Hace tiempo la industria vitivinícola discutía sobre la efectividad de algunas campañas publicitarias orientadas a un consumo selectivo, limitado a ciertos estratos sociales. Se habló mucho de los enormes espacios perdidos en las góndolas frente a productos sustitutos, como la cerveza e incluso las aguas saborizadas, que enfocan su marketing hacia un público mucho más general.
Esta semana, se generó polémica por una degustación hecha en televisión de “vinos de mesa”, presentados en envases Tetra Brick. Las críticas inundaron las redes sociales con cientos de comentarios negativos que, si bien en su mayoría tuvieron un tinte político, en gran parte estuvieron enfocados en la calidad del vino en cuestión.
Desde cierto punto de vista, es el mismo problema que se repite. Se sigue encasillando vinos según su calidad, su precio o su presentación, dejando de lado que son todos productos de la misma industria. Es cierto, los rangos de precios son distintos y posiblemente los consumidores habituales de un segmento y otro tengan características diferentes, pero es innegable que se ha formado una “grieta” muy profunda, que no hace otra cosa que limitar al mercado.
Quizás la industria debe trabajar en universalizar el consumo de vino en envases menos populares o menos aceptados socialmente que las botellas, muchas más hoy, que la falta de vidrio es una amenaza real para el sector. Un vino no va a ser bueno o malo por el solo hecho de estar presentado en una caja, una botella o una lata.
También se debe buscar la forma de erradicar los conceptos negativos que existen -como se hizo evidente esta semana- sobre los vinos de mesa. En una nota publicada el viernes por Los Andes, la gerente de Fiscalización del INV, Claudia Quini, explicó que existen diferencias técnicas entre los “vinos de mesa” y los llamados “finos”, como las variedades que les dan origen y las tecnologías de elaboración, pero eso no significa que lo primeros no puedan ser “prolijos y estar bien elaborados”.
En resumen, los preconceptos que existen sobre la extensa gama de productos que ofrece la industria vitivinícola conforman un cepo a las ventas. Lo positivo es que es un problema que se puede resolver desde adentro, sin importar el escenario económico nacional o quién esté gobernando.