Era un hijo de la Nakba, palabra que significa tragedia, o catástrofe, y es como llaman los árabes a la expulsión de miles de palestinos de sus hogares en la porción de Palestina que quedó dentro del Estado judío fundado en 1948.
Hace 62 años nació en Jan Younis, uno de los campos de refugiados para los palestinos desplazados que se estableció en la Franja de Gaza cuando ese territorio estaba bajo dominio egipcio. Fue elegido personalmente por el jeque Ahmed Yasín para integrar Hamás, la organización islamista que creó tras la primera Intifada para enfrentar al Estado judío, con el objetivo de destruirlo y echar a los judíos de toda Palestina. Pronto Yahya Sinwar llegó a comandar la llamadas Fuerzas de la Gloria, encargada de asesinar a los palestinos sospechados de “colaboracionistas”.
Por hacer secuestrar y ejecutar a cuatro palestinos y a dos soldados israelíes con los que estaban reunidos, fue atrapado y condenado a varias cadenas perpetuas en Israel. En la cárcel escribió La Espina y el Clavel, una novela en la que no se luce como escritor pero muestra con claridad la dimensión oceánica de su odio a Israel y de su voluntad de luchar hasta la destrucción total del Estado judío.
Veintidós años más tarde logró ser incluido en el canje por el cual Hamás devolvió a Gilad Shalit, un joven soldado al que había secuestrado y retenido en Gaza, a cambio de la liberación de 1.026 yihadistas y activistas palestinos que estaban en prisiones israelíes.
De regreso en la Franja de Gaza, fue uno de los más férreos impulsores de la estrategia de martirizar al pueblo gazatí para que Israel sea aislado y repudiado en el mundo. Estuvo detrás de todos los bombardeos con misiles Qassem lanzados cada tres o cuatro años desde gaza a Israel, con el objetivo de provocar la respuesta israelí que siempre causó destrucción y muerte a los civiles palestinos. Por eso los gazatíes nunca tuvieron refugios antiaéreos, ni alarmas que les avisen los bombardeos, ni sistemas de defensa antimisiles que aminore la letalidad de las represalias de Israel.
Cuando logró convertirse en el jefe total en la Franja de Gaza, tras la partida y radicación en Qatar de Ismail Haniya, desde donde ejerció el liderazgo político de Hamás, Yahya Sinwar comenzó a preparar la mayor y más cruel de las provocaciones criminales a Israel, con el objetivo estratégico de generar la más criminal de las represalias del Estado judío. Cuando estuvo acabado ese laberinto del Minotauro que es la red de túneles que cubren varios cientos de kilómetros por debajo de la Franja, lanzó el pogromo sanguinario aquel 7 de octubre.
Lanzando decenas de misiles obtenía respuestas que dejaban decenas de muertos y muchos edificios destruidos, porque los misiles que respondían desde Israel iban guiados por radar al lugar de donde habían sido disparados los otros, y esos lugares siempre eran hospitales, escuelas y sitios densamente poblados.
Por eso, si en lugar de cohetes que serían en su mayoría interceptados por la Cúpula de Hierro, Hamás lanzaba una invasión a las aldeas que están al alcance de la Franja de Gaza, y en esa operación relámpago masacraba y violaba con desenfrenada crueldad, además de secuestrar a cientos de israelíes para encerrarlos en sus túneles, la respuesta del Estado judío podía ser una operación militar devastadora, que por matar a decenas de miles de civiles, entre ellos muchos miles de niños, dañaría gravemente la imagen de Israel ante el mundo. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.
Sinwar logró dar a Israel el peor golpe bélico de su historia y también el mayor daño a la imagen del Estado judío en el escenario internacional. Pero acaba de pagarlo con su vida.
Finalmente, Israel logró matar al hombre por el que se lanzó a esta catastrófica guerra, la peor tragedia jamás vivida por el martirizado pueblo gazatí. Porque fue Sinwar, como líder de Hamás en la Franja de Gaza, el máximo responsable del sanguinario pogromo perpetrado el 7 de octubre del 2023, el ataque que violó, masacró y secuestró masivamente judíos en los kibutz y moshav del sur de Israel. La sangre que Sinwar hizo correr en esas aldeas agrícolas y granjas comunitarias, además del festival musical por la paz que se realizaba también cerca de la frontera con Gaza.
“Lleva la muerte en los ojos”, dijo el agente del Shin Bet que llevaba años recogiendo información sobre Yahya Sinwar. La mirada congelante del máximo líder de Hamás expresaba la muerte de la nación judía. Matar judíos hasta destruir Israel era la razón de su vida y fue también la de su muerte.
* El autor es politólogo y periodista.