“Fácilmente se explica que no pudo ser”. Homero Expósito, vals 1940.
Basta con agregar una sola letra a “Absurdo”, la recordada composición del genial Homero, para anticipar cuál puede ser el desenlace de la absurda coyuntura política de Argentina, el país del corto plazo.
A seis meses del inicio del nuevo gobierno asistimos a un carnaval legislativo. Pero es necesario remontarnos algunos años atrás.
Inmediatamente tras la derrota electoral de 2021, el oficialismo comenzó la campaña electoral más cara de nuestra historia, para las elecciones del 2023, hasta financiando alguna “oposición”.
El deterioro de nuestra democracia permite, -mediatización mediante- la construcción de la oposición. Pareciera que hoy, el “nuevo” gobierno pretende posicionarse para la elección de medio término del 2025, sin pagar el tributo publicitario usual.
Las últimas instancias electorales no han sido elección sino opción. Tanto que el 2023 generó en octubre, una opción cuántica. Ni oficialismo, ni oposición, sino todo lo contrario. Puede parecer un análisis antojadizo, pero en el fondo muy parecido a lo que vivimos en noviembre.
La lectura de los resultados no sólo es una cuestión de porcentajes, estos se atribuyen a una elección racional, entre candidatos, pero no lo es (lo he señalado en notas anteriores), sino entre elementos simbólicos y emocionales.
En este caso el rechazo a la política y sus actores tradicionales y la búsqueda de canalizar el rechazo, el cansancio, y la opción por una ruptura, más allá de sus posibles consecuencias.
Creo no equivocarme, si digo que la primera mayoría no quería saber nada con la continuidad del oficialismo, ni tampoco con las opciones de la oposición.
Una mayoría sin aspiraciones, más que manifestar su hartazgo.
La negación no es algo fácil de representar, en este caso bastó con unos pocos elementos simbólicos: la moto sierra, la casta, el insulto a todos, a candidatos, a sus valores, a economistas y políticos fallecidos y hasta al Papa.
Pero hubo algunas excepciones, la vicepresidenta y el candidato del oficialismo, quizá una retribución por la instalación de la primera y algunos fondos e incluso candidatos del segundo.
De acuerdo con la IA la distribución por edades del electorado que votó a Milei fue la siguiente: mayoría de jóvenes, especialmente menores de 24 años, que le dieron el 70% de los apoyos. También predominaron varones, los trabajadores informales y las personas de nivel socioeconómico bajo.
• 29% de sus votantes fueron de la generación Z, entre 16 y 29 años.
• El 31,3% de sus votantes fueron de los Millennials, entre 30 y 42 años.
• El 26,1% de sus votantes fueron de los Gen X, entre 43 y 56 años.
• El 13,6% de sus votantes fueron de los baby boomers, de más de 57 años.
Si entendemos que la clase media argentina predomina entre los millennials, esta composición demuestra que el carácter de su voto no implica más que una respuesta frente a alternativas que enfrentaba en esa oportunidad, pero está lejos de ser algo más que ocasional.
Las circunstancias con que llegamos a la elección excluía cualquier visión de futuro, la que está en la raíz del liderazgo auténtico: este es aquella persona que puede presentar una visión sugestiva del futuro que las personas puedan adoptar.
Nada de esto estuvo presente en el proyecto de ley adoptado por el presidente, pero de autoría dudosa. Por la total falta de técnica legislativa es de suponer que responde más a visiones reducidas a lo fiscal y en defensa de intereses de “heroicos” empresarios, más conocidos por su capacidad prebendaría que por su propensión al desarrollo de la economía general, o a generar empleos.
No puedo ignorar que enfrente estuvo una coalición que nada tiene de izquierda y comparte con el presidente esta preocupación prioritaria por sus intereses personales antes que por los generales del país.
Y que piensa que el medio es “voltear” la ley y el presidente, sin pensar en consecuencias para nuestra Argentina.
Debo sumar a esto una común miopía en periodistas, analistas y consultores políticos, que no pueden escapar de sus moldes mentales, hoy totalmente obsoletos.
Muy grave y serio panorama, que exige un gran esfuerzo de imaginación para pensar alternativas que escapen al corto y cortísimo plazo, pera ver más allá de nuestras narices.
Los argentinos nos debemos un futuro que nos permita superar el desconcierto común de nuestra “casta” política, empresaria y gremial.
* El autor es licenciado en Ciencias Políticas. Doctor en Historia. Director del Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva. Nodo Millennium Project.