El Dr. José Figueroa Alcorta es uno de los grandes olvidados de nuestra historia. En el imaginario colectivo del argentino promedio, su nombre es asociado a alguna calle o avenida, cuando podría ser recordado por algo más llamativo: fue el único argentino que estuvo a la cabeza de los tres poderes.
Nació en Córdoba el 20 de noviembre de 1860 y tras ser diputado nacional se convirtió en gobernador de su provincia con sólo 35 años. Posteriormente llegaría un banco en el senado y la vicepresidencia, junto a Manuel Quintana. En 1906 la Revista “Caras y Caretas” lo describía de modo irónico:
“Hombre de ideas concretas en el mundo político, esta rápida adaptación a las circunstancias (…) no sólo dispone de un regular bagaje jurídico, sino que además es corto de vista, aunque no bizco, lo que no impedirá que se le vaya un ojo cuando le convenga (…) siendo cordobés de legítima cepa y roquista por añadidura, posee el buen gusto de ocultar la tonada (…) Se le augura a este hombre de peso (lo menos ochenta y tantos kilos) una vice reposada, sin más problemas”.
Pero lejos de eso su vicepresidencia no fue relajada, al punto de que tras morir el presidente Manuel Quintana tuvo que hacerse cargo del país. Entonces comenzó una lucha apasionante con Julio Argentino Roca por el poder. El tucumano fue vencido por primera vez en muchos años y desde ese momento el destino de los argentinos dejó de estar en sus manos como había sucedido durante los últimos 30 años, aun cuando no gobernara directamente. José Figueroa Alcorta logró imponer a Roque Sáenz Peña como su sucesor y la democracia comenzó a jugar la partida.
Pero regresando a su breve presidencia, durante la misma tuvieron lugar varios hitos entre ellos el festejo del Centenario en 1910. Ese mismo año se inauguró el Trasandino, tren que comunicaba a Mendoza con Chile y por primera vez se produjo una comunicación con el Viejo Mundo a través del Cable Argentino a Europa Vía Ascensión.
Tras dejar la presidencia fue nombrado embajador en España. En 1915 ya estaba de regreso en Argentina para convertirse en ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Quince años más tarde -un día antes del Golpe de Estado que depuso a Yrigoyen- fue nombrado presidente de dicho organismo. Permaneció en la Corte Suprema hasta su muerte, ocurrida el 27 de diciembre de 1931.
Como todo ser humano José Figueroa Alcorta fue un hombre con errores y aciertos, llegó a la presidencia de manera fortuita pero demostró que tenía la capacidad de honrar el cargo. Bien sabemos que no de todos se puede decir lo mismo.