“… El gabinete sigue sin poder ejercer la administración de los asuntos públicos. No tiene objetivos. No tiene poder. El plan económico no fue otra cosa que un diagnóstico de laboratorio. No hubo plan. Sólo un grupo de funcionarios confundidos, y todo el cuerpo económico de la nación a la deriva. Los argentinos, día a día, tienen conciencia de que el país al que estaban acostumbrados está muriendo. Y no saben qué país, qué vida, los espera. Ni cuánto durará la agonía.”
Estas palabras podrían definir lo que muchos argentinos perciben de la situación actual. Sin embargo, pertenecen a una nota publicada el miércoles 16 de julio de 1975 por el diario La Opinión.
Perón había muerto en el transcurso de su tercera presidencia dejando un país en llamas, económicamente endeble y atacado por grupos terroristas, para los que ideó la “Triple A” junto a José López Rega.
Difunto el líder, su poder quedó en manos de Isabelita, esposa y vice, convirtiéndose así en la primer presidente mujer de la Argentina. A pesar de que hoy parece un dato no registrado en los discursos oficiales.
Mes a mes los consejos del famoso “Brujo”, mote de López Rega, la perdían más en un abismo del que no pudo salir por falta de preparación y capacidad política.
En realidad, la idea de Perón nunca fue llevarla como vice. Consciente de su mala salud aspiraba a una alianza con la UCR, proponiendo a Ricardo Balbín como compañero de fórmula. La presión del ala joven del radicalismo, liderada entonces por Raúl Alfonsín, lo hizo imposible. Convengamos que parte del peronismo también se opuso.
Así fue como los argentinos llegamos a depender de un verdadero puñado de improvisados, a quienes el poder les cayó de arriba y que una vez allí no supieron sostenerlo.
Los coletazos de la crisis internacional del petróleo no ayudaron, sólo sirvieron para culpar de los problemas internos al exterior, algo que también puede hoy resultar muy actual.
La última gran jugada de Isabelita, fue intentar dar un vuelco a la economía en forma de shock. Tanto ella como López Rega se decidieron por Celestino Rodrigo, colocándolo a principios de junio a cargo de la cartera de Economía.
El flamante ministro no tardó en detallar su plan: de un día para el otro se aplicaba una devaluación superior al 100%, se aumentaban todos los servicios públicos y los precios -hasta entonces ficticiamente congelados- podían subir, llegando en algunos casos al 180%. Además, los sueldos no iban a incrementarse. Rompían así con la CGT sin dar aviso.
Aquel sinceramiento de la economía, como se lo llamó, fue más bien un “sincericidio” que dio por resultado el famoso y catastrófico Rodrigazo.
Entre esa Argentina que parecía estar muriendo y la actual existen coincidencias alarmantes, a las que debemos prestar atención pues es ese el papel de la Historia.
*La autora es historiadora.