El rol del Estado es motivo de debate permanente. Aunque hay matices y muchas variables, podemos simplificar la discusión definiendo dos posturas: la que pide más Estado y la que reclama menos Estado. Pero a esta discusión la precede otra muy necesaria: evaluar su eficiencia para ver la conveniencia de su intervención en la vida de las personas.
Los defensores de un rol cada vez más importante del Estado se inspiran en países nórdicos, donde gran parte de las responsabilidades que se le asignan al Estado son cumplidas en forma efectiva por él.
Nos referimos, por ejemplo, a los sistemas de salud de esos países, que son eficientes e igualitarios para toda la población.
Cuando pensamos en los roles del Estado lo primero que se nos viene a la mente es la justicia, la seguridad y la educación. Sin duda estos tres pilares son fundamentales a la hora de proyectar una sociedad próspera. Sin embargo, entre las tareas intrínsecas del Estado también se encuentra la salud, cosa que muchas veces pasamos por alto.
Cuando la política le asigna al Estado roles que no puede cumplir o que cumple en forma defectuosa tenemos un Estado presente para alterar la vida de los ciudadanos, en vez de prestar algún servicio.
Deberíamos pensar que es preferible un Estado ausente a un Estado ineficiente y perturbador de la vida del ciudadano: un Estado enemigo.
Al Estado, en países como el nuestro, se le atribuye un rol protector que jamás cumple. Para exigir a los particulares el Estado tiene estándares de países desarrollados; por ejemplo, cuando vamos al supermercado vemos que existe una norma, dictada por el Estado, escrita en cartelitos al costado de las cajas, donde habla del tiempo de espera máximo al cual puede someterse a un cliente.
Otro ejemplo es la cobertura de las enfermedades de alto costo. En el mundo estas coberturas costosísimas están en manos del Estado, pero en la Argentina se saca esta responsabilidad delegándola en los particulares, sin inmutarse al dejar a millones de personas sin esa cobertura. Dicta leyes de obligatorio cumplimiento de coberturas médicas que el propio Estado no cumple ni se obliga en el Pami o los hospitales públicos.
Otro ejemplo de Estado contra los particulares lo da la empresa Aerolíneas Argentinas, empresa del Estado que debería ser la que mejor atendiera a sus clientes, ya que somos los dueños de la compañía según nos anuncian. Sin embargo, pese a que prácticamente han reducido a menos del 10% sus vuelos, han empeorado en más del 1000% el servicio.
Pese a que tienen muy poco trabajo han suspendido la atención telefónica y la atención presencial en numerosas oficinas de la compañía, con este régimen de muy poco trabajo y con el 100% de los pilotos azafatas y personal de oficinas la atención debiera ser súper abundante. Sin embargo no atienden el teléfono, atienden muy mal el WhatsApp y la página ha suspendido también gran parte de trámites que facilitaban antes para hacerlos online.
Estado contra el público. Estado contra el ciudadano.
Con motivo del coronavirus muchos bancos han establecido regímenes de turno para la atención de sus clientes. Este régimen ha permitido un trabajo más ordenado tanto para el trabajador bancario como para el público y ha reducido significativamente las esperas y los turnos son siempre muy cercanos, a lo sumo 24 horas.
Por los mismos motivos, las dependencias de la provincia han establecido el régimen de turnos para concurrir a hacer distinto tipo de gestiones.
Es el caso de una dependencia de la provincia como es la que tramita las matrículas profesionales del Ministerio de Salud. Pero la sorpresa es que esta repartición, en forma abusiva, da turnos para un simple trámite de recepción de documentación, turnos a más de tres meses. La única explicación de estas absurdas demoras es la falta de voluntad de trabajar y contribuir con la comunidad que sostiene a estos funcionarios con sus impuestos.
Resulta doblemente gravoso que se someta a los profesionales de la salud a estos tortuosos trámites, que en la mayoría del mundo desarrollado no existen.
Es otro ejemplo de Estado contra el público y contra el ciudadano crear trámites innecesarios.
Por ejemplo, en la mayoría de los países europeos el tiempo de duración de un carnet de conducir es de 15 años, en el caso de las matrículas profesionales en Alemania, las matrículas de los médicos las otorga la organización médica y no tiene vencimiento. En nuestro país se establece un vencimiento con el motivo de generar un trámite para justificar un trabajo innecesario que no presta ningún beneficio y que sí produce inconvenientes y molestias.
En este caso la matrícula profesional se trata de una habilitación necesaria para poder trabajar y no puede el Estado tomarse casi 4 meses para dar un turno. Quizá no podamos influir sobre Aerolíneas Argentinas y otras instancias del Estado nacional, pero le pido a la ministra de Salud que revise el funcionamiento del área de matrículas de su dependencia y corrija este anómalo funcionamiento o considere la posibilidad de delegar esta tarea en las organizaciones profesionales liberando de esta carga a los profesionales de salud. Para trámites de dudosa utilidad ya que no se los suspende por lo menos hay que facilitar su cumplimiento.
*El autor es Presidente de la Cámara de Entidades de Medicina Privada de la República Argentina (CEMPRA).