En la política mendocina son casi todos mileistas, pero no se pueden ver entre sí

Estas peleas que venimos viendo en Mendoza desde que el hegemonismo cornejista unido va deviniendo en hegemonismo mileista dividido, es también una de las grandes debilidades del armado nacional del partido de gobierno. Como que todos lanzaran loas a Milei pero debajo de él, la tempestad.

En la política mendocina son casi todos mileistas, pero no se pueden ver entre sí
Omar de Marchi y Hebe Casado.

Fue la nuestra una de las dos provincias donde más ciudadanos votaron por la presidencia de Javier Milei, lo cual llevó inevitablemente a que toda la dirigencia local debiese mirar con atención y respeto a este nuevo fenómeno de la política nacional que arrasaba en Mendoza. Por eso (salvo la excepción del alicaído peronismo que por ahora no es electoralmente competitivo) podría decirse que en 2024 nuestra provincia es políticamente mileista como después de las elecciones de 2015 en adelante fue cornejista. Y no como fenómenos complementarios, sino que una cosa reemplazó a la otra.

En efecto, Alfredo Cornejo ganó su primera gobernación convocando a todo lo que estaba suelto. Y casi todo estaba suelto. Su alianza “Cambia Mendoza” fue más amplia que la nacional “Cambiemos” que le hizo ganar la presidencia a Mauricio Macri. En la provincia de los viejos e históricos enfrentamientos entre “gansos” y “pericotes” (demócratas y radicales) se juntaron ambos por primera vez, sumando también a los del Pro, socialistas, carriotistas, desarrollistas, libres del sur y hasta algunos sectores minoritarios del peronismo. Todos aceptaron el liderazgo político de Cornejo y para mayor beneplácito del nuevo caudillo radical, el peronismo mendocino partidario se tiñó de kirchnerismo en una provincia que, como Córdoba, sin ser antiperonista, es profundamente antikirchnerista.

Aliado de Macri a nivel nacional y con una provincia políticamente a sus pies, la historia juzgará si el radical aliancista hizo un mejor o peor primer gobierno, pero lo cierto es que -como los peronistas renovadores en los 80 y 90 bajo el bordonismo- pudo colocar un sucesor y hasta hacerse reelegir después, cosa que casi no había ocurrido nunca en Mendoza.

Pero hay una diferencia crucial en su segunda gestión, porque la alianza que lo llevó a su primera gobernación se ha disuelto, los “gansos” en su mayoría se fueron enojados, hay radicales que compiten internamente contra él sin esperar su venia y hasta se han creado nuevas fuerzas opositoras con gente que provenía de Cambia Mendoza. Han quedado jirones de cada partido con Cornejo, pero institucionalmente esa gran alianza no existe más. Hoy Cornejo no es el caudillo indiscutido que supo ser, sino el primus inter partes del radicalismo. Podrá tener bastante poder acumulado al ser esta la tercera gestión bajo su hegemonía política pero no ha crecido su influencia (salvo quizá burocráticamente por tantos funcionarios que le responden casi verticalmente, pero eso va y viene) al estilo de las provincias feudales donde el poder permanece décadas en manos de una sola persona, como en Formosa, o en Santiago del Estero (conducida hace una eternidad por un radical nacido en Mendoza y por su esposa). Pero eso no habla tanto de Cornejo ni de ningún otro gobernador en particular, sino del complejo entramado institucional de la provincia que siempre tiene alguna reacción ante los probables excesos de poder que pueden intentar los eventuales ocupantes del sillón de San Martín. Allá por los años 30 los conservadores pensaron que iban a gobernar para siempre. Lo mismo creyeron los peronistas renovadores en democracia y ahora lo piensan muchísimos radicales al no haber tenido nada enfrente hasta hace poco. Sin embargo, al no aparecer la oposición por medio de los otros partidos tradicionales, la oposición se fue construyendo internamente. Y en las elecciones a gobernador del año pasado se vio que Mendoza volvía a ser políticamente competitiva y diversa. O por lo menos que nuevamente tiene posibilidades de serlo. Que los hegemonismos y caudillismos tienen en la provincia trabas institucionales importantes, más allá de los abusos o excesos de poder que no se puedan evitar durante los mismos porque nuestra provincia no es la isla de la fantasía ni de la transparencia y los políticos no parecen, en promedio, ser mejores que los de otras provincias. Sólo que la historia institucional mendocina es indiscutiblemente mejor que la de muchas provincias vecinas, e incluso durante gobernaciones autoritarias se fueron creando límites importantes al poder en exceso. Fue apenas finalizada la era Civit que se gestó una Constitución que puso enormes límites al poder personal basado en el autoritarismo civitista, quien fuera gran gestor de obras pero que a la vez trató de concentrar el poder en su persona lo más que pudo. Los mismos conservadores en los años 30 pudieron practicar mucho menos el fraude electoral que se cometía alevosamente en otros regiones y en el gobierno nacional. El primer peronismo fue menos autoritario en comparación con otros lados del país. Y así sucesivamente. En la nueva democracia del 83 las gobernaciones fueron hasta ahora casi compartidas por mitades entre radicales y peronistas.

