En una columna anterior, he tratado el tema de palabras que, bajo la apariencia de un diminutivo, presentan otras nociones que no encierran idea de pequeñez o de tamaño reducido. Análogamente, existen en nuestra lengua innumerables términos que, por su terminación, pueden dar una idea equivocada de aumentativo, pero que, en realidad, encierran otras nociones. Veamos algunos ejemplos:
· BATALLÓN: Si bien la etimología del vocablo nos indica que se ha formado sobre la base de “batalla” con el sufijo “–on”, su definición no es “batalla grande”, sino “unidad militar compuesta de varias compañías, mandada normalmente por un teniente coronel o por un comandante”.
· CICLÓN: La definición del vocablo nos indica “huracán, borrasca”; la terminación “–on” proviene de haber sido, en el griego original, “ĸuĸλῶν”, participio que se traduce como “que se arremolina”; por otro lado, la forma actual se vincula al sustantivo “ĸúĸλoς, equivalente a “ciclo”.
· RABÓN: Se trata de un adjetivo, cuyo femenino es “rabona”; el significado es “que tiene el rabo más corto que lo ordinario en su especie o que no lo tiene”. El sufijo “-on” no posee valor aumentativo, sino intensivo y expresivo.
· ISLOTE: A la inversa de lo que se puede pensar, no se trata de una isla de gran tamaño, sino de un territorio insular de menor tamaño que una isla, de superficie reducida, rodeado de agua y donde no suele haber una población estable.
· RATÓN: Tampoco, en este caso, definimos como “rata grande”; el diccionario lo da como un “mamífero roedor de pequeño tamaño, de hocico puntiagudo y cola larga, de pelaje corto”. Tiene forma femenina, “ratona”.
· BUZÓN: Sabemos que se define como la “abertura por la que se echan las cartas y papeles para el correo o para otro destino”; no es un aumentativo porque no indica un buzo de tamaño gigante, sino que su terminación en ‘-on’ proviene de su etimología, en castellano antiguo ‘bozón’ (“ariete, antigua máquina de guerra, que servía para derribar murallas o grandes puertas de las ciudadelas fortificadas”). Hoy, el vocablo posee otras aplicaciones: en informática, “fichero o directorio en el que se almacenan mensajes de correo electrónico”; en lunfardo, “celda de castigo” y, en lenguaje coloquial, sí toma un valor aumentativo pues connota a alguien de boca grande; también, coloquialmente, es la persona de contacto en una organización secreta.
· COLCHÓN: Si bien las etimologías lo dan como aumentativo de “colcha”, el hablante ha perdido la noción de “colcha grande” y simplemente lo asocia con la pieza rectangular que, colocada sobre la armazón de la cama, es el soporte para tumbarse en ella. Además, “colchón” es una capa de materia blanda que cubre una superficie, como en “colchón de hojas”; también, puede nombrar una cosa que sirve para aliviar una situación difícil: “Esa excusa le sirvió de colchón”. En ese sentido, también puede aludir a un margen favorable para algo: “Todavía tenemos un colchón de tres puntos”.
· CINTURÓN: En este caso, también la etimología lo da como aumentativo de “cintura”; sin embargo, el hablante no lo percibe así, sino que lo asocia con el cinto que se ajusta a la cintura para sujetarla o ceñirla. Se usa, además, para nombrar la porción circular de terreno que rodea el casco urbano de una ciudad: “Hay varios asentamientos en el cinturón alrededor de la ciudad”. En las artes marciales, el “cinturón” designa el grado alcanzado por el luchador: “Ya es cinturón negro”. Además, forma locuciones como “cinturón de castidad”, “cinturón de seguridad”, “cinturón verde” y “cinturón industrial”. La locución verbal “ajustarse el cinturón” connota la necesidad de reducir los gastos por escasez de medios.
· JARRÓN: Definido académicamente como aumentativo de “jarra”, el hablante pierde esta noción y lo considera de dos formas: como pieza decorativa, colocada en general sobre un pedestal, para adornar edificios, galerías, jardines, escaleras, y como vaso, por lo general de porcelana, artísticamente labrado: “En la escalinata de entrada, había dos jarrones bellísimos colocados simétricamente” y “Las rosas lucían espléndidas en jarrones distribuidos en ese ambiente”.
Hay que tener en cuenta que muchas veces una palabra puede llevar un sufijo de aumentativo, pero en realidad la terminación connota otros matices: así, tienen valor ponderativo expresiones como “carrerón” (carrera brillante) o “peliculón” (película valiosa), en enunciados como “Mi hijo ha hecho un carrerón” o “Te la recomiendo: es un peliculón de producción nacional”.
Otras veces, detrás del aumentativo se esconde un matiz despectivo: “cabezón”, “barrigón”, “orejón”, como en “Tenía rasgos caricaturescos por lo barrigón y cabezón”.
También, un aumentativo puede ocultar connotaciones elogiosas y ponderativas: “ojazos”, “madraza” y “puestazo”. Así lo advertimos en “Me miró con sus tiernos ojazos”. “Mariana es una madraza que todo lo sacrifica por sus hijos”. “Ha conseguido un puestazo por su enorme dedicación al trabajo”.
Lo contrario sucede cuando la terminación de aumentativo connota exceso, con valoración negativa: “calorón”, “gripón”, “perrazo”: “No fue covid, sino un gripón estacional muy fuerte”. “Insoportable jornada por el calorón”. “No te animás a entrar porque custodia el acceso un mastín, un perrazo con cara de pocos amigos”.
La afectividad queda de manifiesto en aumentativos como “bebote”, “amigote”, “angelote”: “Te conmovía la expresión de ese bebote”. “Siempre juntos como buenos amigotes”. “Todo el friso aparecía decorado con bellos angelotes”.
La Academia, en su obra El buen uso del español, nos informa que unos cuantos términos, formados con el sufijo aumentativo “-azas”, designan personas, con una fuerte connotación despreciativa: así “bocazas”, término coloquial, masculino y femenino, alude a la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. También, coloquial y masculino, “bragazas”, cuyo significado es “hombre que se deja dominar o persuadir con facilidad, especialmente por su mujer”. Y “manazas” es voz coloquial, masculina y femenina, para nombrar a la persona torpe de manos, desmañada.
Finalmente, la terminación “-on/-ona” puede añadirse a una base numeral para señalar a personas que han alcanzado determinada edad: “cincuentón”, “treintón”, “setentona”. Y, a veces, esa misma terminación de aumentativo conlleva una crítica amable: “coquetón”, “simplona”, “cursilón”, “tristona”.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.