En su fugaz paso por nuestra provincia, Javier Milei no pareció haberle dedicado ni un segundo de atención al prestigioso público local asistente, apenas departió unos minutos formales con Alfredo Cornejo y a Mendoza o a los mendocinos no los mencionó jamás (aunque lo mismo hace en todos lados). Él estaba para librar su pelea personal, el lugar geográfico era lo de menos, su indiferencia hacia nosotros fue acabada, pero es su estilo. Ese estilo con el cual desde Mendoza se puso a boxear metafóricamente con Cristina actuando el doble papel que siempre protagoniza: el de jugador y árbitro a la vez. Ese que lo hace proclamarse a sí mismo como uno de los dos hombres más notables de la humanidad. Y que ahora, en esta humilde y por él ignorada provincia, lo lleva a declararse vencedor por nocaut al menos un par de veces contra la expresidenta. Es raro que teniendo a tantos seguidores, no encuentre quien lo proclame triufante en todas las batallas, en vez de hacerlo él mismo. Pero pudor no es precisamente lo que le sobra el libertario, aunque sea -entre todos los que tiene- un defecto menor, si lo es.
Cristina es una vieja loba de tierra y mar quien tiene prácticas que no se cansa de reiterar. En particular la de no ceder jamás el centro de la escena, aunque sea para que la critiquen. Su desesperación mayor es la de pasar a ser ignorada, olvidada, menospreciada. Que hablen de ella, aunque hablen mal o peor, es lo que pretende. Es lo que hizo siempre desde que dejó de ser presidenta, atacando con saña al presidente Mauricio Macri a quien efectivamente odia (siguiendo a Serrat, debe repetir todos los días “entre ese tipo y yo hay algo personal”), luego no dejó en paz ni un instante a su títere Alberto, al cual siempre criticó pero jamás ayudó. Y ahora la emprende contra Javier Milei, al que no odia como a Macri ni desprecia como a Alberto, sino que lo considera “su mejor enemigo”, su antípoda ideológica, aquel contra el cual vale la pena pelear. Lo respeta como no respetó a Macri o a Alberto. Lo cual está todo muy bien para Cristina, pero no necesariamente para Milei.
Tanto Jaime Durán Barba como el Santiago Caputo de Macri, Marcos Peña, estuvieron durante los cuatro años de su gestión diciéndole al entonces presidente que pusiera en el centro del ring, para combatir con ella, a Cristina Kirchner, cada vez que ocurriera un problema. Como la señora era piantavotos, en la comparación siempre los rounds los ganaría Macri y al centrar la oposición en ella, evitaría que se fuera formando o apareciera un opositor en serio que realmente pudiera competir por el poder. Se trató, el de los macristas, de uno de los más espectaculares errores estratégicos de todos los tiempos. Y ahora Cristina está intentando que Milei lo repita.
Cristina no mejoró su imagen jamás durante el gobierno de Macri, ni siquiera cuando éste empezó a retroceder malamente en las encuestas, pero supo jugar muy bien, quizá no al box, pero sí al ajedrez político. Esperó pacientemente su momento, y cuando lo consideró adecuado, la reina sacó de la nada un peón y con eso sólo le bastó para hacerle jaque mate a Macri y a su gobierno. Que era un gobierno flojo pero no tanto como para que Alberto le ganara en las PASO por casi veinte puntos de diferencia. Todo gracias a Cristina que se aguantó como una duquesa las críticas durante cuatro años, pero sin ceder jamás el protagonismo que un grupo de ignorantes asesores creyeron era la condición para la reelección de Macri. Que Cristina no deje que en la oposición crezca nadie. Que reine magníficamente ella, que no puede ganar. Pues bien, no solo ganó, sino que hizo ganar a un pigmeo cuya presidencia frente a la de Macri coloca a éste en el lugar de Alejandro Magno.
Con su show boxístico del viernes (plagado además de otras escenas de pésimo gusto) Milei está repitiendo la misma estrategia comunicacional de Macri y sus asesores: en este momento en que no hay opositores a la vista, ponerla a Cristina como la única y verdadera oponente. E incluso con la soberbia un tanto ingenua de creer que la señora de Kirchner lo estaba retando a un duelo económico. Cuando en realidad ella se hizo asesorar para escribir algunos apuntes sobre economía, pero está batallando en el campo político, que es lo suyo. Por lo cual, Milei le aplicó un par de nocauts en la parte económica, pero ella, a lo Nicolino Locche, le ganó por paliza en el terreno político, al lograr que el presidente la ponga en el centro del ring.
De tener algún sentido positivo la evolución política del país, Cristina hoy debería estar tejiendo prenditas para su nieta en sus ratos de ocio y contestando demandas judiciales en sus momentos laborales. Pero no hay nada que hacerle, cada vez que se ve resignada a ese merecido destino, alguien desde muy arriba la convoca como que si no se midiera con Cristina no sería del todo digno de ocupar el sitial donde lo ubicó el electorado. Y ella aprovecha muy bien la convocatoria.
Es cierto que Macri no se animó o no pudo confrontar claramente contra los conceptos fundamentales del sistema populista corporativo y de un estatismo ineficaz que Cristina Fernández representó y entonces le dejó una puerta abierta para que en la primera oportunidad ella le hiciera jaque mate, aunque lo efectivizara con un peón fallido. Mientras que ahora el gobierno de Milei parece estar yendo mucho más a fondo en el intento de abrir las puertas a un nuevo sistema político y económico en sus antípodas, básicamente liberal (aunque el presidente tenga en su cabeza un mejunje de ideas de las cuales la tradición liberal alberdiana -de lejos su mejor idea- se conjuga con otras bastante horripilantes, o cuando menos desopilantes).
En fin, que a pesar de todo, lo cierto es que parece que cada vez la historia le va cerrando más las puertas a la doble década kirchnerista, la va clausurando, sin que aún se sepa muy bien de qué se trata lo nuevo que está naciendo. Pero que, con más o menos participación de Milei, algo distinto parece surgir en el país, de lo cual el presidente quizá sea más efecto que causa.
De todas formas, a modo de consejo final, por si las moscas, no fue bueno y no tiene porqué serlo ahora que los pícaros estrategas comunicacionales aconsejen a los que hoy están arriba en las encuestas, confrontar con los que están más abajo, menos si se trata de Cristina Kirchner, que ha demostrado una sobrevida política estimable. Dejen que ella, que tiene su indiscutible talento, se las arregle para ir tirando en las cosas del poder. En vez de invitarla a boxear creyendo que con Cristina se tiene el nocaut asegurado. De vanidades excesivas está empedrado el camino del fracaso.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar