“Y ya lo ve y ya lo ve / el que no salta votó a Milei” se cantó durante algunos de los shows previos a la actuación de The Cure el fin de semana pasado en el Primavera Sound. No era una mayoría del público sino un importante grupo que se agitaba frente a las vallas que protegían los escenarios.
Ocurrió durante los shows de Conociendo Rusia y del rapero Dillon. La mayoría eran jóvenes pero se trataba de un grupo multigeneracional, acordé al ecléctico line up del festival que se realizó en el Parque Sarmiento de CABA.
Algo similar a lo que ocurría durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando el grito de guerra era “Macri, basura, vos sos la dictadura”. A veces casi como un murmullo entre la multitud, otras, como un extendido mantra.
Sería la expresión presencial de algo que circula en las redes sociales desde el mismo momento que se conoció el resultado del balotaje que transformó al liberal Javier Milei en presidente electo de la Argentina. Las palabras resistencia o resistir están entre las más utilizadas por la militancia del actual oficialismo y por sectores intelectuales que sucumbieron ante la proclama con que intentó torcer el destino electoral: dictadura o democracia.
La mayoría de la sociedad (casi 56% en el país y 71% en Mendoza) decidió que la verdadera antinomia era entre la continuidad y el cambio. Más allá de preferencias personales habrá que entender que el 19 de noviembre sucedió lo lógico, Milei fue elegido presidente por una amplia mayoría de los argentinos o ¿qué otra cosa podía esperarse? Podría decirse que fue una muestra de salud cívica de una sociedad golpeada y angustiada. Lo contrario hubiera sido convalidar a un gobierno con resultados desastrosos en lo económico, lo social y lo político.
La mayor incertidumbre que mantiene la figura de Milei -además de su estabilidad emocional y de algunas ideas lanzadas durante la campaña que hacen dudar de su vocación democrática- tiene que ver con la estructura política que lo rodea para enfrentar un desafío que, al menos inicialmente, se presenta plagado de sacrificios y que hace vislumbrar una alta conflictividad.
Para esto Milei cuenta, hasta ahora, con un carisma y extravagancias que lo hacen atractivo también en el mundo. De hecho la prensa internacional tiene los ojos puestos en su figura que interesa aún más allá de las remanidas comparaciones con Donald Trump y Jair Bolsonaro. En principio tendrá que arreglárselas con eso y con el respaldo de un núcleo duro de 30% de la población, que aparece como insuficiente para encarar la tarea.
Es que, paradójicamente, la misma sociedad argentina que encumbró al León libertario como presidente, armó un verdadero Frankenstein político durante el extenso y fragmentado calendario electoral que arrancó en febrero y concluyó en noviembre de este año. La mayoría de los gobernadores e intendentes oficialistas fueron respaldados y, en los casos en que ganaron opositores, casi ninguno correspondió a La Libertad Avanza.
Asi, Milei no cuenta con gobernadores propios y apenas tres intendentes de su fuerza alcanzaron el sillón comunal en pueblos pequeños (Villa Cachay y Rayo Cortado, en Córdoba; y Buen Pasto, en Chubut). Para más, reúne menguadas bancadas en un Congreso de la Nación que será clave para la sanción de las leyes que necesitará para las reformas que anuncia. Luego de armar su gabinete, entonces, el primer desafío será poner en práctica aquello que afirmaba el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso: “Gobernar es explicar, explicar y explicar”.
No sólo será necesario para lograr acuerdos con otras bancadas, fundamentalmente con la de Juntos por el Cambio (más allá de quienes responden a Macri y a Patricia Bullrich) y de intentar atraer a los peronistas más centristas. Sino también para sostener a ese casi 56% que optó por el cambio, que decidió arriesgarse a lo desconocido antes que continuar con un sistema que ya padecen cada vez más argentinos.
Claro, el panorama no asoma como alentador: hay economistas que alertan sobre un próximo trimestre con inflación mensual cercana a 20%. “Va a haber una estanflación porque cuando hagas el reordenamiento fiscal va a impactar negativamente en la actividad económica”, ya advirtió el propio Milei. El inicio del camino parece plagado de malas noticias.
¿Podrá el libertario lograr lo mismo que, a su tiempo, los peronistas Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner? Esto es, que la mayoría de las fuerzas opositoras acompañen en el parlamento ese “paquete de leyes enorme” que promete para implementar políticas que saquen del desastre a la economía argentina. Compartan o no esas medidas.
No se trataría de un cheque en blanco ni de un aval a ciegas sino de un gesto que haga viable la gobernabilidad en un país fragmentado al extremo y con la sensibilidad social a flor de piel.