América Latina es la región del mundo menos involucrada en el conflicto global que ha escalado con el ataque de Irán a Israel. Hay cincuenta y seis países de religión musulmana en el mundo y ninguno de ellos está en esta región. Globalmente está involucrado en primer lugar el G7, integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, el Reino Unido, Italia y Japón. Es el marco que la Administración Biden busca utilizar como punto de referencia para alinear al mundo en este conflicto. Amplía este concepto a los treinta y dos países de la OTAN, que son sus aliados militares en el continente europeo. A partir de ello, refuerza sus alianzas extrarregionales en Asia, África y Oceanía, con países como Corea del Sur, Kenia, Marruecos, Australia y Nueva Zelanda, entre otros.
En cuanto al mundo árabe (son veintidós de los cincuenta y seis musulmanes), es el ámbito donde Estados Unidos buscará aislar a Irán, que es un caso particular: es musulmán pero no árabe, ni tampoco pertenece a la etnia turca. En este conflicto el régimen iraní busca tener a su favor el veto de China y Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mantener activa su red de milicias pro iraníes en Medio Oriente y en el mundo musulmán en general, y relaciones fluidas con países antinorteamericanos como Corea del Norte. América Latina no tiene un rol relevante en esta pugna salvo algún caso particular, como es el de Argentina por un lado y Venezuela por el otro.
Brasil, el país más importante en la región, se declaró neutral frente al ataque iraní. Responde a la tradición diplomática brasileña de evitar involucrarse en este tipo de conflictos internacionales, que se fue gestando desde la Segunda Guerra Mundial, en la cual sí participó. Lula, como candidato a presidente, adoptó también una actitud neutral en la guerra de Ucrania, la que fue criticada en Occidente. Mantuvo incluso el diálogo con Putin durante los últimos dos años. Ahora, frente a la Cumbre del G20 que tendrá lugar en Brasil, ha decidido invitar al presidente ruso, pese a la oposición de la mayoría de los países del G7. La postura del presidente brasileño respecto al ataque iraní es compartida por países relevantes de la región. Tal es el caso de México, Colombia y en menor medida de Chile. Con menor intensidad, países como Uruguay y Ecuador han apoyado la neutralidad, pero con señales de apoyo hacia Israel y reclamos de diálogo para evitar la escalada.
Las relaciones de Irán en la región se dan con pocos países pero son intensas, y pueden ser denominadas como alianzas. Venezuela es la relación más importante de Irán en la región. Ha jugado un papel relevante en las acciones que permitieron al régimen de Nicolás Maduro eludir las sanciones estadounidenses para impedir la exportación de petróleo venezolano. El régimen iraní habría provisto al gobierno de Maduro de armamentos como drones y posiblemente también misiles de corto alcance para un enfrentamiento aeronaval con Estados Unidos en caso de una eventual invasión. Las relaciones de Irán se extienden a Cuba y Nicaragua.
El presidente Daniel Ortega ha intensificado esta relación en los últimos meses. Cuba, por su parte, ha solicitado ayuda iraní para enfrentar su crisis económica, pero todavía no la habría obtenido. En América del Sur, Bolivia ha construido una sólida relación con Irán en términos estratégicos. En los países fronterizos con este país se están adoptando medidas preventivas para evitar el eventual desplazamiento de miembros de milicias pro iraníes, como es el caso de Hezbollah.
La tercera postura es la asumida por el presidente argentino Javier Milei, quien ratificó una vez más su sólido y definido apoyo a la causa israelí. Es una postura en soledad que acompaña con menor intensidad Paraguay. El presidente argentino estaba el 14 de abril en Estados Unidos, preparándose para viajar a Dinamarca para firmar un acuerdo con este país miembro de la OTAN y especial aliado de Washington, y comprar aviones de caza F-16.
Suspendió la visita y viajó de urgencia a Buenos Aires, donde llegó en la noche de ese mismo día. Milei no sólo condenó el ataque iraní, sino que evitó sumarse al pedido de Estados Unidos a Israel para que no reaccione al ataque. Reunió a su Gabinete y el embajador israelí en la capital argentina participó de la reunión, un hecho inusual en el campo de las relaciones diplomáticas aun en momentos de crisis. Tras las críticas que generó el hecho, el embajador explicó que él había estado en la reunión de Gabinete, pero no había participado en las discusiones. Milei ordenó analizar qué tipo de apoyo militar podría proporcionar Argentina a Israel en caso de que el ataque iraní desencadenara una escalada del conflicto, extendiéndolo a otros países del Cercano y Medio Oriente. En los hechos, sería una actitud más simbólica que concreta u operativa.
El presidente argentino busca transformarse -y lo está logrando- en el aliado más firme de Estados Unidos e Israel en América Latina. Cabe señalar que el 11 de abril la Justicia argentina condenó a Irán y Hezbollah por los dos atentados del terrorismo islámico que tuvieron lugar en 1992 y 1994, una coincidencia que puede tener consecuencias para el país.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.