El Indio Solari, otrora líder de una de las bandas de rock más emblemáticas de nuestro país, acaba de brindar una nueva entrevista en “Caja negra”, el ciclo de conversaciones que revoluciona YouTube. Quienes hemos seguido con fruición su obra musical y, en menor medida, literaria, además de gran parte de sus entrevistas, no encontramos en ella nada nuevo: la megalomanía exacerbada, la cínica demagogia y las innumerables contradicciones se hacen presente una vez más. Ni su penosa enfermedad ni la inminencia de su muerte (de la cual habla excesivamente en sus canciones) parecen haberle humanizado: no cree en Dios, quizás, porque sería el equivalente a creer en sí mismo.
Hubo un tiempo, aunque usted no lo crea, en que el Indio Solari era coherente: su discurso condecía, medianamente, con su vida. Con el tiempo se fue convirtiendo en lo que él combatía a través de sus líricas; el dinero y los lujos ya no le resultaban vulgares, sino, como a casi todo el mundo, un privilegio al servicio del goce de la vida. Ya no denostaba el poder, sino que se codeaba con él. Solari, el músico antisistema, aquel que había expresado en diversas ocasiones que no creía en el artista militante, fue cooptado, como la mayoría de éstos, por el kirchnerismo. Los elogios a la “Señora” se hicieron constantes; también fueron ensalzados por el músico Aníbal Fernández y Guillermo Moreno (en la entrevista mencionada, celebró sin pudor que este último controlara los precios de las empresas y los comercios con pistola en mano), entre otros funcionarios de la era “K”. Asimismo, en un recital- antes del solo de guitarra del sonado “Jijiji”-, llegó a exclamar: “¡6,7,8!”, en alusión al programa de propaganda kirchnerista. El Indio, de esta manera, y por primera vez en su carrera, hacía público su apoyo a un gobierno (para él) popular. Los “desangelados” de los cuales hablaba en sus canciones habían encontrado, por fin, quién los representara.
Solari, así, se convirtió en la caricatura de un político de izquierda en la Argentina: desde la comodidad de su mansión y su pudiente existencia condenaba a los demás ricos por el hecho de ser ricos. La riqueza de los políticos kirchneristas, producto del más impúdico latrocinio, parecía no importarle demasiado. (Aquí me permito una pequeña digresión: Solari llegó a decir en un medio español, aunque parezca risible, que él sabía de la honestidad (sic) del gobierno presidido por Alberto Fernández y, por supuesto, de la administración de Néstor y Cristina. Que no se me malinterprete: ser kirchnerista, gracias a Dios o a la democracia, no es pecado ni tiene per se nada de malo; tampoco pongo en duda la honestidad intelectual de gente que ve en un proyecto nacional y popular el modelo más propicio para nuestro país; pero hablar de “honestidad” de los funcionarios del régimen kirchnerista me parece, debido a las irrefutables evidencias de corruptela, cuando menos, un comentario pernicioso y demagógico). Cuando Pergolini, en otra conocida entrevista, le inquirió sutilmente por su vida burguesa, el cantante replicó que se había ganado el dinero con su esfuerzo y con su arte, y siempre recalcando el carácter independiente de sus proyectos. Es decir, el Indio, que injuriaba en su autobiografía al capitalismo y al mérito, ahora los reivindicaba para sí mismo. Su riqueza estaba justificada; la de los demás, no: eran fortunas espurias, a costa del sufrimiento de los más débiles…El culmen de la cuestión, luego, llegaría con su famosa canción “El martillo de las brujas”. Allí, con un descaro absoluto, canta estos versos: “No será pecado aguantar/ que decidan de una vez derramar? / Barrio bonito, barrio cuidado. / La moderna soledad. / Barrio sereno y custodiado. / La compasión allí no está.”. Solari, que vive en Parque Leloir, uno de los barrios más exclusivos de Buenos Aires, si no de Argentina, apunta contra los ciudadanos que eligen vivir en barrios cerrados, endilgándoles –y esto me parece lo más grave- que no tienen compasión. La compasión no es monopolio de un estrato social, ni las personas hacendadas son todas inmorales e incompasivas. Inclusive él mismo pecó de insensible cuando, en plena cuarentena, y por apoyo explícito al gobierno de la dupla Fernández, les pidió a sus seguidores que se quedaran en sus casas. Y sí: es fácil quedarse en casa cuando uno vive en una mansión con pileta climatizada, tiene un estudio de grabación para hacer canciones, Netflix, Amazon, decenas de whiskys de primera línea- en los cuales Solari nunca escatimó- y el dinero sigue ingresando por derechos de autor…; otra gente, menos acomodada, no corrió la misma suerte: debió salir a trabajar, con el riesgo que eso conllevaba, para poder pagar las cuentas y alimentar a sus hijos.
El Indio Solari, el “artista añoso”, tendrá, nuevamente, la posibilidad de hacer canciones en contra del nuevo gobierno, tal como lo hizo con el macrismo en el poder. Después de cuatro años de silencio cómplice, durante los cuales lo más humildes (sus “desangelados”) sufrían por la inflación, la falta de trabajo, la pobreza y la indigencia, el Indio, el artista que se autoproclama no militante, disparará, otra vez, su artillería contra la entrante clase política. No obstante, no somos pocos los seguidores que, ante tamañas contradicciones y fraudulentas cualidades morales que exhibe el artista, lo seguiremos escuchando, claro, pero ya sin tomárnoslo en serio.
* El autor es licenciado en recursos humanos y docente.