Uno de los sables más gloriosos de la independencia, prócer argentino y Gran Mariscal del Perú, Mariano Necochea, formado en el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, transitó los caminos de la libertad desde San Lorenzo a Junín. Peleando con el alma, su cuerpo el escudo, asombraba a sus pares y enemigos por su osadía y temeridad despreciando la muerte en las acciones de guerra.
Decidido en la acción, este fiel ayudante del Padre de la Patria, herido gravemente en la acción de Junín en 1824, sobrellevó con estoicismo sus graves lesiones.
Nació en Buenos Aires en el seno de una familia económicamente posicionada. Su padre, dedicado al comercio, preocupado por la educación de Mariano, lo llevó a Valencia (España) para recibir una esmerada educación. Así es que formado en materias que eran propias en aquellos tiempos, como humanidades, matemáticas, religión e idiomas entre otras, el joven Mariano debe retornar a su patria de origen por una enfermedad de su padre, que termina en la muerte.
De finos modales y esmerada educación, firme en sus convicciones, el ambiente social y político del momento, tiempos de la Revolución de mayo, donde se jugaban la libertad y la vida, Mariano decide casi intempestivamente incorporarse al flamante Regimiento de Granaderos a Caballo que San Martín organizaba en la quinta de “El Retiro”.
Esta etapa que se inicia en la vida de Necochea, marca una característica muy particular en la relación profesional con su jefe. Como buen escrutador y conocedor de los hombres, San Martín, que sabía elegir a tal o cual, para cumplir funciones específicas, descubrió en Necochea un joven promesa para acompañarlo en las campañas militares.
En la acción de San Lorenzo, es precisamente el alférez Necochea, quien escribió el parte del combate que le dictó su jefe lesionado en su brazo derecho.
Posteriormente viaja a incorporarse al Ejército del Norte, bajo las órdenes del General José Rondeau a la línea de vanguardia. Participa en las acciones de El Tejar, Venta y Media y en la batalla de Sipe Sipe, desafortunadamente una derrota de las fuerzas patriotas y donde es herido, debiendo ser trasladado a Humahuaca y luego a Tucumán para su recuperación. Recordemos un encuentro muy particular, la acción de “El Tejar”, región cercana a Humahuaca. En una avanzada de la Vanguardia del ejército patriota, la misma es rodeada por una fuerza realista superior. Necochea junto a 25 compañeros se encontraban en un corral cercano. Propio de su temperamento, no podía soportar no hacer algo. Sin esperar, montó su caballo desensillado, sable en mano, inició una violenta carga sobre la formación enemiga, que, desconcertada por la loca acción suicida, solo sale al encuentro un oficial que es sableado por Necochea y a derecha e izquierda bate su sable cayendo hombres mientras continúa su marcha alejándose por la retaguardia enemiga, llegando a su cuartel salpicado de sangre. Fiel a su amo, su caballo agonizaba en el patio; con su vida, salvó la de Necochea sacándolo de tal situación. Esta acción le valió un reconocimiento.
Su devenir fue siendo conocido por sus compañeros, que ya admiraban su decidida acción en combate.
San Martín que lo admiraba, simplemente lo llamaba Mariano, rompiendo con el habitual protocolo castrense. Incorporado al Ejército de Los Andes que San Martín formaba en el Campo de Instrucción del “El Plumerillo”, le asignó la tarea de instruir a un grupo de oficiales, tarea que cumplió con sobrada capacidad.
Cruzó los Andes con la división de Vanguardia de la columna de O`Higgins. Reunidas las columnas en el Valle del Aconcagua, protagonizó otra de sus grandes hazañas militares al vencer a una avanzada del ejército realista en el paraje de Las Coimas en Chile, que los superaba ampliamente en número. San Martín le ordenó que al frente de un escuadrón los destruyera. Con una hábil estratagema, propia de su talento les provocó severas pérdidas y debieron huir hacia la retaguardia de su infantería.
Participó en la batalla de Chacabuco. Luego en la Campaña del Sur de Chile, destacándose en la acción de Cerro de Gavilán y en la toma de la Plaza de Talcahuano.
