En la vida tenemos muchas cumbres que lograr

La profesora Horta llegó a la cumbre del pico Manaslú (8.163 m) en octubre pasado.

En la vida tenemos muchas cumbres que lograr
Laura Horta camino a la cima del Manaslu.

Y sí…lo logré. Alcancé la cumbre del Manaslú, en el Himalaya (Nepal). Logré llegar en una temporada en donde muchos quedaron sin esa foto a los 8.163 msnm, arriba de la octava montaña más alta del mundo…la sexta más letal de los 14 ochomiles de Asia.

Un año con muchos inconvenientes y desgracias donde las avalanchas se llevaron la vida de varias personas, donde la meteorología estuvo en contra de los escaladores y las lluvias monzónicas se extendieron impensadamente… Todo hizo que el escenario, aquel “coliseo” en donde los más experimentados escaladores cual gladiadores, estaban listos con sus armaduras, elementos de escalada en hielo, se preparaban para salir a luchar, resistir y salir victoriosos celebrando el triunfo.

El campamento base era el escenario perfecto donde residíamos aquellos que teníamos nuestros permisos para ascender, aunque algunos parecían poseer ciertos cargos de jerarquía frente a la majestuosa mole blanca de los espíritus… ello hacía quedar a quienes amamos la montaña, sin tanta experiencia, ¡pero no improvisados con un aire de inferioridad que por momentos quitaba el autoestima necesario y fundamental para no debilitarse ante tanta inmensidad y adversidad!

Nieve, hielo, lluvia, viento, frío, esfuerzo, altura, avalanchas… fueron las constantes para todos los que habitamos tantos días a tanta altura y muy lejos de nuestros hogares, afectos, comodidades…

Todos los que hasta allí llegamos, transitamos el mismo camino: el del esfuerzo, el de sortear inconvenientes para reunir el dinero, entrenamientos para poder llegar de la mejor forma, seguramente todos nuestros corazones colmados de ilusión, de respeto por la montaña…

Sin embargo, con tanto en común tan profundo y viviendo separados solo por algunos estrechos senderos, hubo grandes “distancias” entre los que allí habitamos y eso me sorprendió. La vanidad habita allí, la soberbia y la competencia, pero al mismo tiempo que el compañerismo, la solidaridad y la disponibilidad absoluta para asistir a cualquier escalador en la adversidad.

Fue un año en el cual muy pocos pudimos llegar a la cumbre, y de repente en vez de recibir las felicitaciones, la pregunta era… ¿usaste oxígeno, a cuánto te lo pusieron, fuiste con sherpa o con guía, con cuántos sherpas? y no faltó algún argentino que en vez de animarte te asustaba con los comentarios, diciéndote que todo allí arriba se pagaba caro y por eso es que me tenía que cuidar de todo.

Comentarios que atemorizaban e intimidaban cuando se sabe que lo único que se necesita en ciertos momentos extremos es ánimo y valentía.

También existe la competencia entre las compañías: cuál tendría más cumbres acumuladas, cuál ofrece los mejores servicios y más vistosos.

Y me vuelvo a sorprender…, como en todo espacio donde habitan los hombres…toda la gama de sentimientos. Algún argentino se animó a llamarme “esa minita” y otro “turista montañera” al no ser la profesional o del “palo”. Sin embargo, pienso… todos los que amamos la montaña la sentimos adentro nuestro, las cumbres que se logran son mucho más elevadas que ese pedazo ansiado y el más alto pues se logran cumbres extraordinarias dentro de cada uno, esfuerzos extremos no solo en lo físico, sino en lo mental y en la voluntad… ¿Por qué no quedarnos con esas cumbres? Por qué no sentir alegría por el logro ajeno, sin querer desmerecer, o menospreciar. ¡Vamos! Tenemos muchas cumbres por lograr, empezando por la humildad, por ser “generosos en los sentimientos hacia el prójimo”. Nadie es dueño de la montaña por ser profesional o tener mayor expertiz, pues la montaña habita en el corazón de cada uno. Y el logro no está en alcanzar la cima.

Eso es lo visible, pero estar allí, en la montaña viviendo un mes implica muchos logros intangibles, que sería precioso que todo ser humano sea capaz de sentirlos y valorizarlos en su alma.

Como decana de la Facultad de Educación de la Universidad Juan Agustín Maza, este logro queda enmarcado como el primer paso del Project8000 “Si alguien creyera en mí”, destinado a estudiantes que no tienen la posibilidad de acceder a estudios superiores. Necesitamos gente que crea en ellos y quiera ayudarnos a lograrlo, así como muchos me ayudaron a estar allí arriba, aunque pareciese un imposible.

Gandhi dijo que la verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo… ¡Vamos por la educación!

* La autora es Decana de la Facultad de Educación de la Universidad Juan Agustín Maza. Instagram: laurahortap8

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