La reconfiguración del mapa político mendocino en este crucial año electoral que acaba de finalizar, tiene razones locales y nacionales.
En lo local la hegemonía de Alfredo Cornejo fue cuestionada desde dentro del mismo espacio que él forjó para llegar a la gobernación en 2015. Pudo lograr, no sin esfuerzo, la reelección, pero le será aún más difícil imponer una sucesión porque a cuatro años son varios los que ya están, y seguramente serán más los que aparecerán, que querrán disputarle no solo su cargo, sino su liderazgo provincial.
En lo nacional las cosas se complicaron más, ya que con escaso apoyo local, Javier Milei, alguien políticamente inexistente en Mendoza hace un año atrás, se convirtió en la gran figura presidencial convocante que lo llegaron a preferir, en las diversas elecciones, hasta siete de cada diez mendocinos. Los candidatos presidenciales del radicalismo y del peronismo fueron arrasados por el libertario que encontró en Mendoza tierra fértil para un crecimiento exponencial. Tal como nos recuerda el consultor Elbio Rodríguez en una nota reciente en este diario, de los tres millones de votos que Javier Milei le sacó a Sergio Massa, la mitad o sea más de un millón y medio de sufragios, los obtuvo sumando los puntos de Córdoba y Mendoza. Dos provincias con una población profundamente crítica del kirchnerismo, aunque no necesariamente antiperonista porque Córdoba se ha convertido desde hace varias décadas en la Meca del peronismo republicano antipopulista como antes lo fuera del radicalismo. Sitio, el de Meca del radicalismo, que ahora está ocupado en gran medida por nuestra provincia. Habiendo sido en Mendoza, el peronismo republicano una fuerza con enorme incidencia en los inicios democráticos pero que ahora, al ser ocupado el espacio peronista por el liderazgo interno kirchnerista, la sociedad lo convirtió en una fuerza por demás intrascendente. Para dar un ejemplo contundente, en las elecciones PASO el candidato que se presentó en la interna contra Cornejo, sacó más votos el solito que las cuatro listas que para la primaria presentó el peronismo local. Y de allí en más no dejó de irle de mal en peor. Como le ocurrió allá por 1985 cuando el alfonsinismo ganó en Mendoza y el peronismo aún no se había renovado. Pero hoy incluso están peor.
De cualquier forma, los datos políticos más significativos de este año electoral en Mendoza fueron dos: la reelección (algo que casi nunca ocurre por aquí) de Cornejo como gobernador y el triunfo aplastante de Milei como presidente. Son dos experimentos difíciles de comparar con otros momentos históricos porque en el siglo XX salvo el demócrata don Pancho Gabrielli nadie fue reelecto (además don Pancho jamás pudo terminar una gestión completa). Y lo de Milei porque tiene aquí las mismas connotaciones de misterio que en todo el país: cómo un outsider con nula experiencia política y con una fuerza legislativa muy minoritaria puede haber alcanzado tal tamaño de popularidad y de intención de voto, llegando a ser esos méritos una especie de récord electoral en Mendoza. De vértigo.
Lo cierto es que a Milei su triunfo en la provincia no le costó nada mientras que a Cornejo le costó mucho. El ahora presidente apenas visitó Mendoza, se alió con el Partido Demócrata que estaba en grave crisis ya que prácticamente carecía hasta de estructura legislativa local, pero con ellos y un pequeño sello libertario, carente de nombres conocidos o experimentados, conquistó Mendoza en un santiamén. Puede, es cierto, haber razones antikirchneristas (particularmente anticristinistas) en estas elecciones locales, pero no cabe duda que Milei sedujo con su estilo y sus propuestas a gran parte de los mendocinos, más allá de quien tuviera enfrente. Patricia Bullrich, apoyada por todo el aparato político oficial local, hizo una muy mala elección, que nadie se imaginaba podría hacer. Lo de Milei en Mendoza (no necesariamente en todo el país) no fue solo una opción sino también una elección por lo positivo. Como que los ciudadanos menducos le hubieran dicho que no a cualquier opción nacional de los partidos provinciales y hayan dirigido su voto hacia un mediático pero hasta hace poco desconocido personaje que apenas nos visitó pero que igual nos conquistó.
