La Argentina del péndulo y el espejo

La Argentina del péndulo y el espejo
Francisco Sánchez.

No puedo evitarlo. Me remito de manera constante a Don Miguel de Unamuno en su paradojal andar entre ideas y posiciones que partieron desde el anarquismo de Pi y Margall hasta el socialismo de Pablo Iglesias Posse, desde republicanismo junto a Alcalá Zamora hasta el apoyo con desgano al levantamiento de Franco, para terminar en la soledad de muerte, repudiado por ambos bandos beligerantes en la cruenta Guerra Civil española, refugiado ya en un liberalismo –siempre a su medida- secular e hijo de la ilustración racional y civilizada.

La remisión es casi inevitable. Hablamos de una España –en 1936- que tenía casi el cuarenta por ciento de analfabetos. Argentina hoy tiene un cincuenta por ciento de pobres y el analfabetismo en el siglo XXI, ya no se mide en una capacidad de leer y de escribir que tienen los habitantes. Tal vez ahora –eso dicen- se mide en la capacidad o no de maniobrar tecnologías remotas. Yo creo que la ecuación es aún peor: el analfabetismo se mide en la capacidad o no de concebir conocimientos abstractos. Y si es así, no lo dudemos, estamos al horno, como suele decirse.

Confundir parece ser la tarea de algunos políticos. Y lo están logrando. El sábado 18 de mayo, en un acto del partido político VOX de España, habló en el púlpito de orador un funcionario argentino. Se trata del Técnico en Recursos Humanos Francisco Sánchez, que depende de la Ministro de Relaciones Exteriores la Dra. Diana Mondino. El señor Sánchez se presentó como un “conservador”. Y a renglón seguido se pronunció contra la ley de divorcio, contra el matrimonio igualitario, contra la despenalización del aborto y contra las políticas de igualdad de género que, según él “pervierten a nuestros hijos”.

Yo adelanto mi posición: tengo mi clara sospecha de que el pervertido es el señor Francisco Sánchez. En otras oportunidades se ha pronunciado contra el islam, resaltando la batalla de Lepanto como el hecho que salvó a Occidente y se ha pronunciado también contra el judaísmo y por supuesto, contra todo aquello que pueda denostar la ortodoxia cristiana católica, incluído el Papa Francisco.

Tal vez ni siquiera los mismos feligreses de VOX pensaban que en la otra orilla del Océano Atlántico había gente que aún ponderaba el nombre de Torquemada. Ante esta alocución tan radical por parte del señor Francisco Sánchez, quizás algunos afiliados a VOX se hayan mirado con miradas de complicidad y gracia y quien sabe tal vez hasta se hayan dicho entre sí: “¿No será mucho lo de este señor? ¡Hombre, te has pasado de rosca!”. Es que Argentina es tan generosa, que así como nos ha dado a Berdardo Hussay, a Leloir, a Favaloro, o a Borges y a Cortázar o a Maradona y Messi, es capaz de dar a luz lo impensado, por ejemplo hacer nacer y crecer a fascistas más fascistas que Santiago Abascal o que Giorgia Meloni, como es el caso del señor Francisco Sánchez, funcionario de primera línea en la Cancillería argentina.

Pero entre discurso y discurso, aprovechando el analfabetismo –en la concepción de ser una falta de conocimiento y comprensión del pensamiento abstracto- de los argentinos, se va confundiendo todo y a todos, o por lo menos a casi todos. Rápidamente pondremos blanco sobre negro o negro sobre blanco. Un conservador argentino, lo que se dice “un conservador argentino”, tiene una cierta admiración por los próceres fundacionales de nuestras instituciones republicanas, como lo fueron Mitre y Sarmiento, por los representantes de la Generación del 80, Roca, Pellegrini, Alsina, Sáenz Peña, Quintana, Victorino de la Plaza e incluso por quienes luego gobernaron la Argentina entre 1931 y 1943. Estos conservadores, con sus defectos y virtudes, creían por ejemplo, en la ciencia, y dejaban para su privacidad el culto religioso que practicaban cuando poseían uno.

Pero para ejercer su acción social y pública abrevaron de las ideas que por entonces eran de avanzada en mundo, tales como el positivismo jurídico, social y científico, logrando así las leyes de educación común, laica, obligatoria, pública y gratuita, creando el registro civil, separando la Iglesia del Estado, o promoviendo las primeras leyes sociales, y trayendo a gentes de todo el mundo para desarrollar y poblar nuestras praderas, desiertos, estepas y montañas.

A estos conservadores argentinos, se les llamó “conservadores” porque en su mayoría provenían de un estrato social y cultural alto, y porque, siendo vanguardistas y liberales en todos los temas que tenían que ver con la cultura y la política, “conservaban” el poder para perpetuarse en el mismo. Es cierto, no siempre se perpetuaron de la mejor manera y con los parámetros actuales de una democracia transparente. Un historiador me enseñó que no se juzga el pasado con los valores de hoy.

El señor técnico o licenciado Francisco Sánchez en cambio, pertenece a otro tipo de conservadorismo. Pertenece al que dio origen a la Falange Española, por ejemplo, o al nacionalismo en el que recaló Leopoldo Lugones en 1930 que justificó el golpe Militar de Uriburu o en el fascismo del Capellán Wilkinson, que colaboró con el golpe de Estado de 1943, permitiendo así el ascenso al poder de Juan Perón y de todos los cuadros dirigenciales que provenían de la Acción Católica y del incipiente Opus Dei en Argentina, ya fuerte y cogobernante en la España franquista. Por favor, digamos lo que dicen los periodistas más ortodoxos: los hechos son sagrados, luego habrá que interpretarlos de la forma en que cada uno quiera o pueda. Este señor Francisco Sánchez y tantos otros como él que se dicen conservadores pero que no distinguen la significación de dicho concepto, de conservadores argentinos, no tienen nada.

Y entre tanta confusión, los líderes más importantes de la Argentina, juegan al juego del espejo, mirándose unos a otros, donde la mano derecha de uno es la izquierda del otro, y así, en un péndulo constante, el bastón de mando parece instalarse en el extremo de alguna de esas manos e ideas. Esas manos y esas ideas son el nido en donde los fanáticos nacen, crecen y se reproducen, ya sea porque “ganan la calle” y la dejan hecha un basural sin pensamiento alguno o porque inundan las redes sociales volviéndolas otro basural sin pensamiento alguno. Ojalá el presidente Milei, que dice ser liberal, por lo menos acierte en economía, ya que en cultura, educación, pensamiento filosófico, artístico y político, se aleja mucho de aquel liberalismo argentino de la generación del 80 que tanto a él le gusta mencionar. De Francisco Sánchez y de tantos que piensan como éste en el gobierno, habrá que cuidarse mucho y sobre todo, habrá que cuidar a nuestros hijos. Recomiendo la lectura del día 19 de mayo pasado, del artículo en Los Andes de Carlos Larrosa “Cristina y Milei, tan diferente y tan parecidos”. Allí el autor se explaya en esto del parecido que tienen ambos líderes en la manera extrema de formular su relato.

Se me ocurre volver al comienzo de estas reflexiones y pienso en la España de Unamuno, con todos los excesos que produjo su guerra “incivil”, como él la llamó, con su casi cuarenta por ciento de analfabetos. Se me ocurre pensar en la necesidad de que los políticos más importantes de la Argentina, instalen definitivamente, discursos y acciones de moderación. Y como soñar es gratis, yo todavía sueño con una Argentina moderada.

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