La Cumbre de la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada en Bruselas puso en evidencia los límites de esta relación, en la perspectiva europea. Desde el punto de vista estratégico, Europa vuelve a dar prioridad a América Latina en función de una estrategia conjunta con los Estados Unidos, tendiente a frenar la creciente influencia de China en la región.
La Cumbre se realizó a nivel de Jefes de Gobierno, con muchas ausencias. Pero estuvieron presentes los representantes de los treinta y tres países de la Celac y los veintisiete europeos, muchos de ellos a nivel de ministros de Relaciones Exteriores. La UE presentó un proyecto para financiar a empresas que quieran invertir en América Latina y el Caribe, por 44.000 millones de euros. Es una cifra casi cinco veces mayor a la ofertada en los primeros meses del año, cuando la titular de la Comisión Europea, la alemana Ursula Von der Leyen, visitó los principales países de la región: Brasil, México, Argentina y Chile. Se trata de proyectos centrados en temas específicos como energías renovables y conectividad. Ese tipo de iniciativas buscan invertir los recursos propios en sus mismas empresas financiando sus inversiones.
Semanas atrás, Lula planteó dudas sobre si concurría o no al encuentro, pero su presencia le dio sustento. También había surgido alguna incertidumbre por la participación del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que el 23 de julio enfrenta una elección difícil que podría perder. Es así como la presidencia pro tempore de la Unión Europea podría pasar en pocos días al candidato opositor, Alberto Núñez Feijoó, de centroderecha.
En cuanto a los acuerdos comerciales birregionales, no registraron mayores avances, pero la negociación sigue abierta. El de la Unión Europea con el Mercosur, cuya discusión se inició hace un cuarto de siglo, continúa sin registrar mayores avances. El proteccionismo que algunos países de la UE, como Francia e Irlanda, mantienen pese al reclamo de los cuatro países del Mercosur de que sea eliminado o por lo menos atenuado, no registró avances.
A ello hay que agregar que las normas ambientales que exige la Unión Europea, son resistidas por Brasil, que es el primer país del Mercosur por su dimensión. Es así como la política brasileña muestra en este punto una continuidad entre los presidentes Bolsonaro y Lula, más allá de sus profundas diferencias ideológicas. El ex presidente brasileño desconocía normas que pretendía la Unión Europea, y ahora Lula dice que las cumplirá, pero demora su ejecución.
En cuanto a la negociación con la Celac, se mira el acuerdo con el Mercosur como un precedente. Sin el acuerdo de los veintisiete países de la Unión Europea con los cuatro de dicho grupo regional, no se podrá avanzar en el que se intenta negociar con los treinta y tres. La posibilidad de acuerdos unilaterales de países de América Latina con la Unión Europea sigue abierta (lo ha firmado México hace años). Por su parte, Uruguay intenta negociar uno, como lo está haciendo simultáneamente con China. En esta Cumbre, la UE firmó acuerdos bilaterales con seis países: Argentina, El Salvador, Ecuador, Honduras, Uruguay y Chile.
Cabe señalar que la tendencia global generada por la pandemia, la guerra de Ucrania y la inflación, empuja en contra de este tipo de acuerdos comerciales birregionales.
Los problemas políticos no fueron menores, sino que contribuyeron a disminuir los avances en las áreas económica y comercial. La Unión Europea pidió la participación presencial o virtual del presidente ucraniano, Volodimir Zelensky. Se opusieron firmemente los tres aliados de Rusia en la región: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Estos tres países apoyan la posición rusa en la guerra. El grueso de los países de América Latina y el Caribe condenan la invasión por violar la soberanía, pero rechazan las sanciones económicas, a las que se han sumado unánimemente los países de la Unión Europea.
En este marco, no se logró la condena a Rusia que la UE reclamó con insistencia y la postura de Brasil fue decisiva para ello. La situación de Venezuela fue otro punto de discrepancia en lo político. La Unión Europea pedía condenar el autoritarismo del presidente Nicolás Maduro y condicionar el diálogo con él, a que cesara la exclusión de los candidatos opositores y fuera aceptada la presencia de veedores internacionales en la elección presidencial que tendrá lugar a fines de 2024. Por su parte, el grueso de América Latina alineado con Brasil, ponía la prioridad en dialogar con el gobierno venezolano, sin exigir para ello medidas previas. Sin resultados concretos, se logró una reunión en la cual participaron representantes de la UE, la Celac y el gobierno y la oposición venezolana. No se lograron mayores avances. Políticamente es claro que en Europa los procesos electorales muestran un claro avance de la fuerza de centroderecha e incluso de ultraderecha. Al mismo tiempo, en América Latina, en los últimos tres años, en una amplia mayoría de los casos han ganado fuerzas de izquierda o centroizquierda. Esto no favorece el desarrollo del diálogo birregional.
Pero se hizo evidente el interés europeo por los recursos naturales de América Latina. El acuerdo con Chile fue explícito. Dio preferencia a Europa en el acceso al litio y el cobre para contribuir a su propósito de la UE de independizarse de China en el acceso a estos minerales.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.