El pantano de sangre eslava

A un año de iniciado el conflicto, está claro que jamás el mundo estuvo tan cerca de una conflagración nuclear. El riesgo ya ha superado al que escaló en 1962, por la llamada “crisis de los misiles”.

El pantano  de sangre eslava
Se cumple un año de la guerra en Ucrania. Cohetes rusos lanzados contra Ucrania desde la región rusa de Belgorod. (AP)

La guerra cumple un año con Rusia blandiendo la espada nuclear y apuntando sus cañones a Moldavia.

No logra aplastar la resistencia ucraniana y, con la visita de Joe Biden, Estados Unidos anunció que mantendrá el envío masivo de armamentos al país invadido hasta que el ejército invasor se repliegue.

La respuesta de Vladimir Putin fue la suspensión del New Start, que firmado en Praga por Obama y Dmitri Medvediev, era el único tratado de desarme que quedaba en pie.

A un año de iniciado el conflicto, está claro que jamás el mundo estuvo tan cerca de una conflagración nuclear.

El riesgo ya ha superado al que escaló en 1962, por la llamada “crisis de los misiles”.

Al mismo tiempo que amenaza con el único arsenal ruso que supera al de Estados Unidos y sus aliados, el nuclear, el jefe del Kremlin señala a la pequeña ex república soviética que se sitúa entre Rumania y Ucrania.

La región separatista de Transnitria es pro-rusa y ofrece un punto desde el cual lanzar una ofensiva contra Odessa para arrebatarle a Ucrania la costa sobre el Mar Negro como le arrebató la costa sobre el Mar de Azov al conquistar Mariupol.

La guerra está estancada y ambas fuerzas se hunden lentamente en un pantano de sangre eslava.

El viaje de Biden anunció que la OTAN seguirá sosteniendo la resistencia ucraniana con armas y municiones.

La respuesta de Putin fue en el terreno en el que Rusia supera en arsenales a las potencias de Occidente.

¿Cómo se llegó al momento de mayor riesgo de guerra nuclear en la historia?

¿Cuál fue el trayecto hacia el campo de batalla?

La guerra es la consecuencia de las políticas de injerencia en Ucrania que comenzó ni bien se firmó el Tratado de Belavezha, por el que se disolvió la Unión Soviética en 1991.

Los primeros presidentes de la Ucrania pos-soviética, Leonid Kravchuk y Leonid Kuchma, debieron lidiar con las presiones de Moscú y los dos actuaron para blindar la independencia de Kiev respecto a la Federación Rusa en dos momentos claves: en el Tratado de Belavezha, el presidente Kravchuk consiguió que Moscú aceptara que Ucrania conserve las fronteras adquiridas en la década del 50 dentro de la URSS, o sea conservando la soberanía sobre todo el Este y el sur, desde el oblast de Jarkov (en el noreste) hasta la Península de Crimea, con toda la costa norte del Mar de Azov.

Kuchma hizo otro aporte a la consolidación del mapa ucraniano que se conformó en la era soviética: al aceptar lo que demandaba Moscú con el apoyo de Washington y Londres, cedió los arsenales nucleares soviéticos a Rusia, pero en el Memorándum de Budapest hizo incluir un nuevo compromiso ruso de respetar las fronteras establecidas bajo el liderazgo de Nikkita Khrushev en la URSS.

Kushma, que también había dado los primeros pasos importantes de acercamiento societario con la Unión Europea, obtuvo ese compromiso de Moscú antes de entregarle lo que constituía el tercer arsenal nuclear más grande del mundo.

La continuidad de las injerencias rusas hicieron crecer a la dirigencia más abiertamente anti-rusa.

Para que gane en las urnas el pro-ruso Partido de las Regiones, agentes al servicio del Kremlin envenenaron a Viktor Yushchenko, candidato a la presidencia por la facción contraria a Moscú.

Sobrevivió pero con el rostro deformado por el veneno (dioxina).

Y como Yushchenko se impuso al candidato pro-ruso Viktor Yanukovich, se perpetró el fraude que hizo estallar la llamada “Revolución Naranja”.

La elección se repitió y ganó Yushchenko, encabezando el gobierno que impulsó los acuerdos de asociación económica con Europa.

A la siguiente elección la ganó el pro-ruso Yanukovich, pero prometiendo ratificar e implementar el acuerdo alcanzado con Bruselas para la asociación económica entre Ucrania y la UE.

Por eso, cuando bajo presión de Moscú anuló los acuerdos con la UE, estalló la “revolución del Maidán” que lo derribó en el 2014.

Los siguientes gobiernos fueron adversos a Moscú, pero Vladimir Putin se adelantó a la pérdida de control sobre Kiev y realizó en el 2014 la ocupación y anexión de Crimea, además de incrementar el fomento a la actividad separatista en Donetsk y Lugansk.

Según líderes disidentes rusos, como el encarcelado Alexei Navalny y el asesinado ex vice-primer ministro Boris Nemtsov, el ejército ruso incrementó la infiltración de militares en Donestk y Lugansk para fortalecer al separatismo en guerra contra el ejército ucraniano.

Hace exactamente un año, Vladimir Putin dio el siguiente paso: la invasión de Ucrania, iniciando la guerra cuyo final aún no se vislumbra y está ahogando miles de vidas en un pantano de sangre eslava.

* El autor es politólogo y periodista.

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