El viento que sopla hacia el centro

La historia prueba que el Estado de Derecho de la democracia liberal requiere equidad social y desarrollo económico. También prueba que el desarrollo económico no existe sin equidad social.

El viento que sopla hacia el centro
Los organismos sociales y los movimientos de izquierda reclaman por trabajo genuino y mejores salarios y planes sociales.

La izquierda debe ser más racional en lo económico y la derecha debe ser más racional en lo social.

Si ambas partes reconocieran sus respectivas falencias y actuaran en consecuencia, sería posible detener la corrosión que está devaluando aceleradamente la democracia liberal.

La historia prueba que el Estado de Derecho de la democracia liberal requiere equidad social y desarrollo económico. También prueba que el desarrollo económico no existe sin equidad social. Y que el maridaje imprescindible entre desarrollo y equidad sólo puede ser construido con el aporte de izquierdas y derechas.

A la fórmula del desarrollo socioeconómico la lograron conservadores y progresistas de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, porque lograron ser izquierdas con razonabilidad económica y derechas con razonabilidad social.

El resultado fue formidable: democracias plenas con economías desarrolladas y sociedades equilibradas. Estados de bienestar sostenidos por una productividad vigorosa posibilitaron a las democracias noroccidentales construir sociedades con niveles de igualdad envidiables para el resto del planeta. Pero en las últimas décadas, izquierdas y derechas retrocedieron a sus dogmas y nulidades.

En Latinoamérica, las izquierdas insistieron en considerar viables a modelos económicos que, por insustentables, acabaron produciendo calamidades. Pero las derechas no fueron más pragmáticas, sino que continuaron prometiendo “derrames” de riqueza que nunca llegan con modelos que acrecientan la desigualdad hasta lo insoportable.

En la Europa que se levantaba entre los escombros que dejó la segunda gran guerra, aparecieron estadistas de la talla de Konrad Adenauer, Willy Brandt, Charles De Gaulle, Alcide de Gasperi, Ferruccio Parri y Pietro Nenni, entre otros que pudieron mirar por encima de los dogmas.

Esa clase dirigente enterró los mesiánicos “mayoritarismos” ideologizados que convirtieron a Europa en un campo de batalla.

En América Latina, la democracia de acumulación excluyente de poder lleva años mostrando pies de barro. Los liderazgos mayoritaristas que excluyen a las minorías políticas sobreviven cuando, como puede comprobarse en Venezuela y Nicaragua, destruyen el Estado de Derecho y la democracia pluralista para imperar con regímenes autoritarios, censuradores y represivos. Mientras que los liderazgos de similar perfil ideológico que no quisieron o no pudieron desmantelar el Estado de Derecho, vieron escurrirse gran parte del caudal electoral que en el momento de esplendor le daba contundentes mayorías.

Salvo en las que devinieron en regímenes dictatoriales, las democracias de acumulación mayoritaria parecen estar siendo reemplazadas por democracias con izquierdas y derechas empatadas. En la derecha ya no hay líderes fuertes como lo fue el colombiano Alvaro Uribe, mientras que en la izquierda los nuevos liderazgos ya no llegan con victorias electorales abrumadoras.

El debilitamiento de los liderazgos con instinto de acumulación excluyente de poder, se produjo por el fracaso de sus fórmulas ideológicas para resolver las encrucijadas socioeconómicas de este tiempo. Por derecha y por izquierda, esos líderes fracasaron en lo económico y en lo social.

Esos fracasos estarían dando lugar a una camada de líderes consensuales y pragmáticos. El chileno Gabriel Boric da señales de entender que el cambio que propone y que su país necesita para que el desarrollo económico empiece a producir también una sociedad con equidad, debe construirse desde consensos y no desde exclusiones.

También Gustavo Petro, que al asumir se convertirá en el primer presidente izquierdista de Colombia, da señales de pragmatismo económico y comprensión de la necesidad de consensos amplios. Por eso tuvo la iniciativa de reunirse nada menos que con Álvaro Uribe, el mayor exponente de la derecha dura colombiana, así como también tuvo la iniciativa de encontrarse personalmente con Rodolfo Hernández, el empresario millonario que le disputó el ballotage.

Si Lula da Silva manejara su muy probable tercer gobierno como manejó los dos anteriores, el Brasil pos Bolsonaro volverá a tener un gobierno pragmático que coloca el diálogo y el consenso por encima de las ideologías.

De momento, no hay señales de que Cristina Kirchner y los muchachos de La Cámpora, en una de las veredas ideologizadas, y Javier Milei con otros exponentes del libertarismo en la otra vereda, entiendan que la región está pasando de los gobiernos de acumulación excluyente a la democracia de fuerzas empatadas, y que la virtud dirigencial ante los desafíos socio-económicos de este tiempo, no es la disposición a confrontar para excluir, sino la capacidad de inclusión política mediante diálogo y consenso.

¿Podrá entender la izquierda que debe ser más racional en lo económico? ¿Aceptará la derecha que tiene que ser más racional en lo social?

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