La democracia
Si los debates electorales afectarán el resultado presidencial es algo que no sabemos, ni siquiera sabemos si lo sabremos, ni si los debates anteriores influyeron en sus respectivos comicios. Pero hay algo que sí sabemos con un grado importante de certeza: que en términos de política positiva el gran ganador de todos los debates donde intervino fue alguien que nunca tuvo posibilidades de ganar: Juan Schiaretti, al cual prácticamente todas las encuestas dan como el candidato que logró mayor conocimiento nacional en base al poco que tenía antes y el único que obtuvo más imagen positiva que negativa, no sólo entre los candidatos, sino entre todos los dirigentes políticos con más influencia.
Es que de todos fue el que más se presentó como un estadista, definiendo con esa palabra al hombre de Estado que tiene una idea de Nación y cree que la meta principal del accionar político es el bien común. Y todo eso lo puede confirmar no sólo con su discurso sino con su práctica política. Schiaretti, junto con el fallecido José Manuel de la Sota se alternaron en el gobierno de Córdoba desde 1999 a la fecha, en la cual dejan la gestión en manos de Martín Llaryora, que mantuvo la continuidad del mismo partido en una elección muy pareja con los candidatos de JxC. A pesar de llevar más de dos décadas sin solución de continuidad en el poder, el peronismo cordobés, que bien puede ser criticado -como es lógico- en muchas de sus acciones, no ha construido un hegemonismo político, un caudillismo feudal, como hacen en el norte argentino quienes se mantienen tantos años en el poder. Ni Córdoba es un territorio inexpugnable para otras opciones electorales porque casi siempre están muy cerca unos de otros. Expresa, además, Schiaretti al peronismo republicano y renovador que tuvo su auge a nivel nacional en los años 80, la década del renacer democrático, pero que sin embargo nunca pudo ubicar a uno de los suyos en la presidencia. Un peronismo provincial que es votado en una enorme medida por gente altamente crítica del peronismo nacional en las versiones en que se vienen sucediendo.
Schiaretti, como bien lo demostró en los debates fue capaz de sustraerse a la grieta que hace tanto no nos deja vivir políticamente en paz, y que como una hidra de mil cabezas se reproduce una y otra vez cada vez que aparece una diferencia de opiniones (incluso dentro de la misma opción política) . Él ha demostrado en su práctica gubernamental, a pesar de que siempre tuvo importantes diferencias con sus adversarios provinciales, que la históricamente más perjudicial e improductiva (a juzgar por los resultados en décadas) de todas las grietas políticas, la de peronismo-antiperonismo, al menos en algún lugar del país puede diluirse a términos mínimos y dar lugar a otras antinomias más razonables (en Mendoza, justo es reconocerlo, casi siempre ha ocurrido algo parecido aunque con resultados, en general, más fluctuantes pero también con mayor periodicidad en los cambios de signo político).
Por todo eso bien podría decirse que Schiaretti fue el ganador moral de estas elecciones, y quizá, lo que supo comunicar tan bien en los debates, sea un modelo a asumir nacionalmente por otros candidatos en un futuro ojalá no demasiado lejano en donde los argentinos podamos elegir a quien más nos gusta en vez de simplemente optar contra quien más nos disgusta. Que eso es lo que viene pasando hace tiempo, y así nos va yendo.
La plutocracia
La aristocracia es el gobierno de pocos pero a los cuales se supone más capacitados (al menos así lo pensaban los griegos clásicos), mientras que la oligarquía es una degeneración de la aristocracia donde gobiernan los peores de los pocos. Por su parte, la plutocracia es la forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos. Argentina, como no podía ser menos, ha inventado un gobierno oligárquico plutocrático, pero en el cual no sólo los más ricos influyen sobre los que gobiernan, sino que los que llegan al gobierno lo utilizan para ver si se pueden transformar desde allí en los más ricos. O sea, en la Argentina actual, la única forma de movilidad social ascendente que ha sobrevivido es la carrera política. Tristísimo.
No todos los políticos pueden ser estadistas, ni es necesario que todos lo sean. Hay ambiciones humanas que -al decir de los tratadistas políticos más importantes de todas las épocas- son casi connaturales al carácter del político: como las del deseo de poder, de fama o de gloria. Pero la de hacerse rico desde la política es la más incompatible de todas (también la más frecuente, por eso la política es vista como tan corrupta). Para eso está la actividad privada empresarial donde hacerse rico es del todo legitimo.
En la cultura política argentina del siglo XXI eso de hacerse rico desde la política, ha sido adoptado incluso por el progresismo ideológico que se auto-supone portador de alguna superioridad ética, con la presunción de que la única forma de vencer o conducir al capitalismo es tener tanto o más dinero que los capitalistas tradicionales. Pero, como lógicamente tenía que ocurrir, con eso no se logra vencer ni conducir al capitalismo sino incrementarlo cuantitativamente con miembros mal avenidos. Llegando entonces a un capitalismo peor. Prebendario. Corporativo. De amigos.
La infocracia
El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, sostiene que más que en oligarquía o plutocracia, la democracia ha degenerado en infocracia, un sistema donde la infinita cantidad de datos puestos a disposición de todos por las nuevas tecnologías, hace imposible construir un orden político con los mismos. Desaparecen las ideas para ser reemplazadas por el exceso de información, que sólo produce ruido sin sentido. Con su consecuencia política más importante: la desaparición del “otro”. Cada uno se refugia en sí mismo y se “autoadoctrina” (interesante palabra) en sus propios prejuicios. De ese modo todos se sobreescuchan, pero nadie escucha a los demás. Con lo cual ya ni siquiera hay grieta, sino desaparición de toda escena pública. Ese es el mayor peligro que el mal uso de las redes está generando en la sociedad de la información.
Colofón
Fue maravilloso ver el año pasado como los argentinos aplaudían de modo casi unánime a la película “Argentina, 1985″, el año del renacer democrático donde dejamos atrás el peor pasado, juzgando y castigando, a los responsables principales de los tiempos sangrientos que lo precedieron.
Fue muy triste ver en estos días a seguidores de Sergio Massa en el teatro Colón o en una provocación en Ezeiza gritar “Milei, basura, vós sós la dictadura” (como antes se gritaba, “Macri, basura, vós sós la dictadura”). Pero igual de triste fue ver a seguidores de Javier Milei en un acto en Córdoba gritar, “Massa, basura, vós sós la dictadura”. Todos echándole al adversario todo el peor pasado encima., en una de las campañas electorales más agresivas desde lo discursivo que se tenga memoria.
Es de esperar que luego de la tempestad del desahogo, después de la bronca y el miedo, que con la decisión soberana del voto ciudadano se recupere la calma y la democracia pueda celebrar como corresponde sus 40 años de vida continuada, para empezar a darle a los argentinos todo lo mucho que aún le debe.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar