EEl preámbulo de la Constitución Nacional afirma “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Esta expresión se hizo acción en la afluencia de inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX y XX.
Los que vivimos en ciudades atraídas por esa inmigración masiva somos testigos que a lo largo de pocas cuadras convivían italianos, españoles, libaneses, sirios, franceses, alemanes. Significaba respetar la lengua, las fiestas tradicionales y las costumbres de cada vecino.
Esa experiencia ha sido un gran aporte cultural, económico y social para cada ciudad de la Argentina que albergó a la inmigración.
Edificios emblemáticos de nuestro entorno son testimonio de esa diversidad cultural. Por ejemplo en Godoy Cruz se encontraba en la misma calle a lo largo de tres cuadras: la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Cristoforo Colombo (Hoy Centro Patrimonial y Artístico), el Club Sirio y la Iglesia San Juan Marón de origen libanés. Luego por, calle San Martín, la Sociedad Española de Socorros Mutuos construyó, en 1939, el actual Hospital Español. También había bodegas, talleres o negocios cuyos propietarios eran españoles, italianos o franceses; maestros de la tradición hebrea; científicos y cerveceros alemanes; entre otros. Y todos conviviendo a pocas cuadras, trabajando, comprando sus terrenos, construyendo sus casas o negocios y llevando a sus hijos a las escuelas públicas.
Si el lector concibe a su ciudad como un organismo vivo podrá observar una red de lugares históricos y culturales (lo tangible) junto a anécdotas y testimonios de los vecinos (lo intangible) y descubrir una rica diversidad cultural en el espacio y en el tiempo. De este modo “La ciudad es un museo vivo de las decisiones culturales que cada sociedad ha tomado” (Adrian Gorelik). La ciudad misma es un museo dinámico, tal como lo transmitimos, desde la Secretaría de Desarrollo Humano y Junta de Estudios Históricos de Godoy Cruz, en el programa Descubriendo Godoy Cruz en el que participan vecinos de diferentes edades, desde la primera infancia hasta adultos mayores.
Entonces la diversidad cultural se expresa, entre otros aspectos, a través del patrimonio arquitectónico de nuestras ciudades, de las costumbres de habitantes de diferentes nacionalidades que se incorporaron a nuestro suelo y de la convivencia armoniosa entre aquellos.
La diversidad cultural a través del tiempo
A los aspectos reseñados precedentemente cuyos testimonios todavía nos circundan es imprescindible incorporar la memoria de los pueblos originarios que fueron los primeros habitantes de nuestras tierras y están muy presentes en la consideración cultural del siglo XXI.
El 12 de octubre se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural desde 2010. Antes se denominaba “Día de la Raza” y hacía referencia a la llegada de Cristóbal Colón y la corona española a nuestro continente.
Además es oportuno recordar que la ley 23.302 del año 1985 sobre política indígena y apoyo a las comunidades aborígenes creó el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Y declara de “interés nacional la atención y apoyo a los aborígenes y a las comunidades indígenas existentes en el país, y su defensa y desarrollo para su plena participación en el proceso socioeconómico y cultural de la Nación, respetando sus propios valores y modalidades. A ese fin, se implementarán planes que permitan su acceso a la propiedad de la tierra y el fomento de su producción agropecuaria, forestal, minera, industrial o artesanal en cualquiera de sus especializaciones, la preservación de sus pautas culturales en los planes de enseñanza y la protección de la salud de sus integrantes”.
Por otra parte, la Asamblea General de la ONU proclamó el 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas. La finalidad fue su preservación y revitalización. El documento del foro permanente para cuestiones indígenas sostuvo que sólo el 3 % de la población mundial habla el 96% de las casi 6700 lenguas que hay en la Tierra. Los pueblos indígenas representan menos del 6% de la población mundial y hablan más de 4000 lenguas. Un dato alarma sobre el futuro: más de la mitad de las lenguas existentes se habrán extinguido para el año 2100.
Existen pueblos originarios que ya han perdido su lengua pero no sus tradiciones y costumbres. En estos casos podemos revitalizar “el lenguaje de las manos” como lo expuso el filósofo Arturo Andrés Roig en la obra Introducción al Millcayac: idioma de los huarpes de Mendoza (2011). Explicaba que el último hablante millcayac habría fallecido hacia la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, los huarpes no acabaron con la práctica de su cultura porque existe su mundo artístico-artesanal. Desde esta mirada antropológica que no separa la mente de las manos, la artesanía es un lenguaje que sostiene una tradición. Por ejemplo las artesanías de Guanacache, realizadas por ese pueblo, tienen un valor testimonial.
El 12 de octubre recordamos la importancia de respetar a las personas de diferentes nacionalidades; de percibir a nuestras ciudades como organismos vivos que expresan la diversidad cultural; y de comprender que cuando transmitimos memoria, lenguaje y tradiciones a otra generación también brindamos posibilidades, cultura y sentido de vida.
Es un buen día para resguardar una cosmovisión integradora de la realidad, muy necesaria para la civilización contemporánea. Hoy se percibe en las ciudades un avance hacia la integración, por ejemplo en la incorporación de gastronomía (mexicana, peruana, árabe, china, etc.), en el aprendizaje de idiomas exóticos, en la práctica de rituales aborígenes u orientales, entre otros. Y el mundo virtual hace su aporte a la integración a través de las redes sociales, las plataformas que exponen series o películas de diferentes nacionalidades o las aplicaciones que nos contactan con el mundo entero. Quizá estamos transitando el camino hacia una ciudadanía planetaria, tal como lo describe el filósofo francés Edgar Morin en su libro “Educar en la era planetaria”.
* La autora es historiadora.