Cornejo debió pasar primero la barrera interna que le puso Luis Petri, quien en las PASO perdió pero con el 40% de los votos sobre el 60% del ganador. Luego debió lidiar con una fuerza muy aluvional, contradictoria y recién constituida, que no llevaba candidato nacional, como la Unión Mendocina, pero que aún así sacó en las generales 30 puntos mientras que el radicalismo llegó a 40. Dos elecciones bastante reñidas frente a lo que un año atrás se suponía (de elegir Cornejo ser reelecto) apenas un paseo que lo acercaría a la hegemonía política local de los dos tercios. Bienvenido límite que la provincia -ya sea por azar o por necesidad- suele poner a sus conductores a fin de que cada uno tenga el poder que necesita para la gobernabilidad pero que nadie detente el poder hegemónico. Que a Cornejo volver a ser gobernador no le haya resultado un paseo es un dato muy interesante para que se esmere en superar en su segunda, su primera gobernación.
En cambio, los límites que Mendoza le ha de poner a su conquistador nacional, aún se desconocen. Sabemos que es intensa la relación al menos electoral entre los mendocinos y Milei pero no sabemos, por su absoluta novedad, todas las características que ese romance político encierra. Veremos si son amores de estudiante (flores de un día son) o si cuando lleguen los días difíciles (que en realidad nunca han dejado de estar) los mendocinos defienden, aún en las malas, su decisión.
Pero ese gran apoyo electoral no quedó allí. Se amplió, creció. Es que luego de conseguir un espontáneo y arrollador voto ciudadano casi sin ningún sostén de la dirigencia local, ahora las elites parecen apoyar con renovado fervor al nuevo presidente, haciendo un claro seguidismo de los votos mendocinos, que nadie en absoluto quisiera dejar de representar. De los tres candidatos más votados en las PASO, Alfredo Cornejo, Omar de Marchi y Luis Petri, en ese orden, dos de ellos ya han pasado a ser muy importantes funcionarios mileistas: Petri nada menos que ministro de Defensa y De Marchi el encargado por el ejecutivo nacional de negociar las leyes y decretos impulsados, que no son precisamente dos o tres, sino que a menos de un mes, ya apabullan -cuantitativa y cualitativamente- por el ritmo atronador de su presentación.
Cornejo no se definió como mileista, pero la candidata a presidenta que apoyó con todas sus fuerzas hoy es la ministra de Seguridad del libertario y las relaciones entre ambos siguen más que bien. El gobernador mendocino está tratando de mantener un delicado equilibrio a nivel nacional para no enfrentarse a la conducción central del radicalismo, pero sin pelearse con Macri. Además, a diferencia de la UCR en general, que se definió por el voto en blanco, Cornejo jamás dijo su voto, quizá sabiendo que los votantes de Milei son también votantes suyos prácticamente en su totalidad. De aquí en más nuestro gobernador, que no ha perdido sus ambiciones nacionales (o por lo menos el “vicio” de hacer política más allá de las fronteras provinciales, ya que cuando se experimenta ese “vicio”, por más que se vuelva al pago, la adicción sigue igual de intensa) tratará de mantener un pie en cada lado (en dos lados, porque si tendría tres o cuatro pies, los tendría en los tres o cuatro lados) evitando romper con un radicalismo que en su conducción no simpatiza con Milei y menos que menos con Mauricio Macri. Precisamente ese interés cornejista en tomar con una mano al radicalismo nacional y con la otra al macrismo, lo hace promocionando y organizando una liga de gobernadores que le permita seguir sosteniendo la ficción de la existencia de Juntos por el Cambio, una alianza electoral que nunca pudo ser gubernamental pese a que gobernó cuatro años. Una coalición que hoy por hoy existe más en la imaginación y en las necesidades políticas de Cornejo que en las intenciones de Gerardo Morales y Mauricio Macri de seguir formando parte del mismo espacio.
Habrá que ver de qué modo se expresa esa actitud política cornejista, que no es del todo oficialista pero no parece para nada opositora, en una de las dos provincias más mileistas del país. Será interesante seguir la evolución de los acontecimientos, que todo indica no dejarán de asombrarnos ni de sorprendernos como lo hizo el año 2023 entero, donde nada ocurrió como casi todos habíamos pensado. El fracaso de la profecía, pero a la vez, el advenimiento de alguien que se cree profeta. Cosas de la vida.
