El 16 y 17 de agosto tendrá lugar en Brasil la reunión de ministros de Economía del G20. Cabe señalar que este país es sede este año de la Cumbre de Presidentes de este grupo, que se realizará en el mes de noviembre. Lula presentará un proyecto para gravar con el 3% de sus ingresos a las tres mil personas más ricas del mundo. En años anteriores el G20 acordó establecer un impuesto especial a las empresas más grandes. Lula buscará el apoyo de los otros miembros de los BRICS a su propuesta (China, Rusia, India y Sudáfrica). No es fácil que un proyecto de este tipo sea aprobado, pero igualmente permite al presidente brasileño y pro témpore del grupo, concentrar la atención con una propuesta que generará impacto. Su rol como titular pro témpore del G20 es una oportunidad que Lula está dispuesto a aprovechar. También presentaría proyectos respecto a la paz en Ucrania y en Gaza. Cabe señalar que, respecto a la primera, presentó junto a China el pasado mes de junio una propuesta para crear condiciones que permitan un cese del fuego que habilite una negociación.
Lula inevitablemente será el representante más importante de América Latina en la Cumbre. No confrontará con México, pero sí lo hará con Argentina, y en particular con su presidente, Javier Milei. Pero lo hará sin proyectarlo con una confrontación en un ámbito donde el presidente brasileño, en su condición de presidente pro témpore, debe mantener un equilibrio. Cabe señalar que en la Cumbre del G7 -integrado por las siete economías más grandes con sistema político democrático-liberal-, Argentina y Brasil concurrieron como invitados y expusieron enfoques antagónicos.
La realidad es que Milei comienza a ser en el plano global un rival ideológico para el presidente brasileño. El presidente argentino apuesta decididamente a un triunfo de Donald Trump, líder y representante de la derecha radical en el ámbito global.
La ausencia del presidente argentino Javier Milei en la Cumbre de Jefes de Gobierno del Mercosur realizada el 10 de julio en Asunción del Paraguay, ha terminado fortaleciendo el rol de Lula como líder regional. La ausencia fue criticada tanto por el presidente brasileño como por el uruguayo, Luis Lacalle Pou. No hubo una declaración política final, ni tampoco una referencia de conjunto apoyando el reclamo argentino sobre la soberanía en Malvinas, un tema que ha estado presente en una amplia mayoría de estas Cumbres.
El presidente argentino fue reemplazado por la canciller Diana Mondino. Ella eludió firmar los textos de compromiso con la diversidad de género y el medio ambiente, línea que impone Úrsula Basset, la abogada en derecho de familia allegada a la hermana de Milei, quien tiene un rol preponderante en la línea ideológica de la cancillería. La canciller argentina tampoco condenó el embargo de Estados Unidos a Cuba, que ha sido otra constante de este encuentro, ni se sumó al apoyo a Luis Arce frente al intento de golpe militar que sufrió días atrás en Bolivia. El 18 de julio se cumplen treinta años del atentado terrorista a la AMIA, pero no hubo referencias al tema. Al no estar el presidente argentino, se debilitaron los reclamos contra las dictaduras latinoamericanas en la región (Venezuela, Cuba y Nicaragua). Lula se había reunido el martes 9 en Santa Cruz de la Sierra con su colega boliviano, para firmar acuerdos bilaterales de cooperación en seguridad, comercio y energía. Respecto a Uruguay, se informó en forma casi simultánea que comprará a Brasil seis aviones Embraer del modelo Super Tucano para proteger y vigilar sus fronteras.
El llamado a consulta que realizó el presidente Lula a su embajador en Argentina, Sergio Bitelli, es una evidencia de la tensión en la relación bilateral. No es una ruptura diplomática, como lo fue el retiro de la embajadora en Buenos Aires por parte del presidente de gobierno español Pedro Sánchez, tras la crítica del presidente argentino Javier Milei, que lo acusó de “corrupto” por denuncias a su esposa. Ahora, el presidente Lula hace un llamado de atención sobre las dificultades de la relación con Argentina, que es un escalón más conciliador que el de España. Pero la causa es similar. Milei dijo, ya en ejercicio de su cargo presidencial, que Lula era “un comunista y corrupto”. Semanas después, ante una pregunta del periodismo sobre si iba a rectificar dicha declaración, contestó que no, porque sostuvo que era verdad, y repitió los términos.
Esto llevó a la interrupción del diálogo entre los dos países. Frente a reuniones entre los dos cancilleres, Lula se negó al diálogo con Milei, por considerar que era algo “inútil”. El sábado 7 de julio, el presidente argentino viajó a Camboriú en el sur de Brasil, para hablar en una reunión de la Convención de Acción Política Conservadora a nivel regional. El ex presidente brasileño se encuentra asediado por causas judiciales que le impiden presentarse como candidato presidencial en las elecciones de 2026. Milei esta vez desarrolló un largo discurso contra el socialismo, pero evitó repetir la fórmula de “comunista y corrupto” para referirse a Lula. Milei argumenta que en la campaña presidencial de 2023 el presidente brasileño sostuvo un público apoyo a Sergio Massa, el que incluyó la participación de equipos de redes sociales brasileños en la campaña del entonces candidato oficialista argentino.
En definitiva, Lula ahora responde con una actitud diplomática que implica tomar distancia del gobierno argentino.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.