Todo comenzó (es un decir) cuando el hoy senador mendocino por la Unión Cívica Radical, Alfredo Cornejo, ex gobernador de esta provincia, propuso el Mendoexit. Este anglicismo utilizado por Cornejo hacía mención a la posibilidad, mediante el uso del mal llamado “derecho de autodeterminación”, de separar la provincia de Mendoza del resto de la nación argentina.
El mismo año en que Cornejo propuso el uso del privilegio de secesión, que es como realmente habría que denominar al “derecho de autodeterminación”, se formó la coalición electoral Éxito, otro juego de palabras utilizando la palabra inglesa Exit (no es casualidad) y éxito, como que Mendoza sería exitosa como Estado independiente si no se sometiera al “centralismo” de Buenos Aires.
Con las medidas adoptadas durante la cuarentena argentina por la pandemia, Cornejo criticó la política de Alberto Fernández, tendiente a centralizar todos los insumos, la vuelta a la Fase 1 de confinamiento en toda Argentina y la repercusión que ello tuvo en las empresas mendocinas.
Al igual que ocurrió con el separatismo catalanista en España, las consecuencias de una crisis económica -en el caso catalán la de 2008- y la gestión de la misma realizada por el Gobierno central llevaron a ciertas fuerzas políticas que ya controlaban la región desde hace tiempo, a enfocar sus esfuerzos a convertirse en cabezas de ratón antes que en cola de león. Eso sí, ellos consideran que mejor ser un ratón vigoroso antes que un supuesto león decrépito.
La provincia de Mendoza supone el 3,7% del PIB nacional, y además produce el 94,13% de vides de toda la Argentina, pues es la principal región productora de vitivinicultura de la nación.
La motivación separatista, al igual que ocurre con el secesionismo catalanista, es económica. Creen los separatistas mendocinos que serían un Estado más próspero que Argentina, y basan su hecho diferencial en tener un acento distinto al porteño, que es tomado internacionalmente como el acento argentino por antonomasia.
Lo grave aquí es que sean miembros de un partido nacional, como la Unión Cívica Radical (UCR), que ha dado presidentes nacionales de talla histórica como Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín, el que esté planteando la posibilidad de balcanizar un Estado soberano como lo es la República Argentina. Es como si en el PSOE español existieran defensores de la secesión de Cataluña respecto de España. Y lo gracioso es que existen, como es el caso de la familia Maragall en Cataluña, el ex alcalde de San Sebastián en el País Vasco, Odón Elorza, o el candidato a primarias que disputó a Pedro Sánchez la secretaría general del Partido, José Antonio Pérez Tapias.
El PSOE y la UCR tienen muchas ideas comunes, como el krausismo, esa herejía masónica fundada por el filósofo alemán Karl Krause, el federalismo y el liberalismo social.
Pero no es el único ejemplo de separatismo activo que sufre Argentina en estos momentos.
El Consejo de Todas las Tierras, liderado por el chileno Aucán Huilcamán, busca organizar como Estado independiente al llamado Wallpamu, que abarca todo el centro argentino desde la Provincia de Buenos Aires a la propia Mendoza, y también el centro de Chile. Esto supondría ya un conflicto con los separatistas mendocinos, y de lograrse, separaría todo el norte de Argentina, incluyendo a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de la Patagonia.
Y por cierto, existe también un separatismo patagónico que se reclama heredero del testimonial, efímero y no reconocido nunca por ningún Estado, Reino de la Araucania y la Patagonia, también conocido como Reino de la Nueva Francia, fundado por el francés Antoine de Tounéns entre 1860 y 1862. Tounéns acabó preso en Chile y declarado loco en un juicio, aunque infructuosamente, ya en libertad, buscó reconstituir su fallido reino más adelante. Aun hoy, en Francia, existen personas que se reclaman herederas al trono de la Nueva Francia, como el heraldista Fréderic Luz.
Este separatismo patagónico también entraría en conflicto bélico con el separatismo mapuchista y el mendocino, por no mencionar el conflicto que supondría también no solo con el Estado argentino, sino también con el chileno. Aunque en éste, debido a la propuesta de texto constitucional de este año 2022, se incluye el mal llamado “derecho de autodeterminación” y la plurinacionalidad étnica en el orden político chileno.
Aparte, un Estado patagónico y otro mapuche limitarían muchísimo la capacidad argentina de reclamo de las islas Malvinas y de las Sandwich del Sur, porque el Reino Unido tendría un par de Estados tapón más pequeños y con menos poder con los que tratar cerca de sus islas. No en vano, es en una ciudad británica, Bristol, donde se halla la sede de The Mapuche Nation, que pide el “derecho de autodeterminación” para el Wallmapu.
¿Por qué el “derecho de autodeterminación” es, realmente, un privilegio de secesión? Porque en Argentina supondría el fin de la igualdad ante la Ley de todos los ciudadanos, pues sobre la unidad nacional los argentinos no censados como “mapuches”, “patagónicos” o mendocinos, no podrían votar en un plebiscito que decidiera sobre esta cuestión.
Lo grave es que estas ideas autodeterministas se están consolidando en izquierdistas, progresistas y liberales argentinos y chilenos, lo que pondría las bases de una segunda balcanización hispanoamericana, ocurriendo la primera con el colapso del Imperio Español.
La “autodeterminación” es una trampa geopolítica e ideológica.
Evidenciarla es pura supervivencia.