Los argentino queremos exorcizar el pasado. Todos, y los jóvenes en particular que son quienes menos relación tienen con el pasado. En medio de la malaria reinante y en el mejor de los casos ser un “privilegiado” si al menos podés irte del país, todo lo anterior lo sienten ajeno. Es una actitud comprensible pero no necesariamente defendible.
No es que Milei exprese solamente la bronca acumulada. Admitamos, siendo tolerantes, que incluso se presente como una esperanza frente a la furia. como dicen sus seguidores más férreos. Pero la bronca está y estaba, antes de Milei y ahora con Milei, por razones sobradas, que tienen dos características en el espíritu de los argentinos: en lo superficial enojo o indiferencia, en lo interior profundo del alma algo parecido a la desesperación de ni siquiera poder ganarse el pan con el sudor de su frente aunque uno deposite todos los días su sudor en un trabajo mal remunerado, o que no pueda conseguir ningún trabajo y por eso lo llamen vago. Es jodida hoy la vida del pobre, mucho más que en otros tiempos. Y son muchos más los pobres.
Hablar de Milei es un tema casi nimio. Ya habrá tiempo de analizarlo personalmente cuando gobierne si llegara a ganar la presidencia, y ver sus capacidades hoy absolutamente desconocidas porque hacer una buena campaña no indica nada. Y tampoco ir con los vientos, porque no es él quien provocó los vientos, sino que los vientos lo vinieron a buscar. Encontraron en él un vehículo humano. A un hombre sin ese pasado al que todos quieren exorcizar. Por eso es mucho más apasionante indagar en las razones y sentimientos de los votantes que en los del probable votado. Al fin y al cabo la democracia es el autogobierno del pueblo, de los ciudadanos o de la gente (según guste usted llamar a los representados), quienes con el voto están haciendo uso de su potestad. Imposible objetar ello. Es la condición primera de la democracia, aunque no la única porque la otra igual de importante es la de contribuir con el voto a controlar el poder, incluso el que nosotros elijamos. Que eso es la República. Y República y Democracia son las dos caras de la misma moneda, al menos en el Occidente políticamente liberal al cual creo pertenecemos.
El que se vayan todos no fue la revolución francesa ni ninguna revolución, no sirvió de nada ni además se fue nadie. Encontraron nuevas formas de permanecer y de seguir haciendo lo mismo pero peor. Fue un grito de desesperación y a veinte años estamos pronunciando un grito parecido. Un borrón y cuenta nueva que clausure el pasado. Pero el pasado no se puede negar, está porque estuvo y seguirá estando, hay que procesarlo y transformarlo, no negarlo ni borrarlo. Sin embargo, hoy estamos en otro de esos momentos, y esta vez a diferencia de aquella vez del 2001/2 se ha encontrado a un hombre sin pasado, a un solo hombre, o con tan insignificante pasado público que se puede decir que es lo mismo que no tenerlo. No se sabe nada de él, no tiene experiencia pública alguna, repite ideas de una secta liberal más esotérica que económica que transforma los problemas profundos y complejos en simples y superficiales, pero encarna los deseos vindicativos de una sociedad harta. Una sociedad a la que la han llevado a tal extremo que no ve otra solución que cambiar un extremo por otro. Que apareció encarnado en una persona vista como providencial, Y frente a la magnitud casi bíblica de sus propuestas, un cambio ajustado a las posibilidades de la realidad es lo mismo que no cambiar nada para el imaginario colectivo de millones de personas. Sin embargo, no subestimemos a nadie porque muchos que lo votaron lo saben pero están dispuestos a arriesgarse porque sienten que no hay nada que conservar, y entonces, si no se lo puede cambiar todo, que al menos se destruya todo. Y luego veremos. Los kirchneristas nos han hecho volver al mismo lugar desde donde empezaron, pero mucho más empeorado. Tenemos que asumir esa realidad si queremos que la Argentina recupere un camino racional, con Milei o sin Milei. En un momento en que racional es visto como sinónimo de tibieza y/o de complicidad con el estado de cosas y sus responsables, a los que se quiere hacer volar por los aires. Por eso, se trata de algo mucho más importante que ganar una elección. Se trata de pensar cómo se podrá conducir colectivamente un país así, tanto se gane como se pierda.
