Se produjo un quiebre en el espacio oficialista de Mendoza. Aunque en el elenco de Suárez puedan relativizar los daños que pueda generar la partida del Partido Demócrata, no es menor el dato en tiempos en los que al Gobierno no le sobra nada, no por problemas de gestión sino por un contexto económico y social complicado al que sacudió aún más la pandemia.
Hubo un intenso debate en la reunión de ayer de los demócratas, pero finalmente la resolución rupturista salió con sólo una abstención. Participó el 77 por ciento de los integrantes de la Junta Central partidaria. El escrito dado a conocer ayer al mediodía fue calificado internamente como “un contundente documento político para que la ciudadanía se entere” del descontento del PD con el funcionamiento de la coalición oficialista.
El malestar de la dirigencia demócrata –dicen sus voceros- “venía de antes” (tiempos de Cornejo), pero destacan que hubo decisiones del actual gobierno, como el proyecto de reforma constitucional, no consensuadas previamente y que terminaron por acentuar el descontento y allanar el camino a la ruptura.
La conducción demócrata considera que en todo el tiempo de permanencia en Cambia Mendoza no hubo por parte del radicalismo “ni trato bueno ni malo. Directamente destrato”. Culpan a los gobiernos de Cornejo y Suárez de valerse de una alianza sólo electoral para llevar a cabo gestiones orientadas en soledad por el radicalismo.
Pensando en las legislativas del año próximo, o cuando sean convocadas finalmente, los demócratas desean, en principio, presentarse con boleta propia y con el tradicional sello partidario. Pero si existiera la posibilidad de volver a integrar un espacio mayor, sería sólo con la condición de liderar un frente liberal de centro.
La interna demócrata por la pertenencia a Cambia Mendoza realmente se remonta a los orígenes de la coalición gobernante en la provincia. Aquel acuerdo fue tejido por Alfredo Cornejo y se gestó durante la conducción de Richard Battagion en el PD. La sucesión de Balter y luego Niven en la presidencia de los demócratas fue la que comenzó a generar chispazos, principalmente por discrepancias con decisiones del Ejecutivo en temas institucionales o directamente relacionados con el funcionamiento de la Corte provincial. Incluso hay quienes opinan que los planteos internos se originaron durante la larga transición de seis meses entre las elecciones que consagraron a la fórmula Cornejo-Montero y el cambio de mando.
Tanto a los demócratas que gestaron la coalición como a los que los sucedieron en la conducción del partido los movieron los mismos principios republicanos, pero las citadas diferencias que tuvieron estos últimos con el Ejecutivo cornejista sembraron el sendero que condujo a la actual ruptura. Los primeros se abrieron del centenario partido (ahora son PDP) para priorizar la consolidación de un espacio frentista que coteje con el kirchnerismo. Hay que recordar que en campaña Rodolfo Suárez dialogó con Marcos Niven y consiguió que el PD se mantuviese dentro de Cambia Mendoza, aceptando, incluso, el apoyo demócrata a Omar de Marchi en las PASO del año pasado. Pero los dirigentes demócratas sostienen que nada cambió en el seno de la coalición; eso explicaría lo de ayer.
En el kirchnerismo mendocino se ilusionan con el resultado de las elecciones venideras porque a priori entienden que el electorado demócrata, sea cual fuere su porcentaje, le restará votos al oficialismo de Suárez. Toman lo sucedido como un golpe grande para el Gobierno. El razonamiento no es antojadizo, ya que se sabe que las terceras fuerzas tratan siempre de capitalizar todo descontento social que pueda observarse con los sectores mayoritarios de la oferta política. Al no estar en juego la gobernación, en la próxima elección legislativa este alejamiento demócrata podría incidir en los distritos de la provincia y en menor medida en la disputa nacional (Diputados y el Senado).
Mientras tanto, entre los socios del radicalismo en el frente oficialista consideran que lo ocurrido con el PD tal vez sirva para que de ahora en más quienes siguen formando parte de la coalición sean más tenidos en cuenta. Excepto el diputado Difonso, con una relación bastante fría a partir del paso en falso inaugural del Gobierno sobre la actividad minera, el resto no duda en continuar en sintonía con la UCR “para fortalecer en la provincia una mayoría republicana” que contraste claramente con el kirchnerismo.
Obviamente, no todos los demócratas piensan lo mismo. Ya se observaban diferencias entre los dos diputados que el PD tiene en la Legislatura. Ahora habrá inevitable división. Mercedes Llano quedará en soledad por afuera de Cambia Mendoza, mientras que Guillermo Mosso probablemente forme un monobloque que se mantenga en el espacio oficialista.
El sentimiento frentista de Mosso está en línea con el pensamiento de los demócratas que fundaron Cambia Mendoza con Cornejo y que hoy están agrupados como PDP (Partido Demócrata Progresista): que no se pierdan votos que le permita crecer electoralmente al Frente de Todos. Argumentan que ese es el sentimiento de los tradicionales votantes “gansos” y por esa razón consideran que es errónea la postura adoptada ayer por el PD.
Es probable, sin embargo, que los estrategas del radicalismo mendocino, entre los cuales sobresale el diputado nacional Cornejo, tomen nota de esta movida y pongan la mirada en el desenvolvimiento de las fuerzas más chicas que aspiran a quedarse con el tercer lugar en la provincia. Podrían neutralizar la polarización entre los espacios mayoritarios poniendo en riesgo por igual a Cambia Mendoza y al Frente de Todos. Por ejemplo, el MendoExit seduce a muchos de los que pueden estar identificados con los demócratas, tanto los que se fueron de la coalición como los que permanecen en ella. Y habrá que ver cómo se reconstituye, si es que lo logra, Protectora, en donde quebró la vieja sociedad entre Ramón y Vadillo a raíz de la clara inclinación del primero a favor del kirchnerismo desde su banca en el Congreso. Aunque Ramón sostiene que volverá a competir (su mandato vence el año próximo) y lo haría con Protectora.
Fuentes cercanas al justicialismo local señalan que hay encuestas que definirían con claridad tres espacios de votantes en la sociedad mendocina: los que apoyan al Gobierno, los que siguen a capa y espada al PJ/kirchnerismo y los que no están conformes con ninguno de los dos bandos. ¿Tercios? Posiblemente, pese a que el gobernador Suárez sigue manteniendo niveles de aceptación importantes en un año de grandes contratiempos económicos y sociales.
Es probable que, pensando en las estrategias electorales que vendrán necesariamente, desde el radicalismo mendocino contemplen la consolidación del actual espacio oficialista. Se podrá discutir aquello de que Cambia Mendoza fue una coalición electoral y no es una coalición gobernante, pero no quedan dudas de que buena parte de culpa por esta partida demócrata es atribuible a una visión no del todo integradora del Gobierno.
La ventaja que ahora tendrá el radicalismo es que esta esta ruptura en el frente interno se produce con la suficiente antelación a los tiempos electorales próximos, en los que el radicalismo deberá liderar la consolidación de un espacio que no solo respalde al gobierno de Suárez en la segunda parte de su gestión; también deberá aportar al mantenimiento en el Congreso de una oposición capaz de por lo menos mantener el equilibrio institucional que requiere en estos tiempos la Argentina.