El gran acuerdo interno que permitió que Emir Félix acceda en breve a la presidencia del Partido Justicialista (PJ) de Mendoza supone un cambio del eje ordenador de los grupos de influencia; pero hasta ahora, nada indica que pueda producirse un drástico cambio de rumbo respecto a su vínculo con el electorado.
Los Félix (Emir, ex intendente de San Rafael y hombre fuerte junto a su hermano, Omar, con quien alternó el poder en ese departamento que hoy sigue conduciendo) han construido un proyecto político de fuerte arraigo en el Sur, que supo defender ante los sucesivos embates del cornejismo, pero que sin embargo nunca logró impregnar en el resto de la Provincia.
Mucho menos en la impronta política del peronismo. De hecho, Omar ya presidió el PJ, fue candidato a gobernador y legislador nacional, pero pese a su experimentada foja de servicios, no logró encolumnar al resto de los peronistas mendocinos en esa efectiva lógica sureña que combina gestión con compresión de las variables productivas. Liderazgo y cercanía.
Ahora lo volverá a intentar Emir tras el contexto de debilidad en que quedó el peronismo luego de la elección de 2023 que forzó a nuevos reagrupamientos con la idea de desplazar (sin que se viera como tal) de la conducción partidaria el influjo de Anabel Fernández Sagasti y La Cámpora. Así, los intendentes peronistas que además incrementaron su número el año pasado, intentan dar un paso al frente para sintonizar con los mendocinos como lo hacen en sus departamentos. Una especie de obsesión frustrada para la cual no encuentran solución.
Para eso, la acción silenciosa del ex vicegobernador Carlos Ciurca parece haber sido decisiva, aunque por lo visto, insuficiente. Tanto el sector sindical referenciado en la CGT como el Movimiento Evita no acompañan esta nueva etapa en disconformidad con la participación que -dicen- les ofrecieron pero no concretaron. Malicia aparte, hay quienes aseguran que el peronismo sin los trabajadores organizados ni los movimientos sociales es sólo un cónclave de burócratas ambiciosos... Ese es el atorado nivel de la discusión interna del PJ que tampoco quedará saldado en esta instancia.
Más allá de ello, este nuevo andamiaje peronista surge bajo la especulación de un acuerdo cruzado que habría favorecido su cristalización. El apoyo en Mendoza de La Cámpora a Félix como contrapartida del respaldo de la nueva conducción local al intento de recuperación nacional con Cristina Kirchner como presidenta del PJ, y por ende, líder de la oposición a Javier Milei. Como se advierte, una especie de pacto de no agresión que deja al partido local en la misma incómoda posición con la que fue señalado en el pasado: el de ser el artífice de un kirchnerismo castigado, cuestionado y perdedor tras la patética experiencia de Alberto Fernández. O la irresponsable gestión económica de Sergio Massa.
Tal vez ello advirtieron los Félix esta semana, tras la anunciada participación de Omar en la lista partidaria nacional de CFK que parecía comprobar esa hipótesis, y que con el correr de las horas se transformó en renuncia al no haberse logrado la unidad entre Cristina y el inesperado retador riojano, Ricardo Quintela.
Mientras tanto, aquí el mensaje de Emir se centró en la crítica a Cornejo y la apertura de puertas para todos aquellos peronistas desencantados, más que a producir una profunda autocrítica del pasado reciente. Una revisión que debería incluir los reproches no dichos a la centralidad del proyecto K y esa especie de incapacidad para un relanzamiento autónomo, capaz de identificar más a los mendocinos que a la disputa del conurbano bonaerense (con sus guiños y particularidades) en la que habitualmente se define el rumbo peronista del país.
Una vez más, la interna nacional vuelve a condicionar el andamiaje del peronismo mendocino, y lo que es peor, de concretarse la victoria interna de Cristina seguirá obligando a todo el partido en el resto del país a asumir sus modos y posturas, sin demasiado beneficio de inventario.
Es allí donde el reaparecido aura de la dos veces presidenta interfiere y tensa. Condiciona. Es que lejos de abstraerse de una interna nacional que aquí muy pocos desean, el estado de las cosas supone algo peor para el PJ local: un alineamiento silencioso, casi culposo, como para disimular distancia con el kirchnerismo, pero que en definitiva no parece ser el golpe de timón que se esperaba en una provincia que en el balotaje votó a Milei en un 71%.
Un reacomodamiento pero no una redefinición peronista como la que en 1985 generó José Octavio Bordón al perfilar un partido de raíz local, que adaptó la vieja doctrina a los nuevos aires republicanos que corrían tras la recuperación democrática. Ese peronismo que todavía hoy es añorado en cada análisis serio.
Quienes conocen el entramado partidario aseguran que, en todo caso, esta es una primera fase en busca de un mejor contexto que asegure el reordenamiento interno y la posibilidad de generar una estructura competitiva para 2025, y en especial para 2027, cuando se elija gobernador.
En ese escenario, es llamativa la actitud del maipucino Matías Stevanato, que si bien y públicamente dio su aval al desembarco de Félix (“con firmeza y convicción”), luego adujo otras razones para llamarse a silencio y no integrar el Consejo Provincial partidario en la que sí están sus colegas intendentes. La movida reflotó viejos temores sobre su figura, cuando hace un par de años renunció a presidir el partido tal como estaba acordado para confrontar con el kirchnerismo y dejó un importante sector (el mismo que ahora entroniza a Félix) sin candidato. Sin dudas, Stevanato sopesa cada decisión en virtud de un plan mayor: representar al peronismo para suceder a Cornejo en 2027, pero estas maniobras “escapistas” atentan contra la previsibilidad de un líder en construcción.
Lejos entonces de la pretendida unidad en el inicio de un camino autónomo, netamente provincial y prescindente de las modas nacionales, el PJ abre las puertas a un nuevo proceso de conducción que sólo se propone recuperar jugadores para intentar ganar aunque sea un partido. Una módica apuesta para un equipo que, al menos en Mendoza, parece querer dejar de lado su histórica vocación de poder.
* El autor es periodista.