El vicepresidente radical de Perón

Juan Hortensio Quijano, vicepresidente de Juan Domingo Perón entre 1946 y 1952 se definió a sí mismo como “un hombre sin biografía”, pero supo tener un papel importante en el radicalismo antes que se definiera políticamente por el General justicialista.

El vicepresidente radical de Perón
Perón y Quijano, la fórmula presidencial de 1946 y 1952

Algunos personajes históricos habitan en los márgenes oxidados del recuerdo y, a pesar de haber ocupado lugares de relevancia, el olvido carcome sus nombres. Entre ellos podemos nombrar a Juan Hortensio Quijano, vicepresidente de Juan Domingo Perón entre 1946 y 1952.

Quijano se definió a sí mismo como “un hombre sin biografía”, pero en los siguientes párrafos no haremos más que contradecirlo.

Nació el 10 de junio de 1884 en Corrientes, dentro del seno de una familia relativamente acomodada, lo que le permitió recibirse como abogado en la Universidad de Buenos Aires hacia 1908. Once años más tarde ya era doctor en jurisprudencia.

Su juventud transcurrió en un momento de enormes cambios, como los ocasionados a nivel mundial por la Primera Guerra Mundial o el estallido socialista en Rusia.

Nuestro país no se quedaba atrás: en 1912 habíamos aprobado la famosa Ley Sáenz Peña, una verdadera revolución que abrió el juego político a las masas. Entre aquél torbellino ideológico, Quijano apostó por el naciente radicalismo. Se incorporó a las filas de Yrigoyen y se presentó en 1918 como candidato a gobernador en Corrientes por la UCR, sin éxito.

Decidió entonces probar suerte en el Chaco, donde fundó el Banco Popular y la Sociedad Rural de Corrientes. Desde dicho lugar logró adelantos para zonas puntuales, como la llegada del tren.

Durante la Revolución del ´43 se colocó a la cabeza de los radicales que apoyaron a Perón. Esta actitud lo situó en el escenario político nacional siendo nombrado en el ministerio del Interior por Edelmiro Farrell, presidente de la Nación.

En octubre de 1945 dejó dicho cargo y se dedicó de lleno a apoyar la candidatura de Juan Domingo Perón, por entonces una joven promesa. Recorrió las provincias sumando adeptos desde las filas radicales. Su recompensa llegó el 24 de febrero de 1946, cuando resultó elegido vicepresidente.

Nelson Castro analiza su figura en su libro “La sorprendente historia de los Vicepresidentes Argentinos” y señala: “Quijano fue un hombre dócil que, en general, no opuso mayores reparos a los manejos de Perón. En el transcurso de los años fue cediendo porciones del escaso poder que siempre tuvo. Su perfil fue bajísimo (…) Con resignación toleraba que Evita lo llamara Mar Caspio debido a la caspa que caía profusamente sobre sus hombros”.

Toda esta paciencia y sumisión le garantizaron un lugar durante las siguientes elecciones. Ante la imposibilidad de Evita para presentarse como candidata a vicepresidente -debido a su avanzada enfermedad-, Quijano fue seleccionado nuevamente. La fórmula Perón-Quijano volvió a triunfar, pero don Hortensio no llegó a ejercer. Murió de cáncer en abril de 1952, tras meses de internación.

Llamativamente –o no tanto-, durante aquellos sufragios, la imagen de Quijano fue reemplazada por la de Evita en la boleta electoral.

Desde entonces, nuestro protagonista no es más que eso: un nombre sin rostro entre tantos de los que supo valerse Juan Domingo Perón.

* La autora es historiadora.

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