En Argentina, solemos hablar de los tintos, especialmente del Malbec, que domina nuestra atención y muchas góndolas. Sin embargo, los datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) del último semestre revelan que los vinos blancos están resistiendo mejor e incluso están en crecimiento.
Los despachos de vino blanco sin mención de variedad representaron en Argentina el 32% de esa categoría, con una caída del 3,1%, por debajo del promedio total y de los tintos. En contraste, los despachos de blancos varietales, que constituyen el 15% de esa categoría, aumentaron un 17,1%, mientras que los varietales tintos cayeron un 2,2%.
Esta tendencia en Argentina refleja un fenómeno mundial. Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), la oferta y demanda globales de vino blanco han aumentado desde el año 2000. La demanda ha crecido especialmente en Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, tres mercados clave para el vino espumante. Este incremento compensa el descenso en grandes consumidores de vino como Francia y España.
El estudio de la OIV también destacaba que los países que más han contribuido al aumento de la producción mundial de vino blanco son Italia, gracias al éxito del Prosecco, Estados Unidos, Sudáfrica y Australia. En cambio, en Francia y España, grandes productores de vino blanco, la producción se ha mantenido estable desde principios de siglo.
Mientras tanto, en Argentina, la superficie dedicada a uvas blancas ha disminuido sistemáticamente, impulsada principalmente por los bajos precios comparados con las uvas tintas. Un reporte del INV publicado en 2023 indicaba que “en los últimos 30 años se han implantado 123.675 hectáreas de vid para elaboración, de las cuales el 79% corresponde a variedades tintas, 12% a blancas y 8% a rosadas. La superficie total de variedades blancas ha disminuido un 21,5% en la última década, quedando actualmente en 33.348 hectáreas”.
Un dato no menor es que el 54% del total de la superficie de variedades blancas aptas para elaboración tienen más de 30 años de antigüedad, ese porcentaje en el caso de las variedades tintas es del 14%. Variedades como Chardonnay, Sauvignon Blanc, Torrontés Riojano o Viognier que mostraron algún crecimiento de superficie en la primera década del milenio, también disminuyen en los últimos años.
¿Será hora de que Argentina vuelva a ser un productor destacado de vinos blancos? ¿O estamos condenados a importar vino para atender la demanda creciente de blancos del consumidor local?