“Todos están aquí sentados a una mesa con la enorme responsabilidad de pensar la Mendoza de aquí a 30 años”, fueron las palabras del gobernador Rodolfo Suárez a un año de su asunción, en la primera reunión del Consejo Económico, Ambiental y Social (Ceas). Lo escucharon 86 representantes en el auditorio Ángel Bustelo el 10 de diciembre del 2020.
Quedan 28 años. Los primeros dos reflejaron las dificultades que tuvo el órgano colegiado no vinculante para ser una usina de propuestas. Pero el tiempo pasa. Seguimos viendo cómo este recurso se dilapida en despachos que tienen la gran oportunidad de generar cambios que le mejoren la vida a la gente.
Entre los enunciados y proyectos que se propusieron en el Ceas, más de uno podría ser cuestionado porque no se acercan a los verdaderos problemas estructurales de la provincia. Pero bueno, empecemos con algo. Entre marzo y abril se sometieron a votación los ocho proyectos que se había discutido durante varios meses en el seno de las comisiones conformadas. Y siguió pasando el tiempo sin un solo avance hasta mediados de julio, mes en el que se entregaron a las distintas reparticiones para su ejecución.
¿Y qué pasó? El tiempo. Estamos a poco de terminar el año y difícilmente veamos alguna de las iniciativas implementada y exponiendo indicadores. Pero esto no es nuevo en Mendoza, en donde a los hechos importantes, parece, hay que saber esperarlos en la era de la modernidad. Curiosamente, antes se tardaba menos.
“A los funcionarios del siglo XIX les tomó casi 3 años instalar unos 200 kilómetros de vías y cinco, completar un recorrido fijado por ley de más de 700 kilómetros. A los del siglo XXI les llevó casi 3 años, 14 kilómetros del Metrotranvía”, refleja una nota publicada por este medio en junio del 2015.
Entonces escuchamos que hay que debatir sobre los grandes problemas de Mendoza. Puede ser, pero también hay que hacer algo. Y una gran oportunidad era el Ceas porque había logrado sentar a referentes de los distintos sectores para discutir y articular. Al “Modo Mendoza” le gusta esto.
El tiempo fue pasando sin ver un músculo que dotara de dinamismo al órgano consultivo, o al menos el que esperaban muchos que provienen del sector privado, acostumbrado a otro ritmo. “Se perdió la confianza” confesó un representante. “No insisto más”, reconoció otro. Y así se podrían ir recolectando testimonios. Algunos han llegado a las autoridades del Ceas.
Desde la cúpula miran el vaso medio lleno exhibiendo que una estructura con tantos actores necesita su tiempo para que funcione con mayor agilidad además de resaltar que los proyectos avanzan. Se miran entre representantes y autoridades esperando la orden de empujar el carro porque así como se habla de falta de decisión política, también se habla de un órgano que debe funcionar por sí mismo, motorizado por las comisiones. Y seguimos perdiendo tiempo, y también el entusiasmo.
Otros lo capitalizaron, a toda velocidad. Hace pocos días, la Red de Polinizadores juntó a los 18 departamentos para firmar un acuerdo y comprometerse con la huella de carbono, una acción netamente ambiental. Hay dos caras conocidas. Rafael Kemelmajer integra el Ceas al igual que el intendente de la Ciudad de Mendoza, Ulpiano Suárez.
La comisión que preside el jefe comunal impulsó una gestión climática provincial, con inventarios de gases de efecto invernadero además de planes de acción climática que debía ejecutar la Secretaría de Ambiente. ¿Y qué pasó? El tiempo. Aparecieron las organizaciones y las comunas abrocharon un acuerdo por afuera del Ceas. Después veremos los resultados. Aunque el ejemplo sigue siendo válido.
Así como esperamos años por asfalto o diques o vías, todo se encamina a seguir esperando acciones concretas para cambios estructurales. Y seguirán habiendo foros, congresos, debates, pero sin acciones nada cambia y el tiempo sigue pasando.
Hay que usar el tiempo para evitar que las generaciones jóvenes se vayan, para mejorar los indicadores de crecimiento, para haya que menos pobres, y así podríamos seguir. Nos preocupa el agua que se escurre, pero no nos impacienta el calendario y cómo las hojas se van arrancando todos los meses, años. Ese es un indicador, el del tiempo que pasa, y no vuelve.