Las grandes proezas no se miden sólo por los logros, sino también por las agallas y la voluntad de quienes las arremeten.
El día a día de un entrenamiento es duro. Y lo es mucho más cuando se tiene familia, hijos, trabajo. Lo transforma el mero hecho de pensar en el objetivo, en el logro, en la meta.
Porque somos así, necesitamos ese símbolo que ilusoriamente indique que “lo logramos”.
¿Qué nos motiva a, día a día, salir a romper vasos sanguíneos, a transpirar, a salir de la cómoda zona de confort para hacer kilómetros y kilómetros corriendo, en bicicleta, ascendiendo montañas?
Si estuviera aquí, seguramente Abraham Maslow diría que podría ser la sed de reconocimiento y estima, o la de autorrealización. Probablemente, sí. Pero al personaje de esta historia lo movió, además, una más loable.
Mariano Vázquez es mendocino, tiene 39 años, es guía de alta Montaña, Kinesiólogo, tiene 45 cumbres en el Aconcagua y ha ascendido recónditas montañas de Sudamérica, Europa y Asia. Además, ha recorrido en bicicleta muchos lugares y ha competido en carreras Ultra de Aventura.
Su papá, el teniente capitán José “Pepe” Vázquez, mendocino, piloto de avión A4C Skyhawk, nombrado capitán post mortem, y Héroe por su Valor en Combate (por lo que recibió La Cruz la Nación Argentina) falleció en el ataque al Invencible, el 30 de mayo de 1982, en la Guerra de Malvinas. En una misión que se sabía sería kamikaze y dejaría una alta tasa de derribos al atacar al potente portaaviones inglés, Vázquez y el 1° teniente Ernesto Ureta se ofrecieron dando un paso al frente. Nunca más volvieron. Mariano tenía meses de edad.
La motivación por hacer un homenaje a su padre y a los combatientes de Malvinas fue tomando fuerza y lo llevó a ponerse una meta: El Proyecto 0-7000, en el que buscaría unir el kilómetro 0 de Mendoza con la cumbre del Aconcagua en la modalidad “Non Stop” (es decir, sin más paradas que las técnicas para comer algo).
Además del entrenamiento, comenzó una lucha desorbitada para sortear los obstáculos administrativos. Hasta que, finalmente, obtuvo ventana con el clima y el viernes 1 de abril partió a las 13 desde el kilómetro 0 de Mendoza en bicicleta hacia Horcones, lugar donde comenzó su ascenso, a pie, al coloso. Lamentablemente, las malas condiciones climáticas hicieron que, tomara la decisión más acertada: pasando los 6.000 m emprendió el regreso.
Para quienes amamos la montaña, sabemos que hay un punto en el que el ego dice: “seguí, ya lo lográs”, pero la razón y la experiencia enseñan que la prudencia es la madre de la supervivencia. Cuando las condiciones no están dadas, no es el momento adecuado.
Mariano no hizo cumbre en el Aconcagua esta vez. Pero la cumbre está en su corazón. La cumbre estuvo antes, cuando entregó todo en cada entrenamiento, cuando movió cielo y tierra para intentarlo.
Seguramente, hoy los héroes de Malvinas y su padre estarían orgullosos de él. Porque los puso en lo más alto: en el ímpetu y la proeza de un chico que lo dejó todo en el camino.
*La autora es Neuropsicóloga. Magister en Neurociencias.