Gerónimo Espejo, cronista de la gesta sanmartiniana

Tras la caída del gobierno de Rosas en Caseros, regresó al país, visitando Mendoza en 1853, donde fue nombrado senador provincial y senador suplente de la Confederación Argentina.

Gerónimo Espejo, cronista de la gesta sanmartiniana
Gerónimo Espejo: héroe y cronista de la Independencia

Desde el Campo de Instrucción de El Plumerillo hasta la Entrevista de Guayaquil, la pluma del insigne soldado del general San Martín, plasmó con escrupulosos detalles las alternativas de las gloriosas campañas libertadoras, documentos que brindaron rica información para la obra cumbre de Mitre y la posteridad.

Los argentinos mucho le debemos al cronista de la Gesta Sanmartiniana, pues nos legó información fidedigna y de incalculable valor para la historia de las etapas más álgidas en las luchas por la libertad, germen y base de nuestra independencia.

Nacido en el seno de una familia de cierta posición social, recibió una educación no muy común en aquella época. Tal vez fuera su madre quien le brindara la misma.

Con solo 14 años de edad, su impetuosa adolescencia lo llevó a conocer a San Martín en El Plumerillo donde se ofreció para enrolarse en el Ejército. No aceptado por la edad, al siguiente año ingresó como cadete, asistiendo a las clases que dictaba el Cuerpo de Ingenieros del Ejército.

Como buen escrutador, San Martín advirtió que, al prometedor joven, le gustaba escribir y, además, era poseedor de una excelente caligrafía: sería el escribiente de todos los actos y actuaciones en adelante en el Plan Continental dispuesto por el Padre de la gesta.

Integrado a la fuerza, también demostró ser un sobrado soldado en las acciones bélicas, actuaciones que le significaron consideraciones y ascensos. Se destacó en Chacabuco, en el revés de Cancha Rayada y en la decisiva batalla de Maipú. A la semana de Maipú, recibió de San Martín el grado de teniente segundo; no cumplía los 17 años.

En Cancha Rayada, el fuego enemigo provocó un incendio en el cuartel patriota, perdiéndose parte de los apuntes de Espejo, pero con paciencia y dedicación, apelando a su buena memoria y aportes de San Martín, se logró recuperar lo perdido.

Participó en las dos campañas al sur de Chile y en el sitio de Talcahuano. Embarcado en la expedición al Perú, como ayudante del Estado Mayor General del Ejército expedicionario.

Para destacar es la confianza que primó en la relación de Espejo con su jefe. En los informes falsos que eran destinados a caer en manos del enemigo para confundirlo y preparar el terreno para acciones futuras, la redacción y adecuación de los mismos quedaba en las manos y capacidad de Espejo. Este, por cierto, valoraba la confianza que su jefe despertaba en él. Las informaciones falsas llegaban hasta los más altos mandos del Ejército realista y el virrey.

Era tal el nivel de confianza, que Espejo entró en horas nocturnas a parlamentar con el Gobernador de la ciudad, marqués de Montemira. Lo hizo integrando un destacamento de Granaderos a Caballo, el 9 de julio de 1821. Delicada misión de la que podía depender el éxito o fracaso del futuro del Perú.

Siempre acompañando a su jefe, asistió a la entrada triunfal en Lima, capital del Virreinato, y a la entrevista de Guayaquil.

Luego de la batalla de Ayacucho en 1824 y no siendo incorporado por Simón Bolívar, decidió regresar a Buenos Aires. En un gesto que lo ennoblece, acompañó en ese viaje a Fray Luis Beltrán, muy enfermo, agotado por su intenso trajinar, afectado por un maltrato del Libertador del Norte y salvado de un intento de suicidio.

Fue secretario militar en los gobiernos de Martín Rodríguez y Las Heras. Participó en la guerra del Brasil, formando parte del Estado Mayor Conjunto del general Alvear, destacándose en la Batalla de Ituzaingó.

Participó en la Guerra Civil, formando en las filas unitarias, sirviendo a los generales Paz y Lavalle. Esta actuación le costó emigrar a Bolivia y luego a Perú. Tras la caída del gobierno de Rosas en Caseros, regresó al país, visitando Mendoza en 1853, donde fue nombrado senador provincial y senador suplente de la Confederación Argentina.

En Mendoza trabó amistad con encumbrados ciudadanos de la sociedad local, entre ellos con Estanislao de La Reta. De esta amistad recordamos una correspondencia enviada por Espejo en 1879 desde Buenos Aires, de gran sentido y noble contenido.

En 1858 ocupó el cargo de Oficial Mayor del Ministerio de Guerra y Marina del Gobierno nacional.

En 1868 fue ayudante mayor de Instrucción General del Ejército y subsecretario del Ministerio de Guerra y Marina.

Después de la batalla de Pavón, en 1861, se dedicó al comercio. En 1868 conoció a Bartolomé Mitre con quien trabó una amistad perdurable; éste se asombró por la prodigiosa memoria de Espejo recordando los hechos históricos y cuando Mitre dejó la presidencia colaboró con Espejo a compilar en sus libros toda la experiencia vivida.

En 1875 fue ascendido a general de brigada después de haber pasado a retiro. Luego ascendió a general de división.

Contrajo matrimonio a los 81 años con una sobrina de 18 años, Carolina Espejo, quien lo cuidaría. No tuvieron descendencia.

Espejo falleció en 1889 a los 88 años, lisiado y enfermo de neumonía. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de La Recoleta. En 1934 fueron trasladados al Campo Histórico de El Plumerillo y en 1980, trasladados definitivamente a un templete en el Liceo Militar que lleva su nombre.

Mitre valoró sobremanera el decisivo aporte que brindó Espejo, recabando día a día el desarrollo de las campañas Sanmartinianas, para su obra cumbre “Historia de San Martín y la Emancipación Sudamericana”.

* El autor es médico y dirigente de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Luján de Cuyo.

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