Haití inspiró al novelista que dio el primer paso en el universo del “realismo mágico”. Siempre se piensa en García Márquez y otros escritores del “boom” literario latinoamericano, pero fue Alejo Carpentier quien, varios años antes de publicarse “Cien años de soledad”, había iniciado el periplo de ese género alucinante. La novela fundacional fue “El siglo de las luces” y su protagonista un marsellés francmasón que llegaba a Saint Dominique para ampliar los horizontes de la Revolución Francesa, pero terminó convertido en un déspota, la contracara de lo que promovía.
Lo mismo ocurrió con muchos gobernantes de esa mitad de la Isla La Española. Llegaban al poder como libertarios y acababan como tiranos. El maleficio del poder comenzó con el nacimiento del país. Jean Jacques Dessalines, quien independizó Saint Dominique del colonialismo francés y lo bautizó Haití, palabra nativa que significa tierra montañosa, al hacerlo creó el primer Estado independiente y primera república de Latinoamérica, pero terminó proclamándose emperador para gobernar como un Luis absolutista.
Dessalinés fue asesinado por sus camaradas Alexandre Petion y Henry Christophe, quienes a renglón seguido se enfrentaron por el control del poder y dividieron el pequeño país. Petion se proclamó presidente vitalicio en sus dominios y Christophe, en el suyo, se proclamó rey y reinó hasta que se suicidó disparándose en la sien una bala de oro. La codicia de quienes habían vencido a los franceses en la batalla de Vertieres, convirtió al primer territorio americano en abolir la esclavitud en un país marcado por la tragedia y el absurdo. El sino trágico recorrió su historia, engendrando déspotas brutales.
Así ocurrió con el primer presidente negro. Hasta entonces, todos eran mulatos, la minoría racial que detentó el poder político y económico desde que Dessalines exterminó a la minoría blanca. Hasta convertirse en presidente en 1957, Francois Duvalier había sido un médico rural que atendía gratis a los campesinos más pobres, pero en el poder devino uno de los más crueles dictadores caribeños.
Imperó apoyado en los “tonton macoutes”, grupo parapolicial que torturaba y asesinaba por doquier. Su hijo Jean Claude heredó el poder y mantuvo ese régimen hasta que lo derrocaron. De ahí en más, todos fueron gobiernos débiles. Tanto dictadores como Henry Namphy, Leslie Manigat y Raoul Cedras, como los democráticos Jean Bertrand Aristide, Rene Preval y Michel Martelly, fueron presidentes tan débiles como la institucionalidad del país.
El caos político y las bandas armadas marcaron también la gestión de Jovenel Möise. Su frágil gobierno acumuló demasiados enemigos. Además de los partidos opositores, lo enfrentaba una facción de su propio partido, Tet Kale; algunos poderosos empresarios a los que había denunciado por negocios turbios y el narcotráfico, que lo veía como un obstáculo para el objetivo de instalar en Haití un narco-Estado.
Que la mayoría de los capturados sean ex militares colombianos pone bajo sospecha al narcotráfico, que suele reclutar expulsados del ejército para convertirlos en sicarios, aprovechando el adiestramiento militar y la experiencia acumulada en la guerra contrainsurgente. Por su ubicación, Haití es un territorio de valor estratégico para los narcos, por lo tanto convertirlo en una base puede ser su plan. Pero no son los únicos que podrían haber urdido y financiado el magnicidio. Y hay otros interrogantes.
Que la policía haitiana, que no ha podido vencer a una sola de las bandas armadas que imperan a sus anchas, haya podido en pocas horas derrotar a un grupo comando integrado por militares colombianos, resulta difícil de creer. El cadáver de Möise aún estaba tibio y la policía, con su escasa preparación, ya había matado a cuatro y atrapado a 17 hombres armados hasta los dientes y experimentados en las batallas contra las guerrillas en las selva de Colombia. Algo que parece improbable. Un grupo comando altamente especializado que ingresa a un país a cometer un magnicidio y a renglón seguido es capturado tan fácilmente, resulta inverosímil.
Por eso es posible añadir la siguiente hipótesis: a los mercenarios los contrataron y los introdujeron en Haití diciéndoles que debían cumplir otra misión, cuando el verdadero objetivo era usarlos de chivos expiatorios en el magnicidio.
Todo es posible y, quizá, empiece a develarse si la esposa del presidente asesinado se salva de las balas que recibió en el atentado. Si sobrevive, ella podría decir si los que entraron a su residencia, torturaron a su marido probablemente procurando que firme la renuncia y luego dispararon a mansalva sobre ambos, eran los colombianos a los que atribuyen el magnicidio.
Todo es posible en el país donde surgieron las leyendas de los zombis, el vudú y otras creencias sincréticas. La isla que inspiró la novela con que Alejo Carpentier dio el primer paso en el universo exuberante y absurdo del realismo mágico.
*El autor es politólogo y periodista.