Resolvió una cuadratura de círculo. Vladimir Putin logró convertir en blitzkrieg (guerra relámpago) a lo que era la crónica de una invasión anunciada. Parecía imposible sorprender a un mundo que llevaba semanas en vilo por lo que resultaba inexorable. Sencillamente, semejante despliegue de fuerzas militares no podía mantenerse en la inacción. O invadía o se replegaba, porque dejar esa maquinaria bélica quieta en las fronteras de Ucrania es demasiado costoso para sostener esa situación en el tiempo.
Sucedió lo que Joe Biden llevaba semanas anunciando. Y fue precisamente ese anuncio anticipatorio lo que demoró la invasión. Biden disputó a Putin el manejo de los tiempos, logrando que el presidente ruso modificara su cronograma de guerra, retrasando la invasión. Pero llegó el punto en que no pudo demorarlo más. Su desafío fue entonces lograr que sorprendiera una invasión que todo el mundo esperaba. Lo logró a través de la escala del ataque.
El factor sorpresa es que los ataques y bombardeos alcanzaran casi simultáneamente ciudades tan distantes entre sí como Jarkov en el Este, casi en la frontera con Rusia, y Lutsk en el Oeste, casi en la frontera con Polonia. También alcanzó Kiev, en el norte, cerca de la frontera con Bielorrusia; Dnipro, situada en el centro-este; Mariupol, junto al Mar de Azov, y Odessa, en la costa Oeste del Mar Negro.
Las potencias de Occidente y el gobierno de Volodimir Zelensky esperaban un ingreso ruso desde Lugansk y Donestk hacia el resto de esos territorio aún controlados por el ejército ucraniano y que, en una segunda etapa, si ese avance era demorado por las fuerzas locales, invadieran desde Bielorrusia marchando hacia Kiev. Pero no hubo una invasión escalonada, sino un ataque masivo y simultáneo en todos los rincones del país invadido. De todos modos, tendido ese cerco militar desde el noroeste hasta el suroeste, nadie descartaba que la invasión empezara como empezó.
La atención de los estrategas del Pentágono está puesta ahora en el ejército ucraniano. Si entra en desbande velozmente, Putin ocupará la totalidad del territorio y deberá decidir entre dos opciones: O bien anexar toda Ucrania, como recomienda la visión ultranacionalista de la historia que imagina un mapa pre-soviético, con las fronteras alcanzadas por el Imperio Ruso en el escenario europeo previo a la Primera Guerra Mundial. O bien establecer un “Vichy” en Kiev y amputar a Ucrania, con el beneplácito del régimen títere, la mitad del territorio que adquirió en el siglo XX dentro de la Unión Soviética.
Cuando el Tercer Reich ocupó Francia, estableció en la ciudad de Vichy el régimen encabezado por el mariscal Petain y dirigido desde Berlín. Rusia podría hacer lo mismo con la porción occidental de Ucrania, donde la población es pro-europea, al tiempo que anexa una porción del territorio que abarque mucho más que la región minera del Donbas.
Ahora bien, si el ejército ucraniano no se desbanda velozmente sino que logra mantenerse en pie y resistir, entonces entrarán en juego las sanciones económicas de las potencias de Occidente, apuntadas a debilitar el músculo económico de Rusia para que no pueda sostener una costosa ofensiva militar si ésta se prolonga en el tiempo.
Si Rusia alcanza velozmente sus objetivos, entonces la tentación será ir por el resto del mapa imperial, caso en el que hasta Finlandia quedará en la mira del Kalashnikov de Putin. Ocurre que la aventura napoleónica del jefe del Kremlin podría abstenerse de invadir los países de bálticos, Estonia, Lituania y Letonia, porque forman parte de la alianza atlántica y, por ende, atacarlos es entrar en guerra directa con la OTAN. Pero Finlandia no está en la estructura defensiva euro-norteamericana.
La novedad más inquietante es que Putin hizo explícito lo que lleva años aplicando de hecho, pero sin justificar con teorías geopolíticas del ultranacionalismo. Después de la Guerra de Transnitria, el líder ruso envió el ejército a defender la secesión de hecho del Transdniéster, recortando el mapa de Moldavia.
En el 2008, volvió a aplicar la visión según la cual todo territorio con población rusófona es Rusia en Georgia, país caucásico al que le arrebató en una guerra breve los territorios de Abjasia y Osetia del Sur. A Ucrania empezó por quitarle la Península de Crimea en el 2014 y ahora va por el resto, con la novedad de hacer explícita teorías geopolíticas expansionistas del ultranacionalismo y el paneslavismo.
Por primera vez, Putin le puso palabras a un accionar expansionista que parece inspirado en libros del teórico del euroasianismo Aleksandr Duguin. Por eso el conflicto iniciado tiene un riesgo de europeización, dimensión en la cual la guerra puede alcanzar niveles escalofriantes.