Stanislav Petrov y Vasili Arjípov... Para una enorme mayoría, estos nombres no significan nada, pero todos les debemos nuestra vida a estos dos oficiales rusos que detuvieron un apocalipsis nuclear.
Ahora que leemos en los periódicos las amenazas de represalias nucleares y nos recuerdan que estamos a segundos del fin de los tiempos, como indica el Reloj del Fin del Mundo (actualmente a las 23:58:30, es decir, a 90 segundos de la medianoche), es bueno recordar que hay personas que pueden evitar esta debacle .
El 26 de septiembre de 1983, Stanislav Petrov, solo tres semanas después que los soviéticos derribaran al vuelo 007 de Korean Air por violar el espacio aéreo ruso, era el oficial a cargo del sistema de información defensiva de la Unión Soviética. Ese día recibió datos de un satélite ruso que había detectado un misil norteamericano lanzado contra Moscú.
Petrov interpretó esta información como un error de sistema. Un solo misil no tenía sentido, y decidió evitar una retaliación nuclear. Ese día, que hemos olvidado, el mundo se salvó de un Armagedón.
Sin embargo, mucho antes, en una situación aún más dramática como lo fue la crisis de los misiles de Cuba, el capitán de un submarino, Vasili Arjípov, contradiciendo a dos oficiales a cargo, evitó otra conflagración nuclear de terribles consecuencias.
Arjípov había ingresado a muy temprana edad a la marina soviética y, con menos de 20 años, participó de la Segunda Guerra Mundial luchando contra Japón. En 1961 fue nombrado comandante de un submarino K-19, una de las primeras naves impulsadas por energía atómica fabricada en Rusia y armados con misiles provistos de ojivas nucleares.
Para seguir el ritmo de la carrera armamentista contra sus contrincantes norteamericanos, los soviéticos habían fabricado estos submarinos apresuradamente. Al menos 11 personas murieron durante su construcción, y su armado fue tan defectuoso, que, al ser botado, estuvo a punto de irse a pique.
En su primer viaje, el sistema de refrigeración alternativo del reactor nuclear se sobrecalentó con peligro de fusión de la central atómica que impulsaba a la nave. Los oficiales, entre los que se encontraba Arjípov, se expusieron a las radiaciones, alternando turnos de cinco minutos a fin de improvisar un nuevo sistema de refrigeración. El submarino se salvó, pero en los dos años siguientes, 22 miembros de la tripulación murieron a causa de las radiaciones. Los rusos llamaron al submarino “Hiroshima” y los norteamericanos la conocían como “The widowmaker” (El hacedor de viudas).
En 1962, Estados Unidos descubrió que los soviéticos estaban instalando misiles en la isla de Cuba. Cabe recordar que un año antes, la administración Kennedy debió admitir la derrota al apoyar la invasión de Bahía de Cochinos, donde disidentes cubanos entrenados por la CIA intentaron derrocar a Fidel Castro.
La URSS estaba muy preocupada por los misiles de medio alcance instalados por los americanos en Turquía y Alemania (algo muy parecido a los motivos que desencadenaron la guerra en Ucrania). De allí que el premier ruso Nikita Kruschev utilizó la alianza con Cuba para iniciar la llamada Operación Anádir, destinada a desplegar no sólo misiles en tierra cubana, sino también tropas que pudieran invadir a los Estados Unidos de presentarse la oportunidad.
Los soviéticos pensaban que la inteligencia norteamericana tardaría en percatarse del traslado de los misiles, pero fueron rápidamente detectados, y los americanos desplegaron sus fuerzas inmediatamente. Las relaciones entre ambos países se tensaron con mutuas amenazas de destrucción masiva.
Dentro de la Operación Anádir, los soviéticos habían dispuesto el envío de 4 submarinos cargados con torpedos nucleares. El 27 de octubre de 1962, 11 destructores americanos y el portaviones USS Randolph (CV-15) ubicaron a un submarino soviéticos cerca de Cuba.
En este submarino viajaba el capitán Arjípov, quien, después del episodio del K-19, había ganado un gran prestigio en la armada.
Curiosamente, el comando de las naves soviéticas no estaba a las órdenes de un sólo oficial, sino de un triunvirato. Además de Arjípov, estaban el capitán Savitsky y el comandante político Máslennikov.
Cuando el submarino fue detectado y atacado con cargas de profundidad, estas dañaron al sistema eléctrico de la nave. A raíz del defecto, la temperatura comenzó a subir y aumentó la concentración de dióxido de carbono, a tal punto que varios marinos se desmayaron.
Savitsky estaba convencido de que la guerra entre la URSS y EEUU había comenzado, pero no tenía forma de comunicarse con Moscú. Tanto él como Máslennikov estaban determinados a lanzar un misil nuclear, pero según los procedimientos de emergencia, debía existir unanimidad en esa decisión...Y Arjípov no estaba de acuerdo.
Después de largas deliberaciones, primó la determinación de Arjirov, quien convenció a Savitsky de hacer emerger la nave para esperar órdenes de Moscú. Al hacerlo, no solo se enteraron de que la guerra no había comenzado, sino que además Kruschev había negociado el retiro de los misiles en Cuba. El mundo estuvo a nada de comenzar una guerra de imprevisibles consecuencias.
Sin embargo, desde entonces, el poderío nuclear en el mundo se ha extendido y el peligro de un desastre nuclear ahora es mayor que hace 60 años.
En estos momentos de crisis conviene recordar una estrofa de la canción “Russians” del músico británico Sting.
“We share the same biology, regardless of ideology
Believe me when I say to you, I hope the Russians love their children too
(”Compartimos la misma biología, más allá de ideologías
Debes creerme cuando digo
que espero que los rusos también amen a sus hijos “)
* El autor es médico y escritor.