En la punta de la lengua

Cuántas veces, al no recordar algo y sentir que el término quiere volver a nuestra memoria, usamos la expresión: “lo tengo en la punta de la lengua”. ¿Qué significamos con ella?

En la punta  de la lengua
Tini Stoessel sacó la lengua a la cámara y provocó una catarata de elogios

¡Cuántas veces, al no recordar algo y sentir que el término quiere volver a nuestra memoria, usamos la expresión “lo tengo en la punta de la lengua”. ¿Qué significamos con ella?

La locución verbal “tener algo en la punta de la lengua” posee dos valores significativos: por un lado, puede querer decir que se estuvo a punto de decir algo, pero ello no sucedió: “Ante su insinuación, tuve mi verdad en la punta de la lengua, pero su altanería me contuvo”. Por otro lado, puede significar que se estuvo a punto de recordar algo, pero no se logró hacerlo. Existe un término propio del ámbito psicológico para designar esa pérdida: se trata de “letológica”, voz de origen griego (de “lethe”, con el valor de “olvido” y “logos”, equivalente a “lenguaje”). Leteo o Lethe era uno de los cinco ríos del mundo subterráneo, cuyas aguas, en la antigua tradición griega y romana, causan el olvido.

El vocablo “punta” es una muestra de la polisemia existente en español: las acepciones corrientes son “extremo de algo”, como en “punta del pie”, y “extremo agudo de algo”, como en “la punta de la espada”. También, una “punta” da indicio de algo que se acaba, como sinónimo de “colilla de cigarro” y como “cantidad pequeña de algo”: “una punta de asado”.

El diccionario académico registra veintitrés acepciones, pero consigna, además, una serie de locuciones que connotan diferentes valores: “a punta de lanza” significa “con todo rigor”, como “Los tenía dominados a punta de lanza”; “a punta de pala” equivale a decir “en gran cantidad, en abundancia”: “Recogían fruta a punta de pala”. Si algo “acaba en punta” significa que finaliza mal o que no llega a un resultado definitivo. Decir “de punta a cabo”, lo mismo que “de cabo a rabo” y “de cabo a cabo” son locuciones cuyo valor significativo es “del principio al fin”: “Me devoré la novela de punta a cabo”.

Cuando escuchamos que alguien, en referencia a un asunto, habla de “la punta del iceberg”, estaremos aludiendo a que ha comenzado a revelar o a hacer visible una parte del asunto, aunque aún se desconoce otra parte mucho mayor: “Ese descubrimiento es nada más que la punta del iceberg en este tema de la corrupción”.

¿Y cuál es el valor de “sacar punta a algo”? Tiene dos valores significativos: puede ser equivalente a que se lo aprovecha para un fin distinto del que le corresponde o a que le atribuye malicia o un significado que no tiene. Lo vemos en “Al oír su discurso, le saqué punta a sus palabras”.

También posee diferentes interpretaciones la locución “hacer punta (alguien)”: en primer lugar, puede significar “ser el que va delante de todos”, como en “Me animé e hice la punta en presentar el reclamo”; en segundo lugar, puede señalar oposición abierta a otra persona, al pretender adelantarse a ella, ya en lo que solicita, ya en lo que intenta: “En la discusión, Mercedes hizo la punta frente a sus compañeros”. Por último, “hace la punta” el que sobresale y se destaca entre muchos, por sus méritos personales o por otras circunstancias: “Enseguida, Marcos hace la punta en su curso por el rigor de sus argumentaciones”.

La expresión “andar en puntos”, con valor coloquial, es igual a “andar en puntas”: ambas significan “andar en diferencias”; así, escuchamos decir “Es necesario ver cómo las dos empresas andan en puntas”. Tres expresiones similares, aunque con diferente valor, son “bajar de punto”, “bajar el punto” y “bajar el punto a algo”; la primera de ellas es equivalente a “declinar o decaer de un estado previo”, como en “Es increíble cómo la mercadería, en el último tiempo, ha bajado de punto”. La segunda se aplica en el ámbito musical y significa “descender de un signo a otro”, mientras que la tercera implica “moderar algo”, como en “Le bajó el punto a su declaración”.

Cuando una persona es desaventajada en alguna materia, se le aplica la locución “calzar alguien pocos puntos”: “No le da el perfil para el cargo porque calza pocos puntos”. Todo lo contrario se indica con la locución “calzar alguien muchos puntos”.

Si volvemos a “punta”, hay una expresión coloquial muy ilustrativa, que es “estar alguien hasta la punta de los pelos” como equivalente a “estar hasta los pelos”, con un significado claro: “Estar harto o cansado de otra persona o de algún asunto”. Lo advertimos en el ejemplo “Me fui de ese lugar de trabajo porque ya estaba hasta la punta de los pelos por tantas irregularidades”.

Cuando una persona da muestras de una determinada condición o cualidad, se dice “tiene puntas y collar de algo”, o “puntas y ribetes de algo”: “Ha dado sobradas muestras de tener puntas y collar de capacitación para esas tareas”.

Además de estas locuciones, existen valores connotativos y sociales para el vocablo “punta”, como el que se le otorga geográficamente a la lengua de tierra, generalmente baja y de poca extensión, que penetra en el mar: “Punta Cana”, “Punta Mogotes”, “Punta Arenas”. También, coloquialmente, “punta” puede indicar dos conceptos contrapuestos: “cantidad pequeña de algo”, como una “pizca”: “Coloqué al preparado una punta de sal”. Pero también puede significar “cantidad grande de personas, animales o cosas”: “Se juntó en el sitio una punta de campesinos”.

Finalmente, encontramos “de punta”, como locución adjetiva, con el significado de “dicho de un objeto con el extremo aguzado, que está tieso o como dispuesto a penetrar”: “Me lastimé con un clavo de punta”. “Se me pusieron los pelos de punta”. Además, “de punta”, como sinónimo de “puntero” connota el valor de “avanzado, reciente en su género”: “Estoy usando tecnología de punta”. De modo análogo, si decimos de algo que es “de punta” habremos querido significar que es sobresaliente en su línea: “Solamente trabaja con mercadería de punta”.

Y, finalmente, “de punta” es igual a “de puntillas”, esto es, “con las puntas de los pies”: “Vino silenciosamente y, de puntillas, se me acercó con sigilo”.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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