Cuando el paradigma contemporáneo se suscribe al avance de la motosierra, la sacralización del ajuste y la austeridad, en Mendoza parece implantarse una agenda productiva y de desarrollo.
Así lo verifican el rally de viajes a ferias y eventos intentando captar inversiones para la actividad minera, respondiendo a la necesidad inmediata que tiene tanto la provincia y el país de explotar los recursos productivos y de esta forma transformarlos en riqueza.
Otro contra punto con el gobierno Nacional, es la adenda que permitiría utilizar los fondos de Portezuelo para distintas obras de infraestructura. Mientras el gobierno nacional celebra eliminar la obra pública como hito del anarco capitalismo reinante, Mendoza dispondrá de estos para realizar obras de energía, caminos, riego, sin los cuales es imposible que vengan agentes del sector privado a proyectar sus inversiones.
Por último y lejos de entrar la polémica por las formas, sino rescatar la idea, se implantó el debate de qué tipo de incentivos puede dar el Estado a los profesionales que necesita la provincia para que se inserten en una matriz productiva dinámica, siempre respetando la libre elección de profesión producto de la vocación, pero poniendo foco en las demandas del conjunto de la sociedad.
Esto implica tener un estado proactivo presente y eficiente, focalizando en las industrias que son vectores de crecimiento, lejos del discurso Nacional donde hablar de estado en acción resulta descontextualizado y descalificado producto de 20 años de malos usos y abusos del rol de este.
Estas iniciativas radican en una oportunidad en la provincia para generar empleo formal y encadenar los distintos clusters productivo.
Según los últimos datos del informe de IERAL el empleo formal no supera los de empleo formal registrado hace 10 años.
Se ha hecho un gran esfuerzo en Mendoza en los últimos años para mantener las cuentas ordenadas, y la población ha acompañado esa política, es momento de mejorar nuestra productividad y stock de capital para que esto se transforme en un procesos de acumulación a largo plazo producto de la inversión, y no un mero rebote producto de la mejora de los salarios consecuencia de la pulverización de estos.