milei es el sacristán de una secta del liberalismo llamada “paleolibertarismo”. Personas que creen que no existen los acuerdos sociales de ningún tipo. Que cualquier idea de “nación”, “patria”, “comunidad” es producto del comunismo. Los paleolibertarios consideran que los tres derechos naturales de la vida, la libertad y la propiedad no deben ser garantizados por un Estado, es decir, niegan que la sociedad política sea resultado de un contrato social. “¿Alguien recuerda haber firmado un contrato en algún momento de su vida?” dijo Milei en una entrevista.
El imaginario político de Milei le da al acontecimiento mucha mayor relevancia.
Desde el 10 de diciembre Javier Milei será el presidente en funciones de la República. Es la primera vez en la historia de la humanidad que un autodenominado “libertario anarco-capitalista” gobierna un país de la magnitud y la extensión como la Argentina. Existe el caso de la República Libre de Liberland, que es un pequeño fragmento de 7 km2 de territorio en la costa del Río Danubio entre Croacia y Serbia, gobernada por el libertario Vít Jedlička. Pero, en pocas palabras, Liberland es una nación imaginaria que surgió de la implosión de la ex Yugoslavia y un área deshabitada bajo las escasas reglas de un “presidente” autodenominado como tal.
La diferencia entre Liberland y la Argentina, es que en el primer caso el fenómeno puede resultar curioso, anecdótico y cómico que un inefable libertario gobierne sobre una pequeña extensión de tierra sin reconocimiento internacional, despoblada y construida sobre los escombros de un gran país como fue Yugoeslavia. En cambio, en el caso argentino los riesgos de un evento disruptivo como el triunfo en las elecciones presidenciales de un “anarco-capitalista” no puede resultar risible ni mucho menos plausible. Se lo debe entender como un acontecimiento de importancia considerable e incluso alarmante.
Es un error hacer cualquier tipo de predicciones sobre el destino de la economía, la política y la sociedad pasadas unas pocas horas del triunfo de Milei. Lo que debemos entender es que nos encontramos frente a un acontecimiento histórico y siendo testigos de un fenómeno político de una gran envergadura. Existe una antigua maldición de origen chino que dice “Ojalá te toque vivir tiempos interesantes”. Estamos experimentando la maldición.
*El autor es investigador adjunto de CONICET y Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo.