En la última semana muchos vinos argentinos fueron premiados tanto por Decanter como reconocidos con por el crítico de la industria Tim Atkin. La calidad, sigue sorprendiendo. De hecho, gran parte de estos vinos reconocidos no se consiguen en el mercado interno y son diseñados específicamente para salir a competir al mundo.
Pero a pesar de las buenas noticias de la semana, el último informe de exportaciones de Instituto Nacional de Vitivinicultura que pasó desapercibido, parece acentuar una tendencia a la baja para la industria vitivinícola.
En lo que va del año, ninguna de las tres categorías que analiza: fraccionado, granel y mosto han logrado equiparar los números del 2021 y eso ya preocupa.
Así, en el acumulado entre enero y mayo las exportaciones de vino fraccionado cayeron 6,3%, las de granel 39,6% y las de mosto concentrado 7,7%.
Para el caso de los fraccionados llama la atención que Argentina cae en volumen en vinos varietales y sin mención de varietal, amortiguando la caída con las exportaciones de espumantes. Los envíos en botella bajaron 3,7%, en tetra brik 38,8% y en Bag In Box 18,8%.
Un reporte de la división Vinos del banco Supervielle, pone blanco sobre negro y arriba a algunas conclusiones sobre por qué está la industria en esta meseta.
Asegura que “actualmente, el sector vitivinícola nacional continúa con su proceso de ajuste estructural. La facturación de la industria en los últimos doce meses se mantuvo en valores similares a los últimos tres años. Mientras el mercado externo ha servido para mantener los niveles de actividad, el interno no ha logrado recuperarse”.
Si bien el informe admite que hay espacio y oportunidades de expansión, lo cierto es que hay algunas barreras que no todas las empresas están pudiendo sortear. Una de ellas, la sustentabilidad como mandato, ya no sólo ligado a productos orgánicos, sino también al negocio en general.
Con casi medio año terminado, las expectativas para la segunda mitad encienden luces amarillas. ¿Podrá la industria revertir está caída?
Por ahora, muchos aseguran que la competitividad de las empresas está muy reñida por la macroeconomía que cada vez tiene costos más altos a los cuáles no hay forma de seguir.