Lo que piensen o digan los artistas no debería tener una relevancia mayor por sólo provenir de ellos: en última instancia, lo que vale de ellos son sus obras. Pero no menos cierto es que muchas veces los artistas han conseguido retratar hechos, problemas y personajes, acertando a través de su arte al diagnóstico de una realidad particular.
En nuestro país nos encaminamos a cumplir 40 años ininterrumpidos del sistema democrático, una conquista social que, para nuestra historia contemporánea, resulta vital luego de que el país atravesara una dictadura que tiñó de sangrienta oscuridad el color de los tiempos. En 1983, la necesidad de un sistema no dictatorial atravesaba los intereses, por supuesto, de toda la sociedad, y muchos artistas buscaban expresarla en sus obras. Entre ese grupo de artistas estaban los músicos populares, especialmente los que hacían rock, que vivían un auge luego de que el gobierno militar (por la Guerra de Malvinas) prohibiera la difusión de música cantada en inglés.
En esa marea confusa, y en el vislumbre de que la dictadura estaba por caer con el llamado a elecciones para octubre de ese año, apareció una de las grandes obras musicales de la década de los 80 en la Argentina. Hablamos de Huevos, álbum de Miguel Mateos-Zas, que sorprendió con su publicación a los oyentes no sólo por las grandes canciones que incluía, sino por la contundencia de sus letras.
Mateos no siempre es unánimemente aceptado en el Olimpo de los grandes, aun cuando sea uno de los más populares productos del rock post-dictadura. Pero hoy en día las canciones de ese magnífico álbum siguen interpelando y retratando a una Argentina que, amargamente, comprobó que la democracia era necesaria, pero no suficiente para cumplir el ideal un tanto naïf de Alfonsín: los abrumadores índices de pobreza, la vaporización de los salarios ante la inflación, la caída en el nivel educativo, la inseguridad, los problemas de salud pública y la consecución de políticas desastradas muestran que con la sola varita mágica de la democracia no “se come” ni “se educa” ni “se cura”. Hace falta un buen ejercicio de ese sistema de gobierno, estadistas serios y un pueblo a la altura para que esto suceda.
El título del álbum iba en este último sentido. “Huevos” era la metáfora del empeño que debía poner el pueblo para salir del letargo, para vencer el miedo, para asumir el compromiso que se venía cuando los dictadores devolvieran el poder al demos.
En esas canciones Mateos se animaba a nombrar lo más terrible (“la noche está más peligrosa que ayer / no quiero desaparecer” y también anunciaba: “quiero votar / un presidente, / quiero un país muy, muy diferente”. Además, ironizaba con el fracaso de Malvinas (“me mandaste a pelear / contra Neptuno en el mar”), pero poco después pasaba página y decía: “Hay mucho en juego, / hay un destino nuevo / y ollas para destapar. / (...) Que nadie más se esconda / por miedo a andar con la verdad”.
Cuando alguna vez Miguel Mateos contó sobre las razones que llevaron a escribir esas letras para su disco, recordó un momento puntual de 1982: “Estábamos en medio de una dictadura, en guerra y con un país destruido, pero todos los estúpidos mirábamos el Mundial de Fútbol”.
Curioso y valorable es que en sus letras el músico no pidiera sólo por la democracia como un ungüento mágico. Mateos ya detectaba que todo partía de la obligación de todos por involucrarse. En la canción que daba título al álbum, Mateos mostraba la chatura de cierta clase media conformista, para intentar despertarla con su arenga (“hacen falta huevos”), pero reconociendo: “Yo sé que, a pesar de todo / la lucha es desigual. / Hoy te convocan a la plaza / y mañana te la dan”.
Ese disco, en un año de elecciones democráticas, no ha perdido vigencia. Hoy un Mundial es capaz de narcotizar; hoy alguien puede “pedirle una limosna al presidente” y morir “de hambre con la gente”; hoy aún “el mundo es tan atroz” y “en este tiempo nos han hecho olvidar / que en este país / se puede ser feliz”. Y es que Mateos lo advertía: “Nena, vos creías / que con la BCG (N. de la R.: la vacuna democrática) / se acabaría / el drama de tus días. / La vida es algo más”.
Quizá por esta vez y no porque lo diga un artista talentoso, haya que prestar atención a esas palabras. El arma del voto sigue estando ahí. Pero, todavía, para los que votan y para los que son votados, en la Argentina hacen falta huevos.