Cuando en diciembre de 2015 se hablaba de la herencia recibida, no era un simple relato. Lo que sí se transforma en un relato sin sustento, es el discurso del peronismo mendocino que a sabiendas de mentir, pretende relativizar la historia con olvidos.
Los últimos ocho años de gobierno peronista en la provincia, dejaron resultados por demás negativos para los mendocinos: una planta de empleados estatales agigantada, paralización de la obra pública, deudas de todo tipo - incluidos los salarios de los empleados públicos, pagos a proveedores, municipios, ART – y un déficit del orden del 6,8%.
Sólo por citar algunos ejemplos que refresquen la memoria, se le debían a YPF 60 millones de pesos de la provisión de gas a las escuelas, sobre todo rurales; en diciembre de 2015 al proveedor del Programa Oncológico se le debían 18 meses; la deuda con los proveedores del sistema Tetra, era de 500 millones de pesos; la deuda con los municipios era de más de 500 millones de pesos; el IPV, adeudaba 550 millones de pesos; la deuda con las empresas concesionarias del transporte público era de 165 millones de pesos, más otros 27 millones correspondientes a las de media y larga distancia. En 2015, por cada 100 pesos que ingresaban a las arcas provinciales, se gastaban 107 pesos. ¿En qué? En un despilfarro descontrolado al que hoy pretenden esconder bajo la alfombra para hacer borrón y cuenta nueva .
Para ser más explícito, a fines de diciembre de 2015, cuando Francisco Pérez dejaba el gobierno, la deuda consolidada de Mendoza rondaba los 1.119 millones de dólares; hoy, asciende a casi 1.200 millones de dólares, lo que equivale al 12% de nuestro PBG. En gran parte, esa deuda se tomó para hacer frente al tremendo déficit corriente provocado en las gestiones de quienes hoy, critican sin sentir ni un ápice de responsabilidad. Porque seguramente tampoco se sienten responsables de la privatización de los ex bancos provinciales, cuya deuda, que dio origen a muchas otras, todavía seguimos pagando los mendocinos y con creces.
Otra parte de la deuda se volcó a inversión pública, y he aquí otra gran diferencia: ni un sólo peso de lo tomado durante el gobierno de Alfredo Cornejo fue a gastos corrientes, como sí ocurrió durante el gobierno de Francisco Pérez. Esos recursos, se volcaron al pago de deudas generadas por el peronismo y a inversión. De hecho sólo en 2017 y 2018 se alcanzó un nivel de inversión pública en relación a gastos totales de alrededor del 10%, cifra superior al histórico que rondaba el 8%.
Se hicieron obras de distinta índole en más de mil escuelas; se incorporaron 59 mil metros cuadrados nuevos de infraestructura sanitaria; se hicieron11 refugios para el abordaje de la violencia de género – cuando en 2015 no había ni uno -; se ejecutaron obras viales; se invirtió en el sistema penitenciario y en seguridad. Como si fuera poco, se redujo el tamaño del Estado, se redujo el gasto corriente, el empleo público y la presión tributaria, alcanzando en 2018 un superávit – después de muchos años – del 8,1%.
Hoy estamos transitando momentos difíciles por la pandemia, pero no quiero pensar lo que hubiera ocurrido si este escenario pandémico se hubiese presentado en 2014 o en 2015. Les guste o no, la herencia fue real y las consecuencias están a la vista. El desorden y el despilfarro, lo estamos pagando aún hoy, aunque el peronismo se haga el distraído.