Sintetizando, es impresionante que de no tener nada Milei hace un año salvo la punta de lanza del PD, hoy de los tres políticos locales más votados dos son sus funcionarios y el otro es más un colaborador externo que un opositor. Casi todos los espacios políticos mayoritarios han sido colonizados por Milei en lo que se trata de una verdadera conquista de Mendoza.
En toda esta historia de conquistas, conquistadores y conquistados donde participa prácticamente todo el espectro político y las grandes mayorías populares mendocinas, sólo ha quedado relegado el pobre peronismo local que no pudo acertar ninguna. Primero, los intendentes, que se aseguraron sus comunas separándolas de cualquier otra elección, dejaron que el kirchnerismo local se incinerara en las urnas, y luego intentaron diferenciarse de ellos apoyando a Massa cuando luego de la primera vuelta se convirtió en una franca promesa de triunfo. Fue el sanrafaelino Emir Félix quien se negó a aliarse con los kirchneristas como querían los kirchneristas (hasta la candidatura a gobernador le ofrecían) y fue el maipucino Matías Stevanato el que ni siquiera apoyó al candidato a gobernador del kirchnerismo.
Hasta aquí avanzaron los caciques, pero sin embargo, con sólo mirar los guarismos electorales y la actitud en general de la sociedad mendocina con respecto al peronismo, los intendentes (que son en general muy respetados en sus respectivas localidades y eso hoy por hoy es su único capital político) deberán avanzar con infinita más audacia no sólo para alejarse de los mariscales de la derrota del peronismo nacional sino para acercarse al afecto de los mendocinos que muy bien supieron construir durante la segunda mitad de la década de los 80 y los años 90. Cuando aún Córdoba era la Meca radical y Mendoza la Meca peronista de la cual, según narra el mito, los taxistas porteños -aún sin conocerla- decían que era una de las más vivibles provincias del mundo. El paraíso en el desierto. Y el mito, aún devaluado, continúa. Esperemos que los actuales y futuros gobernantes mendocinos la puedan poner en valor. Que Mendoza recupere con fuerza liderazgo cuyano y nacional.
Finalizando, en la conservadora -y aún en parte siestera- gran aldea mendocina, este año los arrebatos electorales dejaron a todo el mundo provincial sin aliento. Los primeros en dar en gran paso hacia la dirección desconocida fueron los ciudadanos mendocinos en una por demás abultada y creciente cantidad. Luego los dirigentes se acoplaron a esa paso y Milei puede dar por conquistada Mendoza en el breve plazo de meses. Algo por demás atractivo pero igual de peligroso, porque a juzgar por la historia local, Mendoza siempre ha tolerado y aceptado de buen grado a todo quien quiera aportar a su construcción permanente. A todos los hizo suyos con más fuerza que cualquier otra comunidad, prescindiendo de todo etnocentrismo cultural o político. Pero si en vez de colaborar intentaron aprovecharse de Mendoza, el castigo fue siempre ejemplar. Mendoza está abierta a la nación y al mundo como nadie, pero para sumar a su grandeza, no para expropiar sus riquezas. Habrá que ver que tipo de conquistador es Javier Milei, el hombre que le debe a Mendoza y Córdoba la friolera de la mitad de los votos con que superó a Massa.
Coda
Analizando esta especie de radiografía política del presente mendocino que hemos sintéticamente narrado en esta nota, es dable compararla con el gran debate a través del cual se encaró la campaña electoral provincial entre oficialismo y variadas oposiciones: la discusión acerca de si en Mendoza, con el advenimiento de un tercer periodo consecutivo para un gobierno del mismo color, no se estaba estableciendo un caudillismo hegemónico que avanzara sobre el equilibrio institucional. Pero lo cierto es que si habiendo riesgos ciertos de eso hace un año , las decisiones populares construyeron un esquema de límites y contrapesos con nuevos protagonismos políticos locales y nacionales con proyección futura, susceptibles de controlarse unos a otros, y de ese modo mantener en pie la tan mentada institucionalidad mendocina. Por lo que con estos resultados, hoy además de preocuparnos por los excesos políticos que siempre deben criticarse, deberíamos sobre todo ocuparnos, de modo compartido, por las urgencias en reformular nuevas bases para el desarrollo económico provincial.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar