El retorno de la geografía

La prioridad por la geografía ha llevado al gobierno chino a incorporar a África y América Latina, aunque no haya conexión histórica con el proyecto

El retorno de la geografía
Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis (izquierda) junto al presidente de Turquía, Recep Erdogan (derecha).

Uno de los más reconocidos especialistas en temas estratégicos, Robert D. Kaplan, publicó en 2012 un trabajo titulado “La Revancha de la Geografía”.

Su tesis central es que esta disciplina, que había quedado desplazada como clave en las relaciones internacionales por la globalización y la difusión y extensión de las comunicaciones tecnológicas, estaba retornando.

Los 18 años posteriores a la Caída del Muro había predominado la idea de la deslocalización, es decir que el lugar físico donde se realizaba una actividad era secundario. En el largo plazo, las materias primas iban a bajar, siendo sustituidos por los valores económicos de la tecnología. En consecuencia el territorio no era la variable relevante para determinar el poder de una nación.

Pero simultáneamente, mientras que a comienzos del Siglo XXI se había impuesto esta idea en círculos políticos e intelectuales, se desarrollaba la tendencia exactamente contraria.

Los 7 países ribereños del Ártico dividieron el lecho con un criterio nacional en base a un acuerdo entre EE.UU. y Rusia, materializado en el campo de los negocios con Gazprom, la petrolera estatal rusa.

En el Mar del Sur de China surgieron las islas artificiales de dicho país, a partir de las cuales reclama soberanía marítima en su entorno, situación que genera conflictos con distintos países (Vietnam, Filipinas, etc.) que son apoyados por EE.UU.

A finales de la segunda década del Siglo XXI los países ribereños del Mar Caspio, encabezados por Rusia, se dividieron con criterios nacionales el subsuelo del mismo.

El espacio también vivió el mismo proceso, cuando en la primera década del Siglo XXI un proyectil chino destruyó un satélite de esta nacionalidad, EE.UU., Japón, Corea del Sur, Australia y sus aliados denunciaron una agresión militar china porque introducía el factor militar en este campo.

En el Siglo XXI tuvieron lugar las guerra de Afganistán, la Segunda Guerra del Golfo, la prolongada guerra de Siria con intervención internacional, etc.

Estos son algunos de los hechos que ratificaron que la geografía terrestre, marítima -incorporando el subsuelo- y aérea -en un nuevo estadio del concepto territorial- implicaban el retorno de la geografía como factor decisivo en las relaciones internacionales.

El conflicto entre EE.UU. y China por la hegemonía global también se desarrolla en el plano de la geografía.

Cuando en 2012 el hoy candidato demócrata Joe Biden como vicepresidente de Barack Obama, dijo tras una cumbre en China que “Estados Unidos es y será la potencia del Pacífico”, marcó claramente el eje del conflicto. La

Sobre este cuadro, en el campo marítimo irrumpió el mencionado conflicto del Mar del Sur de China, agregándose con menor potencialidad de conflicto el del Mar Oriental de este país. En el ámbito terrestre, al finalizar la segunda década del Siglo XXI escalaron el conflicto de Hong Kong y Taiwán. En ámbito espacial, aumentó la nacionalización de la carrera por el control del espacio. Pero es el concepto de Eurasia, un solo continente, el que rige la visión geopolítica china. Así lo demuestra el proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”, que es esencialmente geográfico. El corredor, que toma como antecedente la ruta a través de la cual se comerciaba la seda desde el Extremo Oriente hasta el Atlántico, se ha transformado en el Siglo XXI en un sistema de comunicaciones que incorpora vías férreas, aeropuertos, puertos y rutas cruzando Eurasia de este a oeste. Ya 13 de los 27 países de la UE se han sumado al proyecto, así como numerosos países de Asia, Medio y Cercano Oriente, y Asia Central.

La prioridad por la geografía ha llevado al gobierno chino a incorporar a África y América Latina, aunque no haya conexión histórica con el proyecto.

Simultáneamente, la ocupación de Crimea por Rusia y la secesión de Ucrania confirmaron que los conflictos de soberanía terrestre están lejos de haber terminado, y que incluso llegan a estar a las puertas de Europa, con Rusia como principal protagonista.

En este contexto, en medio de la pandemia irrumpe el conflicto entre Grecia y Turquía por la explotación de recursos energéticos en el subsuelo del Mediterráneo Oriental.

Es paradójico que este conflicto recrudezca justo cuando la pandemia ha producido una baja sustancial en el precio de estos recursos. Este conflicto, que tiene como ámbito principal la geografía, se refuerza por la historia (el choque entre el Imperio Bizantino y el Imperio Turco durante varios siglos del segundo mileno). Una particularidad de esta disputa es que involucra a dos países miembros de la OTAN que ya tuvieron un conflicto bélico a fines de los años sesenta por la soberanía de la isla de Chipre, que hoy se encuentra dividida en dos países a consecuencia de ello. Hoy buques de guerra franceses y griegos realizan ejercicios conjuntos en la zona de conflicto y también lo hace una flotilla turca. Italia y España apoyan la posición griega pero sin desplazar efectivos militares. Alemania lo hace en forma más prudente, ya que teme una reacción turca de enviar varios millones de migrantes, a los cuales impide el acceso a Europa, acuerdo con Berlín mediante.

Geografía, historia y el aspecto bélico se combinan como ha sucedido a lo largo del tiempo. El hecho también pone en evidencia las dificultades políticas que hoy enfrenta la Unión Europea frente a la dictadura de Bielorrusia, al adoptar sanciones que no tienen efecto sobre el gobierno de este país, respaldado hoy por Rusia.

Por otro lado, frente a Turquía, los diferentes grados de interés de los países evitan una unidad de acción en el conflicto del Mediterráneo Oriental.

Este conflicto también muestra cómo en el siglo XXI han surgido potencias regionales en base a un concepto de influencia geográfica, como es el caso de Turquía. El Imperio Turco se desarticuló a lo largo del Siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Turquía, que fue un imperio global, pasó a ser una nación que perdió el protagonismo de otrora, e incluso su influencia regional.

Toda tendencia tiene excepciones.

El hecho politico más relevante que ha tenido lugar en América Latina en estos días, es el éxito del Nicolás Maduro, logrando dividir la oposición, al decidir un sector de ella liderado por Henrique Capriles participar en los comicios legislativos, aislando así al gobierno provisional de Juan Guaidó, lo que puede permitir al régimen chavista, perpetuarse en el poder, mediante una eiección supuestamente legitimada. Lo más llamativo es que el acuerdo lo logró el Canciller de Turquía. No por la geografía, la cual no tiene relación con esta región, sino por su creciente rol de potencia mediana, que aspira a pesar más en el escenario global.

* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Especial para Los Andes

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