Por momentos se parece a la escena de La Vida de Brian en la que el personaje al que una muchedumbre considera mesías, le explica una y otra vez a los seguidores que él no es ningún mesías y que no deben seguir ni idolatrar a nadie, pero la multitud, al mismo tiempo que alaba como sabias cada una de sus afirmaciones, sigue idolatrándolo y esperando sus milagros.
Como en la vieja y entrañable película de los Monty Python, Cristina Kirchner lleva tiempo diciendo a la dirigencia kirchnerista que no va a ser candidata, sin lograr que deje de postularla. Tras cada una de sus renuncias a candidatearse, los dirigentes, intelectuales y seguidores de la líder kirchnerista, como los feligreses del desventurado Brian, quedan interpretando el mensaje y calificándolo como otra muestra de esclarecimiento. Y a renglón seguido, vuelven a clamar por la postulación que ella rechaza una y otra vez.
La última renuncia a postularse parece tener los elementos de un pronunciamiento definitivo. Desde ese momento, la dirigencia kirchnerista describe cada párrafo del mensaje como verdades reveladas. Cuestionar siquiera una línea, una afirmación, equivale a cometer blasfemia. El problema es que nadie en esa dirigencia sabe qué hacer con esa renuncia que la condena a una orfandad que le resulta insoportable.
La dirigencia kirchnerista necesita que Cristina le diga qué debe hacer y a quién votar. Si no le indica el camino, queda deambulando a ciegas. Si el dedo de ella no señala un elegido, los dirigentes no saben a quién elegir. Si de la mente de la vicepresidenta no emana un plan y una estrategia, a ninguno se le ocurrirá nada.
Como si fuese una luz en la oscuridad, esperan que ella ilumine el sendero electoral. Mientras tanto, repiten como un rezo los párrafos del mensaje en el que Cristina explica su último “no”. Y creen como una verdad irrefutable la razón de ese “no”, sin preguntarse algo elemental: si las encuestas no coincidieran en mostrar un techo aplastante sino que, por el contrario, mostraran chances de triunfo ¿desistiría de postularse?
La realidad hoy es que, en lo referido a la ley, Cristina puede postularse y volver a ser presidenta, repetir como vicepresidenta o convertirse en legisladora. El argumento para declararse proscripta es que la Corte Suprema ha demostrado en San Juan y Tucumán, según su visión, que está dispuesta a todo para perjudicar al peronismo y, por ende, bien podría obstruir su postulación una vez que ya la haya asumido. Suponiendo que así ocurra, por qué desiste ahora en lugar de dejar que la Corte cometa el estropicio que la victimizaría y serviría como prueba fáctica de lo que hoy denuncia haciendo futurología.
La lógica de “librar batallas” que siempre está presente en sus discursos, señala que debería postularse y marchar hacia esos combates. Lo contrario no tiene lógica. Es una argumentación brumosa. No resulta más evidente que el techo aplastante que muestran las encuestas. A lo que renuncia Cristina es al riesgo de sufrir una derrota. Que implique un grave peligro para su movimiento y para lo que ella representa la supuesta acción que podría tomar la Corte contra una candidatura suya, resulta menos convincente que el contundente vaticinio de las encuestas como justificación para no presentarse.
¿Por qué ese “enemigo” que describe y sitúa en la Corte Suprema tomaría una medida que, en definitiva, la salvaría de una dura derrota en las urnas? Tiene más fuerza el deseo militante de creer, que la evidencia y el sentido común. Este es un tiempo en el que muchos prefieren guiarse por deseos y emociones. Quienes abrazan liderazgos desde lo emocional, creen en lo que quieren creer y no en lo más lógico.
Cristina y la dirigencia que la acompaña son el espejo en cuyo reflejo Mauricio Macri sale mal parado, pero JxC muestra un aspecto valorable.
El fundador del PRO quisiera que la dirigencia de su espacio actúe con él como lo hace el kirchnerismo con Cristina: clamando por su candidatura o, en el caso de que él decidiera no postularse por ver que su techo es demasiado bajo, le permita decidir quién será “su” candidato y cuál el plan de gobierno que deberá proponer.
Macri debe envidiar la sumisión que consigue Cristina Kirchner, porque en su espacio lo frenaron con la mano en el pecho impidiéndole proclamarse candidato único o elegir a dedo al candidato, si decide no ser él. Pero el contraste entre la dócil dirigencia cristinista y la insumisión de varios dirigentes del PRO, el radicalismo y la Coalición Cívica, resulta favorable a JxC. Salvo en las rebeliones internas contra el dictat que pretendió imponer Mauricio Macri, la mayor coalición opositora muestra menos virtudes políticas que negligencias, opacidades y actitudes miserables.
* El autor es politólogo y periodista.