Una prueba más de que “las ideas de la libertad” de las que habla Javier Milei no son equivalentes al ideario liberal. El decreto presidencial que limita el acceso a la información pública fue rechazado por organizaciones que defienden las libertades y los derechos de la sociedad a informarse.
La palabra “libertad” está monumentalizada en el altar retórico ultraconservador, pero nunca se condice con el pensamiento liberal que enriquecieron lúcidos exponentes como Isaiah Berlin y Karl Popper. La libertad ultraconservadora está relacionada exclusivamente, de manera directa o indirecta, con lo económico. No ingresa en la totalidad del universo de la “sociedad abierta”.
Por eso Elon Musk, mientras se autoproclama paladín mundial de la libertad de información, guarda silencio frente al decreto del presidente argentino que obstruye el acceso a la información. Un derecho del que Milei hizo uso para atacar a Alberto Fernández por las oscuras y patéticas revelaciones sobre la privacidad del ex presidente en Olivos, pero ahora limita con un decreto porque la estrafalaria Lilia Lemoine lo amenazó con difundir videos de su intimidad.
El enfrentamiento entre Elon Musk y los presidentes del Tribunal Supremo y del Estado de Brasil resulta revelador. Las redes son el nuevo escenario de la guerra por el poder económico y el control político y social. El uso de los datos extraídos a los usuarios para alimentar algoritmos cada vez más adictivos muestra el poder de las plataformas. Y ese poder puede usarse para ejercer presión sobre Estados y gobiernos, para atacar disidencias y para potenciar liderazgos ultraconservadores que ensanchan la vereda que comparten líderes disruptivos como Trump, Bolsonaro y Milei.
Hay razones para cuestionar a Lula y también al juez supremo Alexandre de Moraes, pero parece claro que el dueño de Tesla maneja la influyente red social X para impulsar liderazgos políticamente afines y atacar a gobiernos con los que tiene conflictos de intereses.
El Tribunal Supremo lo acusa de incumplir con leyes de Brasil, mientras otras voces le reprochan infectar su red social produciendo fake news, mensajes de odio y escuadrones de trolls de alto poder ofensivo.
Más allá del debate que el tema merece, lo que sostiene el juez brasileño es avalado por una organización respetada: Reporteros Sin Fronteras.
Que X también esté prohibida por regímenes centroasiáticos, además del ruso y el chino, no quiere decir que Musk sea un paladín de la libertad de expresión. Sólo es un poderoso exponente del ultra-conservadurismo que supura liderazgos anti-sistema que tienen en común ser mesiánicos, agresivos, enemigos de la democracia liberal y convencidos de que todo lo diferente a ellos, es socialismo o comunismo.
Musk está en esa vereda. Por eso nada dice sobre las restricciones que, por decreto, acaba de aplicar el presidente argentino al acceso a la información pública.
Además de limitar la divulgación de hechos que considera privados, Milei también bloquea la divulgación de “deliberaciones preparatorias, papeles de trabajo o exámenes preliminares” sobre actos o temas del gobierno.
El dueño de la red X denuncia en Brasil un ataque a la libertad de información, pero al no decir nada sobre las medidas que la limitan en Argentina, pone en duda que sea un auténtico defensor del derecho a la información.
Kamala Harris también cuestiona a Musk y advierte que, de llegar a la presidencia, buscará limitar los mensajes de odio, la desinformación y los escuadrones que ejecutan linchamientos en la red.
Por cierto, la respuesta del empresario fue calificar de dictadora comunista a la candidata demócrata. Se puede estar o no de acuerdo con Harris, pero esa descalificación es objetivamente absurda.
No es la primera vez que un empresario inicia guerras personales contra gobiernos. En la primera mitad del siglo 20, los empresarios Minor Cooper Kheit y Andrew Preston fundaron la empresa bananera United Fruit, que creció hasta convertirse en un estado dentro de otros estados, derribando gobiernos, ordenando masacres y causando guerras entre países.
El levantamiento militar con apoyo de la CIA que en 1954 derrocó a Jacobo Arbenz, inició en Guatemala el proceso de inestabilidad que plagó América Central y El Caribe de dictaduras y de insurgencias que al llegar al poder se convertían en nuevas dictaduras, como ocurrió en Cuba.
Detrás del levantamiento que convirtió en dictador guatemalteco al coronel Castillo Armas, estuvo la United Fruit. Para involucrar a Estados Unidos en aquel estropicio criminal, había desplegado una campaña de desinformación en la prensa norteamericana, mostrando como comunistas a Jacobo Árbenz y a su antecesor, Juan José Arévalo, los gobernantes que intentaron hacer que el gigante bananero cumpliera con las leyes locales.
Es probable que, salvando las distancias, Elon Musk sea un equivalente actual de lo que representaron Minor Cooper Keith y Andrew Preston, los empresarios que convirtieron países caribeños en republiquetas bananeras.
* El autor es politólogo y periodista.