Ha sido tan estrepitoso el fracaso colectivo de la Argentina en todo lo que va del siglo XXI, cuando menos, que a la gente no le alcanza con castigar solo a un gobierno particular por eso. En la bronca colectiva todos los protagonistas históricos de las dos décadas son considerados culpables por una sociedad que no se considera parte de ellos, con algo de razón porque son millones los que no han participado de los beneficios de la “casta”. Los representados han roto no solo con sus representantes políticos, sino contra cualquiera que represente algo. Y si hay una tendencia creciente hacia Milei es porque éste representa tan poco en lo que hace a su pasado que puede zafar, recibir el indulto popular. Pero él y solo él, en la medida en que ha pasado a ser “expresión” en vez de “representación” de las masas populares. Es el que desde arriba expresa a los de abajo, que no tienen en claro -tampoco tienen porqué tenerlo- como salir del colosal enredo. Milei debería tenerlo en tanto representante, pero en tanto expresión se puede permitir decir cualquier cosa y luego cambiarla por otra. Algo muy común en los que nos gobiernan. Pero a la vez Milei en tanto expresión puede condenar a quien quiera de la casta, o indultar a otros. Según su real parecer o entender, o según su conveniencia.
El hombre crece mientras más insulta a todos los que se ponen enfrente o a los que él decide poner enfrente porque le conviene. Pero si alguno reacciona y lo insulta, pierde. Milei gana cuando insulta y cuando lo insultan. Los otros si lo insultan pierden ni aunque lo hagan para defenderse. Y si lo quieren seducir, como intenta Macri y alguna vez hasta lo intentó Patricia Bullrich, también pierden cuando el libertario decide condenar a los que intentaron cooptarlo.
El pasado entero es condenado, es la suma del que se vayan todos más 20 años en que se consolidaron todos los que no se fueron, que fueron todos, según piensa una parte. en mi opinión hegemónica, de la sociedad y creciente. Diagnóstico, por otra parte, bastante correcto, aunque no lleva en sí mismo ninguna solución, Pero como nadie se salva de ello, la gente decidió recurrir a la salvación del cesarismo extremo: no una idea, no un partido, ni siquiera un Cristo con sus apóstoles. No, simplemente un profeta que maldice a todos y con eso le alcanza para posicionarse ante todos los de abajo y contra todos los de arriba, salvo los de arriba, los miembros de la casta, que él decida perdonar, que hasta esa potestad se le otorga. Aunque también es cierto que no puede trasmitir su carisma a ninguno que lo acompañe porque esos también son parte del pasado, y si la gente los acepta es porque él lo dice, pero solo yendo colgados de él pueden ser votados. Sólo él suma, el resto son colgados.
Milei fue apenas un CEO, ni siquiera eso, un asesor de Ceos en una empresa privada. Y un comentarista televisivo, un mediático de la tevé chismosa de la tarde. Y poco más. Ese es su pasado, lo suficientemente poco para que se lo indulte de la condena general al pasado, a todos los que tienen pasado, a cambio de que exprese la bronca colectiva de los millones que se sienten libres de tirar la primera piedra. Posiblemente con razón, en el sentido que ellos no son los responsables del caos. Aunque también es cierto, todo hay que decirlo pese a que no sea políticamente correcto, que ellos eligieron a los responsables del caos. Y que no pocos de esos millones deben parecerse a sus representantes. O sea, una cosa es, considerando a la democracia como autogobierno, aceptar la voluntad popular como la mejor (no perfecta, ni siquiera cerca) de las formas de decidir, pero otra muy distinta es liberar de toda culpa a las votantes de las responsabilidades de los votados. El autogobierno implica también responsabilidades de los que votan. El error principal es siempre de los que gobiernan, claro está, pero también de los que los votan, aunque sea una culpa menor. Por eso solo gritar la legítima indignación no es razón suficiente para construir un político a esa imagen y semejanza, mejor dicho, se puede hacer pero tendrá patas muy cortas y tiempos de vigencia muy limitados. Quien vota por bronca al poco tiempo trasladará la bronca a su supuesto salvador cuando desde arriba no haga algo demasiado distinto a lo que hacen los actuales. El voto es un derecho, pero también una responsabilidad, o sea que acarrea costos. Y sino miren como están pagando los ciudadanos de a pie, las consecuencias de sus votos de los últimos años.
