Días atrás concurrí a la Biblioteca San Martín a consultar un volumen. Mientras lo buscaban, aproveché y visité el salón central de lectura. Cerca de la cabecera de un mesón, una mujer mayor leía un libro que no alcancé a ver. Me senté a unos metros mientras esperaba. La mujer levantó la vista y me miró. Le pregunté qué leía; ignoró la pregunta y me dijo que temía que la Biblioteca se perdiera para siempre.
Cuando le pregunté por qué, bajó aún más la voz. Me arrimé: me dijo que visitaba seguido el lugar y que “sabía cosas”: volúmenes de la hemeroteca que se remontan al siglo XIX que no se encuentran preservados; las más de cien joyas bibliográficas robadas hace más de quince años nunca se recuperaron y las actuales también corren peligro ya que no hay dinero para comprar los materiales que requieren su cuidado.
Encontraron mi volumen. Me despedí de la mujer y antes de dejar el edificio pregunté por la colección de Antonio Di Benedetto. Yo había repasado los últimos años de la vida del periodista y escritor en dos juicios por delitos de lesa humanidad celebrados en Mendoza en los que actué como fiscal (Di Benedetto fue secuestrado el día del golpe militar; por sus allegados me enteré que un torturador, por diversión, diariamente le pegaba en el mismo lugar de la cabeza; liberado, se exilió en Francia y en España; en 1984 volvió al país; esos golpes terminarían ocasionándole la muerte). Sabía que sus papeles, al igual que la de otros escritores mendocinos, se encontraban en la Biblioteca. Pregunté si estaban digitalizados; me contestaron que no porque no había dinero para hacerlo.
Si, como me dijo la mujer en la sala, ni la hemeroteca ni las obras importantes se encuentran digitalizadas y las joyas bibliográficas no están conservadas como corresponde, el pasado de Mendoza compilado en los miles de volúmenes de la Biblioteca Pública “General San Martín” está en peligro. Pensé en introducir un fragmento de algún escritor referido al pasado. Me pareció pretencioso y desistí; pero no pude evitar la tentación y encontré uno, no muy lejano. Está en la novela Los suicidas de Di Benedetto, cuando se burla de un reloj que hay sobre la puerta de una morgue. Cuando digitalicen su obra, cualquiera lo podrá leer.
Dante M. Vega
D.N.I. 17.098.025