Nuestra historia se nutre de personajes apasionantes y complejos, como los vínculos que generaron entre ellos. El caso de Sarmiento y Mitre fue uno de los mismos.
Se conocieron en Montevideo en 1846, ambos eran exiliados de Rosas y Sarmiento emprendía desde allí -por encargo del gobierno chileno- su famoso viaje a Europa para estudiar los sistemas educativos.
Se hicieron amigos de inmediato. Sus intereses comunes incluían la historia, las ciencias sociales, la política, literatura y acabar con la tiranía del Restaurador.
Los cambios políticos uruguayos llevaron a Mitre por nuevas rutas de proscripción. Terminó en Bolivia, dirigiendo el Colegio Militar. Pronto se inmiscuyó en luchas internas y terminó expulsado. Mientras lo escoltaban hacia la frontera con el Perú, su espíritu intelectual afloró: cercanos a las ruinas de Tiahuanaco solicitó permiso para conocerlas. Los guardias accedieron.
El Perú también lo desterró y acabó radicándose en Chile, dónde se reencontró con Sarmiento.
Respondiendo al llamado de Urquiza, se alistaron a su ejército y en 1852 vieron caer a Rosas en Caseros.
Pocos años más tarde, Mitre se hizo cargo de la Presidencia.
Más que amigos eran una especie de familia. Sus respectivos hijos, Dominguito y Bartolito, eran íntimos amigos al punto de vivir uno en casa del otro por temporadas.
A pesar de esto, Mitre no vio con buenos ojos que Sarmiento deseara alcanzar la presidencia. Así que cuando el sanjuanino llegó al sillón de Rivadavia, el porteño enfureció. A partir de entonces las distancias fueron insalvables. Se convirtieron en enemigos feroces, de esos que solo pueden ser los antiguos camaradas.
Con Sarmiento en el poder, la violencia del diario mitrista llegó a asumir caracteres personales, llamándolo “patán” y “caricatura”. Incluso publicó bromas como “Sarmiento sin Mitre es un asno [Sarmiento = Mitre + Asno]”.
El cuyano buscó arremeter y culpó a don Bartolo de llegar ebrio al Senado lo que, según él, explicaría su conducta. Sin embargo, siempre sintió pesar al verse atacado por Mitre e intentó recomponer la situación, pero sin éxito.
Debieron pasar más de veinte años para que volvieran a acercarse. En 1887 coincidieron nuevamente. “Mitre ha vuelto a visitarme”, escribió un anciano y sorprendido Sarmiento a su amigo el tucumano José Posse.
En efecto, Don Bartolo comenzó a frecuentarlo por las tardes para discutir sobre los mismos temas que los apasionaban en su juventud.
En ese marco fundaron la primera Sociedad Protectora de Animales, impulsando la ley Sarmiento.
Dos años más tarde de aquel reencuentro Sarmiento murió, dejando al país un poco huérfano y a Mitre sin la mejor de sus compañías.
*La autora es historiadora.