No es que Milei sea un genio loco como él suele irónicamente decir de sí mismo. Cambió mucho más la sociedad argentina que él. Él no cambió, cambiaron los vientos, y cambió la sociedad. Todos se acercaron a él aceptándolo como realmente es. Fue el hombre y su destino, hoy más que representar (que está por verse) expresa la desesperación reinante y la forma desesperada de gritar para exorcizarla. Expresar es directamente ser como los que te votan ( o más bien los que te votan creen que sós como ellos), representar es ser su mediación en los niveles del poder. No se vota al igual sino al que se considera mejor para cumplir ese papel. Hoy se cree que el igual es el mejor porque se ha dejado de creer en todos. Y, desesperadamente, la gente no quiere dejar de creer también en sí misma. Por eso su bronca es su esperanza, la que deposita en una especie de salvador que suba al reino de los infiernos y escarmiente a la casta en nombre de los excluidos. Es bien religiosa la cosa. Y bastante lógico que sea así. Pero no necesariamente positivo.... Forse, chi lo sa?
Expresar en principio no sirve de nada, pero representar en estos momentos conlleva la sospecha que vós al mediar te podés pasar del lado de la casta y por eso es riesgoso hacer lo único que se puede hacer para cambiar las cosas desde el poder. Milei aunque gane por expresar a la sociedad, por ser su calco actual, tarde o temprano deberá representarla cuando deba gobernar y hacer cosas antipáticas, pero hoy “representar” no es buena palabra.
Las ideas de Milei son una variante del ultraliberalismo de derechas, una variante anarcolibertaria pero conservadora que entronca con Trump o Bolsonaro, aunque en la versión mileista es mucho más pequeña, es una secta cuasirreligiosa. Pero eso no importa demasiado aunque los pocos que la defienden ideológicamente son en exceso intolerantes porque defienden una verdad que consideran absoluta contra toda otra pretensión de verdad. Y al ser tan pocos, están prácticamente contra todos. Es muy sectaria la cosa como toda cosa chiquitita que se transforma en muy grande sin tiempo a procesar la transformación. Pero es probable que la versión mileista, de imponerse, arranque más hacia algo más masivo como un neomenemismo populista en reacción contra el estatismo casi demencial con que se ideologizó al país durante toda la era K. Un adoctrinamiento colectivo que al tenernos hartos nos hace identificar al Estado como al único responsable de nuestros males actuales. Idea falsa pero comprensible. El Estado sólo es malo cuando se lo idolatra, pero el mercado es exactamente lo mismo cuando también se lo idolatra. Y los mileistas lo idolatran, no lo ponen como medida de equilibrio contra un exceso de estatismo, algo enteramente lógico, sino como un ídolo que viene a reemplazar a otro.
No obstante, habrá que ver cuánto de eso se cumple en la realidad, de una sociedad harta de todo, pero dispuesta a seguir hartándose de sus nuevos salvadores si no le dan un pequeño desahogo a tanta malaria acumulada. Una sociedad que, contradictoriamente, quiere votar a un tipo que se dice anarquista y que propone acabar con el Estado, pero que al cual a la vez votan para que ponga “orden”, eso que hoy ha desaparecido porque ya estamos viviendo en un estado de anarquía con el no gobierno de los dos Fernández y del emparchador ministerial. Hoy, como en los albores del siglo, los que defienden el que se vayan todos quieren un orden y una conducción. Y el anarquista se ofrece a dárselas. Paradojas de la historia. Un anarquista ideológico contra el anarquismo real que vivimos.
En fin que se vota a un hombre sin pasado por odio generalizado hacia el pasado, pero es muy difícil condenar a toda una elite al pasado y creer que uno no tiene nada que ver con ello. El pasado suele vengarse de los que lo ignoran, aunque no sean parte de la elite o incluso aunque sean del todo inocentes de lo que nos ocurrió. O peor, suele ensañarse más con los inocentes que con los culpables, que es lo que exactamente pasó en estos 20 años, en la que los máximos culpables del desastre colectivo fueron los únicos que se hicieron millonarios a costa de la pobreza creciente de los de abajo. Entonces, ojo, porque la bronca en sí misma puede hacer simplemente que cambien unos millonarios culpables por otros que aunque del signo inverso se transformen en menos que cante un gallo en igual de millonarios y culpables. A veces los diagnósticos más correctos, sin las debidas precauciones, pueden ser el pasaporte más directo al infierno.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar