Alfredo Cornejo tiene desde la noche del 11 de junio una espina clavada: que todos repararan en el 26% que reunió él y no en el 42% del Frente Cambia Mendoza. Él quería que se hablara de una paliza histórica ante los 20 puntos de La Unión Mendocina y los 15 de todo el peronismo. Pero la interpretación generalizada fue esquiva con ese deseo profundo y su rival Luis Petri, con sus 16 puntos, se transformó en la gran revelación.
De hecho, desde entonces la duda instalada y refutada siempre por el candidato del oficialismo es adónde irán los votos del hoy precandidato a vicepresidente de Patricia Bullrich. Sobre todo porque su campaña se basó en una crítica directa a la gestión de Rodolfo Suárez. Qué era sino aquel latiguillo de “Mendoza está en pausa”.
Se sabe que Cornejo no puede hacer suya esa postura, al menos públicamente. Aunque no coincida con muchas de decisiones del Gobernador. Una gestión dedicada a administrar la coyuntura y a la espera de resultados en algunas apuestas que hizo no ofrece al candidato mucho para mostrar en la campaña. Ni para sostener el relato de los “buenos gobiernos”.
El más ilusionado con el reparto del electorado que se inclinó por Petri es Omar de Marchi. Otra víctima aquella noche de las primarias del fulgor del sanmartiniano. El de La Unión Mendocina cree que la crítica de la campaña del “dale play” está más cerca de su postura que del oficialismo.
Los datos de la última encuesta encargada por la UCR a la consultora Sociolítica, de Roberto Stahringer, han llevado tranquilidad al comando de campaña sobre esa duda clave para el resultado. Y por eso justamente decidieron difundirla: Cornejo está reteniendo casi la mitad de los votos de su rival interno y con ello se aseguraría el triunfo, aunque aún con un porcentaje bajo (32%).
Los que no se han manifestado en favor del líder radical han pasado a integrar el grupo de los indecisos. Pero no han optado, según el estudio, por De Marchi, que se mantiene en el 21%. “Está claro que el votante de Petri siempre fue de Cambia Mendoza”, remarca uno de los pocos que han visto los datos completos relevados durante los últimos diez días.
Los calendarios electorales superpuestos han hecho que en este momento en Mendoza haya tres campañas en una. La votación más cercana es la nacional, pero en los siete departamentos que adelantaron ya están pensando y moviéndose por la general del 3 de setiembre. Y todo está cubierto por el clima de la provincial, que aunque más distante es la pelea de fondo para la política local.
Por eso, en el oficialismo empiezan a acelerar. La semana próxima habrá más protagonismo de los candidatos a diputados nacionales, con caminatas, y se preparará todo para la visita de Bullrich, que puede ser el 1 y el 2 de agosto, aunque también podría reducirse a un sólo día, el 1 o el 2.
Para después de las PASO nacionales del 13 de agosto, comenzarán a desplegar las propuestas que hasta ahora han escaseado. De hecho, Cornejo parece aún atado a su agenda de 2015 de tanto insistir en la seguridad, la justicia y el orden estatal. Aseguran que, para alimentar la esperanza, va a empezar a hablar de incentivos a la producción, generación de empleo y grandes obras que vienen postergadas y planea encarar.
Hay en ese punto una contradicción a explicar por el oficialismo: por qué haría en los próximos cuatro años lo que no ha hecho ya.
Esa explicación debería ir más allá de las habituales culpas al pésimo gobierno de Alberto Fernández, la pandemia y la macroeconomía. Porque si repite esos argumentos, hará creíbles los del propio Fernández cuando disfraza su ineptitud con la pandemia, la guerra de Ucrania y la sequía que afectó a la Pampa Húmeda.
El plan es que algunas de esas propuestas empiecen a suceder incluso antes de que termine el mandato de Suárez, hasta ahora abundante sólo en anuncios. El llamado a licitación del dique El Baqueano y la concesión a un grupo privado de Potasio Río Colorado en Malargüe son las más avanzadas y podrían concretarse antes de las elecciones del 24 de setiembre.
Sin retorno
Cornejo ha convivido los últimos tres meses con una obsesión: demoler políticamente a De Marchi y Daniel Orozco, los dos aliados que abandonaron Cambia Mendoza para desafiarlo. Su venganza ante “la traición” es el escándalo desatado en Las Heras por denuncias de corrupción, extorsión y abusos sexuales. Aunque él lo niegue, su mano está detrás. De hecho, quienes lo frecuentan coinciden en una visión: está monotemático.
¿Para qué sirvió esa exposición de las vísceras de la política a la luz de la opinión pública, en plena campaña electoral? Hay una coincidencia generalizada en que hasta ahora ha impactado únicamente en Las Heras y que fuera de sus fronteras sólo la población muy informada está al tanto.
Con el respaldo de una encuesta reciente que hizo, un dirigente neutral, si eso es posible, dice que los lasherinos son los únicos que saben del caso, pero sobre todo porque han empezado a percibir una caída en la calidad de los servicios municipales.
“No sabemos qué puede pasar si sigue instalado en la agenda. Ya hemos visto cómo Cornejo logra que temas intrascendentes se vuelvan importantes a fuerza de sostenerlos en la discusión pública”, suma un peronista que podría verse beneficiado de un desgaste de La Unión Mendocina.
Hay un efecto político, más allá del desinterés general, y es el que el domingo pasado ya se dijo en esta columna: De Marchi parece haberse quedado sin candidato a vice en las últimas semanas. El martes pasado, Orozco reapareció tras un largo silencio en una entrevista que dio a la radio Mdz. Pero no dijo más que vaguedades.
El fundador de La Unión Mendocina defiende a su compañero de fórmula y sobre todo la decisión de haberlo elegido. No le queda otra.
“Estoy pagando el costo del piñón inesperado que le di a Cornejo con la incorporación de Orozco. Y hasta ahora ha sido más la ganancia. Gracias a él tuve en Las Heras el triple de los votos que hubiese sacado y eso es lo que nos hace competitivos hoy”, respondió hace unos días a un dirigente de su confianza que le preguntó si no se arrepentía del vice.
En el entorno del candidato lujanino anticipan que la semana próxima volverán a las actividades de campaña. Y también reforzarán los cuestionamientos al Gobierno. Ya empezó Jorge Difonso el viernes, lanzando dudas sobre el convenio con la empresa israelí Mekorot por el plan de manejo del agua. Una sospecha que también crece en el PJ, pero que por ahora no se animan a decir porque el nexo fue el ministro del Interior, Wado de Pedro.
Los legisladores de LUM también preparan un pedido de informes para que el Gobierno explique ítem por ítem el costo del Metrotranvía hasta Luján y el aeropuerto. “El precio real es la mitad de los 40 mil millones que va a pagar la Provincia”, insisten.
Mientras, De Marchi ha continuado tejiendo alianzas para sumar a su ya heterogéneo frente. El jueves a la tarde tuvo dos reuniones clave.
La primera, sobre todo, buscó mantenerla en secreto. Fue con Roberto Righi, el intendente de Lavalle, que casi fue su candidato a vice, y dirigentes peronistas de toda la provincia. Por ahora no se trata más que de eso: un encuentro para trabajar juntos, sin anuncio de “boda” fijado. Righi está concentrado, como todo el peronismo, en hacer campaña para Sergio Massa. Después se verá.
La segunda reunión fue, inmediatamente después, con dirigentes radicales que habitan las márgenes del partido y que no se sienten contenidos por el cornejismo. En este caso, prometen una foto pronto para dar fe de los nuevos aliados.
Mal presente, peor futuro
El tercero en discordia en la disputa provincial es el peronista Omar Parisi, que tiene un triple desafío. Debe hacerse conocer porque estuvo alejado de la política los últimos años. Debe captar a los votantes de sus rivales en la interna para sostener el magro 15% del PJ. Y también debe convencer a los peronistas desencantados que no fueron a votar en junio para que sí lo hagan el 24 de setiembre.
Apurado por tantas necesidades, la campaña para Parisi no ha tenido pausa y el sábado la reinició formalmente con la presentación de su plan para construir 16 mil viviendas, que excede al IPV. El candidato ha elegido moverse en terrenos conocidos.
La encuesta radical de la que ya hablamos depara para el peronismo sensaciones ambiguas. La primera es que su intención de voto muestra que el ganador de las primarias provinciales ha logrado retener íntegramente a los votantes de sus rivales internos e incluso subió algunos puntos. No hubo fuga como se temía y eso es bueno para el PJ. Pero se mantiene tercero, con 19%.
La segunda es que las dos listas presidenciales de Unión por la Patria juntan casi 19 puntos (con Massa en 16%). Un par de puntos menos que Javier Milei y diez menos que Juntos por el Cambio (con Bullrich triplicando a Horacio Rodríguez Larreta). Ese número lo ubica tercero nuevamente, pero competitivo faltando tres semanas para la votación.
Los nubarrones aparecen cuando se considera que ese 19% es la consecuencia del trabajo de todo el PJ unido por la elección presidencial: los seis intendentes, La Cámpora, el ciurquismo, el kirchnerismo anticamporista, los que no están con ninguno y los que han estado con todos. Y si ese es todo el peronismo hoy, claramente las luces de alerta se encienden no ya por lo que pueda ocurrir en este año electoral, sino por lo que le espera en el futuro.