El extraño caso del traidor traicionado

¿Por qué el Kremlin permitió ese protagonismo anómalo y los ataques al generalato? Porque al amasar una fortuna a la sombra de Vladimir Putin desde que éste era vicealcalde de San Petersburgo, también enriqueció al actual presidente ruso. Prigozhin es el Lázaro Báez de Putin.

El extraño caso del traidor traicionado
ARCHIVO - En esta imagen tomada de un video publicado por el Servicio de Prensa Prigozhin el viernes 3 de marzo de 2023, Yevgeny Prigozhin, el propietario del contratista militar Grupo Wagner, se dirige al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy desde un sitio no especificado en Ucrania. (Servicio de Prensa Prigozhin vía AP, archivo)

En todas las guerras hay mercenarios. Pero no salen de las sombras. Blackwater era una compañía norteamericana de mercenarios, que luchó en Afganistán contra los talibanes del Mullah Omar y después contra Saddam Hussein. Había logrado pasar desapercibida, hasta que en el 2007 la dejó en evidencia una masacre en Bagdad.

A Blackwater la visibilizó ante el mundo un acto criminal aunque sus jefes en el escenario iraquí no buscaban notoriedad. En cambio, el creador del Grupo Wagner buscó notoriedad con un protagonismo estridente.

En la guerra actual, tanto el lado ruso como el ucraniano usan batallones mercenarios. Pero el único visible es el que lleva el nombre del compositor que marcó el romanticismo alemán y escribió ensayos que supuran antisemitismo y supremacismo ario.

En Siria, donde combatía a los enemigos de Bashar al Asad, el Grupo Wagner mantuvo perfil bajo. También en Libia, Mali y la República Centroafricana. Pero en Ucrania, Yevgueny Prigozhin desplegó un protagonismo escénico de alto voltaje, que usó como arma para atacar al ministro de Defensa Serguey Shoigú y al jefe del comando conjunto, Valery Gerasimov.

¿Por qué el Kremlin permitió ese protagonismo anómalo y los ataques al generalato? Porque al amasar una fortuna a la sombra de Vladimir Putin desde que éste era vicealcalde de San Petersburgo, también enriqueció al actual presidente ruso. Prigozhin es el Lázaro Báez de Putin.

La otra razón es por los éxitos del sanguinario Grupo Wagner en Ucrania. Los mercenarios de Prigozhin han tenido más logros que el ejército ruso, entre otras razones, porque ellos habían iniciado la invasión ocho años antes del 2022.

El ex vice primer ministro Boris Nemtsov y el líder disidente Alexei Navalni, denunciaron en el 2015 que el año anterior habían ingresado a Donestk y Lugansk combatientes rusos que se camuflaban de milicianos separatistas.

Nemtsov murió baleado cerca de la Plaza Roja y Navalny fue envenenado en Siberia, curado en Alemania y encarcelado en Rusia ni bien regresó para continuar su lucha contra Putin.

Cuando comenzó oficialmente la invasión, con el ingreso del ejército ruso, el Grupo Wagner ya llevaba ocho años combatiendo en el Donbás. Y pronto llegaron los reproches y acusaciones de Prigozhin a la cúpula militar, iniciando la escalada que desembocó en la marcha del ejército mercenario hacia Moscú.

La conquista de Bakhmut hizo que Prigozhin se sintiera Julio César al conquistar las Galias. Fueron mercenarios los que llegaron al centro de la nueva Stalingrado, por eso su jefe redobló las embestidas contra el generalato. Y al enterarse que se había decidido disolver al grupo Wagner o ponerlo bajo el mando del Ministerio de Defensa, Prigozhin decidió derribar la cúpula militar.

Marchar hacia Moscú por la ruta M-4 implicaba un riesgo inmenso. Por más poderosa que sea, una caravana militar en una ruta puede ser destruida desde el aire si no dispone de una fuerza aérea propia para defenderse en ese flanco.

La marcha a Moscú podía correr la misma suerte que la caravana del ejército iraquí que, en 1991, avanzaba por la Autopista 80. Aquel espantoso crimen de guerra masacró miles de militares y civiles iraquíes que marchaban desde la capital kuwaití hacia Basora. Aviones norteamericanos F16 dejaron kilómetros de chatarra chamuscada.

Lo mismo podía pasarle a la caravana Wagner, entonces ¿por qué Prigozhin marchó hacia Moscú? Porque la batalla a la que apostaba no se libraría en la capital de Rusia, sino en la cabeza del presidente.

Prigozhin creyó que, puesto en la disyuntiva entre él y la cúpula militar, su amigo y “socio” optaría por él. Lo que podía salir mal es que los generales Shoigu y Gerasimov derrocaran a Putin si lo veían cavilar. En ese caso, estallaría una guerra civil.

Prigozhin tuvo la misma convicción que Mussolini al lanzar su “Marcha sobre Roma”. Confiaba que Putin echaría a Shoigú y Gerasimov para darle el control militar a él, del mismo modo que Vittorio Emanuele III de Saboya dejó caer al primer ministro Luigi Facta, para entregarle el poder al Duce.

En el cálculo de Prigozhin, Moscú le abriría las puertas a sus mercenarios como Roma a los camisas negras en 1922. Pero Putin no actuó con Prigozhin como lo hizo el último rey de Italia con Mussolini. Aleksandr Lukashenko fue el mensajero que transmitió a Prigozhin un ultimátum: o deponía la rebelión o sería aplastado, algo posible porque una caravana sobre una ruta es blanco fácil para escuadrones de bombarderos. A eso, Lukashenko agregó la oferta de exiliarse en Bielorrusia.

Prigozhin comprendió su error y, en un santiamén, pasó de conquistador en marcha triunfal, a cobarde en fuga. Falta ver si sobrevivirá al rencor de Putin o, como tantos que desafiaron al presidente, muere envenenado, baleado o cayendo al vacío desde una ventana.

* El autor es politólogo y periodista.

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