En 1818 estuvo presente en la sorpresa de Cancha Rayada, un revés importante para el ejército patriota. Pero que 17 días después, reorganizado por el denodado esfuerzo de todos los patriotas chilenos y la ardua labor de Fray Luis Beltrán, al frente de la Maestranza del Ejército, se dio el gran triunfo de la Batalla de Maipú, donde Necochea fue promovido a coronel graduado y distinguido con la medalla de la Orden del Mérito. Maipú selló definitivamente la independencia de Chile y abrió las puertas a la expedición por mar al Perú.
Necochea acompañó a su jefe en dicha expedición y participó junto a él en la entrada triunfal en Lima y en la toma de la Fortaleza de El Callao en 1821, donde es ascendido a general de Brigada.
Participó también en la primera expedición a la sierra peruana.
Luego de la entrevista de Guayaquil, San Martín se retiró definitivamente de la vida político-militar y Necochea quedó bajo las órdenes del general Bolívar. Éste, conocía muy bien las capacidades del joven oficial.
En 1824 se produce la penúltima gran batalla de la guerra de la independencia de la América del Sur: Junín, donde Necochea sufre gravísimas lesiones.
Reconociendo en el mismo campo de batalla el desempeño de Necochea, Bolívar expresó: Necochea se arrojó a las filas enemigas con una impetuosidad heroica, recomendándolo a “la admiración de América”, fue ascendido en el mismo lugar a general de División.
Luego de la última batalla de la independencia sudamericana, Ayacucho, en diciembre de 1824, y repuesto de sus lesiones, Bolívar lo designó gobernador de Lima en forma transitoria y luego lo puso al frente de la casa de la moneda de Lima.
Con respecto a la gravedad de las lesiones en Junín, suponemos que su recuperación no fue rápida ni completa y que sobrellevó por siempre su herida pulmonar que, a juzgar por la información disponible, nunca se resolvió a pesar de las curaciones reiteradas que le brindaban. Esta situación marcó un antes y un después en la trajinada vida de Necochea. Ya no sería el mismo.
En 1826 fue acusado de conspirar contra Bolívar, a pesar que nunca se pudo comprobar pruebas que lo inculparan, no obstante, abandonó el Perú, emigrando a Buenos Aires y muy ofendido expresó que lo único que deseaba de Perú eran las cicatrices y que renunciaba a los reconocimientos y honores. Las Provincias Unidas estaban en guerra con Brasil, Bernardino Rivadavia presidente, lo recibió y nombró jefe de las fuerzas de Reserva reunidas en la capital y coronel del Cuerpo de Voluntarios denominado “Húsares defensores del Honor Nacional”. No se le permitió ir al frente de operaciones, por lo cual regresó a Perú, siendo restituido como encargado de la casa de la Moneda.
Al romper Perú relaciones con Colombia, regresó a Buenos Aires y apoyó a Juan Lavalle en la revolución de diciembre de 1828, pero no formó parte de la guerra civil. Con la caída de Lavalle regresó a Perú en 1829. Fue deportado a Bolivia, pero en 1831 por una ley de amnistía volvió a Perú y ocupó la dirección de la Casa de la Moneda.
En 1831 participó de la guerra civil del Perú marchando al mando del ejército que entró en Lima. En 1834, recibió el despacho de Gran Mariscal del Perú.
Eran tiempos difíciles, élites que no aceptaban renunciar a sus privilegios, intereses encontrados, intrigas palaciegas, acusaciones infundadas, las injurias y calumnias nos pueden hacer entender que nuevamente debió exiliarse por ser proscripto. Esta vez viajó a Chile, donde tuvo una estadía precaria en necesidades y que, cuando las condiciones se lo permitieron, regresó a Perú donde le reconocieron sus cargos y honores.
El deterioro progresivo de su salud que se acentuó a fines de 1845 a raíz de su vieja lesión pulmonar, lo obligó a detener su agitada existencia. Instalado en 1848 en su casa de Miraflores, cerca de Lima, falleció el 5 de abril de 1849. Sus restos descansan en el Panteón de los Próceres en el Cercado de Lima.
* Médico. Secretario Asociación Cultural Sanmartiniana de Luján de Cuyo.