La Argentina corporativa contra la República

Para encarar un programa de reformas necesarias y perdurables que inicien un camino virtuoso de desarrollo económico social, hay que afrontar el desarme del sistema corporativo con las desregulaciones de la economía en primer lugar, terminando con las reservas de mercado y el monopolio de las tramitaciones con el Estado.

La Argentina corporativa contra la República
Sergio Massa y José de Mendiguren.

El resultado del ballotage no sólo significó un cambio político de magnitud sólo comparable al que tuvo lugar en 1946, fue también un golpe a la Argentina corporativa.

La Argentina de las corporaciones, que Uriburu aspiraba a representar en el Congreso en sus delirios reformistas contrarios a la democracia republicana, frustrados por la reacción de las fuerzas que adherían a esa tradición, se fue fortaleciendo a partir de 1943 y colonizado el Estado. Otro corporativista que contribuyó a la colonización del estado fue Onganía con dos leyes nefastas, la que creó el FONAVI, partida de nacimiento de la patria contratista y la ley de Obras sociales que generó la casta de los sindicalistas empresarios y ricos.

Los problemas del Estado no pasan solamente por su tamaño desmesurado en proporción al producto bruto, sino también por estar al servicio de intereses particulares en vez del cumplirse el precepto constitucional de promover el interés general.

Los regímenes de promoción industrial son otros ejemplos de transferencia de ingresos a los sectores de mayores ingresos y el caso extremo es Tierra del Fuego, para beneficio de dos empresarios y perjuicio de millones de consumidores que pagan caros productos de menor calidad y tecnología.

No están exentos sectores profesionales que establecen cotos de caza o se aseguran trabajos innecesarios, aún más con las nuevas tecnologías de la revolución digital.

Con el gasto público siempre hay beneficiarios privados y la mayor parte de esas erogaciones la reciben muy pocos.

El candidato derrotado en las elecciones nacionales, Massa, es un genuino testaferro de las corporaciones que benefician a muy pocos. Pero también los vemos en el otro lado de la grieta. Basta ver decisiones como las tomadas por el gobierno de Mendoza con la renovación del contrato de concesión a Edemsa, cinco años antes de su vencimiento y con condonaciones de deudas cuantiosas, medida que hace recordar la escandalosa renovación del contrato de la CADE en la ciudad de Buenos Aires por la mayoría radical en el Concejo Deliberante de esa ciudad en 1936.

Algunos de los voceros de sectores que reclaman la necesaria reducción del gasto público, lo hacen buscando el corte en otros, “la nuestra no se toca” es una de las consignas de las corporaciones.

La que ya está mostrando la hilacha nuevamente es la corporación sindical. Estos millonarios con afiliados pobres, que en cuatro años vieron como crecía la informalidad laboral, el deterioro del salario de los trabajadores y la pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones, en especial de quienes aportaron, en silencio y sin ningún paro general ya inician sus amenazas desestabilizadoras.

La rápida admisión de la derrota por parte de Massa, lo diferencia de las actitudes antidemocráticas de Trump y Bolsonaro, hicieron pensar en una transición con mayor cooperación. Era lo que se esperaba después de esta herencia desastrosa que deja el gobierno, agravada por el uso y abuso del candidato Massa, de los resortes del poder para obtener votos con un costo de tres puntos del PBI y cuyas consecuencias inflacionarias se pagaran en los próximos meses.

Es interesante el rápido alejamiento de la cercanía del presidente electo de figuras que fracasaron en los noventa cuando sucedieron a Cavallo en el ministerio de Economía o de excéntricos que proponen medidas imposibles de implementar, por ser disparatadas y violatorias de la constitución nacional.

Se va cumpliendo una norma no escrita pero constante en los regímenes presidenciales, se llega con un elenco de gente que ayudan a ganar las elecciones, pero, se gobierna con otros equipos. Si esto sucede con partidos orgánicos, más tenía que pasar con la Armada Brancaleone que rodeó a Milei donde los demócratas de Mendoza eran los únicos que aportaban racionalidad y mesura.

Para encarar un programa de reformas necesarias y perdurables que inicien un camino virtuoso de desarrollo económico social, hay que afrontar el desarme del sistema corporativo con las desregulaciones de la economía en primer lugar, terminando con las reservas de mercado y el monopolio de las tramitaciones con el Estado.

Esto requiere cuadros capaces y poder político. La legitimidad de origen, el nuevo gobierno la tiene, ahora viene el problema de la legitimidad de ejercicio y esa solo se logra con la construcción de poder político, ejemplaridad, acuerdos transparentes, mostrando siempre que se gobierna para el interés general y no de unos pocos pillos que con el discurso de la situación de los más necesitados se apoderan de los fondos públicos. Solo con fuerte poder político se puede desarmar el Estado corporativo que ahoga las energías creativas del pueblo argentino.

Para construir poder político no le queda otra alternativa al presidente electo, que acordar con fuerzas políticas más afines, un programa que tenga apoyo en el Congreso, recordando que su mayoría no la obtuvo en la primera vuelta y que su representación legislativa es muy minoritaria y salvo casos puntuales, poco experimentada.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.

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