Todos esos límites a la concentración del poder (que ocurre también en otras actividades aparte de la política) no hablan de una clase política ejemplar que no tenemos, ni siquiera de buenos gobiernos (los hubo autoritarios muy efectivos en por ejemplo la obra pública y los hubo algunos democráticos pero fallidos en lo económico), aunque sí de una sabiduría histórica que fue consolidando instituciones permanentes y una cultura política ciudadana que son claros contrapesos al ejercicio abusivo del poder. En más de una nota anterior hemos explicado qué cosas -como por ejemplo incorporar lo mejor de la tradición institucional chilena- pudieron hacer que esto fuera así.

Sin embargo, más allá de estas disquisiciones históricas, lo cierto es que hoy, durante la segunda gobernación de Cornejo, la provincia ya no es hegemónicamente cornejista, pero a cambio se ha convertido en hegemónicamente mileista. Quizá porque no convenga quedar mal con el 70% de la población local que votó con entusiasmo al anarcolibertario, o por lo que fuera, cada una de las partes en que se fracturó Cambia Mendoza, hoy se expresa identificada con el presidente de la Nación. Quien compitió internamente con Cornejo por la gobernación, Luis Petri, hoy es ministro de Defensa nacional. Y quien lo hizo desde afuera, Omar De Marchi, también trabaja en el gobierno de Milei. Agregando que Cornejo es de todos los gobernadores quien más cerca está, conceptual y políticamente de Milei, sobre todo por sus grandes afinidades con Patricia Bullrich, pero no solamente por eso. O sea, no tenemos más Cambia Mendoza, pero todos sus ex miembros son mileistas.

Ahora, el problema es que también están todos peleados entre sí. Disimuladamente algunos, bien de frente otros. Cornejo y De Marchi están en las antípodas. Pero incluso el Pro está dividido entre dos fracciones inconciliables, una que le reporta a Cornejo a través de su vicegobernadora Hebe Casado y otra que le responde a De Marchi, a través de quien le ganó la interna a Casado, Gabriel Pradines. Dentro de las fuerzas estrictamente mileistas están los gansos que siguen siendo gansos (como la diputada Mercedes Llano), están los gansos que quieren ser de la Libertad Avanza (como el diputado Facundo Correa Llanos) y están los que primero fueron peronistas, después demarchistas y terminaron siendo mileistas de la primera hora, como la diputada Lourdes Arrieta, totalmente enfrentada a Omar de Marchi y a la gente que primero que nadie apoyó a Milei en Mendoza: la del partido Libertario de José Caviglia, quien hoy se siente profundamente dolido por cómo lo corrieron de escena. Lourdes Arrieta vino a organizar el mileismo en Mendoza mandada por Karina Milei y por Martín Menem. La misma Lourdes que justamente ayer acaba de denunciar por el tema de la visita a los represores al mismo Menem que la apalancó.

Y la lista podría seguir, pero no queremos seguir complicando más a los lectores con esta comedia política de enredos. Lo importante es que pese a ser todos mileistas, hoy casi ninguno se saluda con el otro en la política mendocina. Y esto no es una opinión, es un dato. Acá, hay que reconocerlo, la cordialidad institucional hoy está pasando uno de sus peores momentos, aunque las peleas no sean externamente agresivas como en la nación.

Valga esta moraleja mendocina para decir que así como recién defendimos la institucionalidad local como una característica peculiar de la provincia, otra característica es que aquí se suelen anticipar peleas nacionales al modo nuestro. Y estas peleas que venimos viendo desde que el hegemonismo cornejista unido va deviniendo en hegemonismo mileista dividido, es una de las grandes debilidades también del armado nacional del partido de gobierno. Como, por ejemplo, se verifica en las grandes diferencias que hay sobre el juez Lijo y en infinidad de temas más. Como que todos lanzaran loas a Milei pero debajo de él, la tempestad. En Mendoza eso se ve clarísimo, pero también en casi todo el resto del país. Y eso es un problema que puede dificultar la gobernabilidad.

Tendría el presidente de la Nación que prestar atención a este tipo de crecientes y hasta desaforadas peleas entre los suyos, pero eso no se logrará generando peleas con otros sectores de la sociedad argentina como modo de atenuar los propios. Por el contrario, de ese modo crecerán unos y otros. Javier Milei debería ocuparse más de fortalecer el Pacto de Mayo en vez de estimular a los trolls en tanto guerrilleros mediáticos de las redes a atacar a todo el que piensa distinto, porque eso tarde o temprano se le volverá en contra suya.

Y en un país sin una opción opositora porque el peronismo está en plena crisis por sus escándalos crecientes y su corrupción permanente, sería muy bueno que al presidente le vaya bien y pueda lograr el viraje necesario para que este país deje de lado tanta decadencia como en la que venimos navegando hace tantas décadas, y que aún no hemos dejado ni por asomo atrás.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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